jueves, 4 de septiembre de 2014

Antología poética. Jules Laforgue.



Una cierta marginación no siempre voluntaria caracterizó la vida y la recepción de la obra del poeta Jules Laforgue: la inadaptación y el intento consciente de pasar desapercibido que quizás escondieran un verdadero deseo de destacar y de ser valorado.

Lo dijo Nietzche refiriéndose a cierto carácter francés, pero que en cierto sentido supone una minoría universal: "sin duda constituyen un número pequeño las personas en las que esa Francia se encarna y vive, hombres que no están asentados sobre piernas muy robustas, hombres en parte fatalistas, de ceño sombrío, enfermos, y en parte enervados y artificiosos, que tiene la ambición de ocultarse". Y parece que estuviera hablando del escritor que convirtió la poesía en un acto de intelectualidad y emotivo cercano al arte contemporáneo.  

Laforgue tiene poco que ver con los malditos: no es un rebelde como ellos, ni un decadente, no al menos en sus maneras. Pero si profundizamos un poco podríamos imaginar que su desgana, su apatía, su cinismo y su rechazo a lo sentimental no es sino la consecuencia de su infructuosa búsqueda del ideal. Porque, aunque todos los datos apunten a lo contrario, Laforgue fue un idealista, al menos en un momento de su vida. Después, su respuesta fue la fingida indiferencia del amante despechado y el rechazo de lo anteriormente deseado.

Idealista, sí, pero a efectos prácticos nihilista, apático, irónico y seducido por cierta forma del budismo tamizado que se popularizó en Francia en aquellos años gracias a la obra de Schopenhauer...

¿Pero qué tiene de diferente la obra de Laforgue respecto a la de otros autores?

Laforgue transformó la materia poética.

¿Pero cómo?

Intentó expresar el lenguaje del subconsciente mucho antes que los surrealistas, y además quiso hacerlo desde la imagen, el lenguaje y el ritmo.

Dijo Laforgue: "sueño en una poesía que no diga nada, que sean cabos sueltos de una ensoñación interrrumpida".

El sueño, la reverie: la estructura léxica del pensamiento como vehículo de esa imaginación centrifugada, excéntrica con cuya expansión y realización se espera transgredir las asociaciones normales de la realidad, para adentrarse en el terreno de lo ilimitado: la forma más abstracta y pura del ideal.

El lenguaje hablado, la expresión fragmentada o la falta de coherencia eras sus formas de rechazo a la lógica consciente: el balbuceo libre sin limitaciones que hace creer el pensamiento y la cosmovisión del individuo y, al transformarse en arte, también de la sociedad en la que se construye. Sin duda, esa idea supone un cambio de paradigma que plantea otras respuestas diferentes a las preguntas ¿qué es el arte? o ¿qué es la poesia?

Laforgue buscaba la realización expresiva a través de la poesía de unas imágenes que entran en el mundo de lo descontextualizado y de las connotaciones que no son ni lógicas ni ilógicas

Como vemos, un poeta consciente de lo que la poesía supone y significa en una sociedad determinada, pero también (a pesar de su rechazo) un poeta sentimental (o emocional más bien) escondido detrás de la ironía.

¿Cómo se relaciona el sentimiento y la ironía (que va en su contra) en la poesía de Laforgue?

La ironía es vital para los artistas, es algo sin lo que el arte no puede existir. A través de la ironía se otorga a los objetos el carácter sagrado: alejándonos de ellos. Para los románticos la ironía era una forma de "mantener la distancia" como un modo de sustraerse a la mecanización de la vida que arrastraría la identificación con una parte de nosotros mismos. Laforgue lo lleva más lejos, convirtiendo a la ironía en el objeto de la poesía, sobredimensionándola:  en Laforgue, es distancia igualmente, pero frente al sentimiento, frente a los vuelos ideales estos pudieran alentar.

Piedra angular de la poesía contemporánea también hay en su obra mucho de misoginia eso sí, como una forma de realización de su sentimiento de fracaso. El ideal, una vez más...



LAMENTO DEL POBRE MUCHACHO

Sobre la canción popular:
Cuando el buen hombre volvió del bosque.

Cuando el muchacho volvió a su casa,
cuando el muchacho volvió a su casa,
con las dos manos se tomó el cráneo,
¡ese gran pozo de ciencia!
Cráneo,
rico cráneo,
¿Oyes tú la Locura planeando?
Y quien llama a la puerta,
hace ding-dong, hace ding-dong,
y quien llama a la puerta,
¡hace ding-dong, hace toc-toc!

Cuando el muchacho volvió a su casa,
cuando el muchacho volvió a su casa,
escuchaba las tristes notas
¡de un piano que en la noche lloraba!
Notas,
viejas notas;
¡vengan, niños, los llamamos!
El marido ha cerrado su casa,
suena ding-dong, suena ding-dong,
el marido ha cerrado su casa,
¡suena ding-dong, suena toc-toc!

Cuando el muchacho volvió a su casa,
cuando el muchacho volvió a su casa,
entendió que su hermosa alma
¡en su vacío sin fin se alteraba!
¡Alma,
mi bella alma,
su óleo es muy sucio para tu llama!
Luego, ¡todo es noche! Entonces, ¿qué es bueno?
Suena ding-dong, suena ding-dong
¡Todo, todo es noche! Entonces, ¿qué es bueno?
¡Suena ding-dong, suena toc-toc!

Cuando el muchacho volvió a su casa,
cuando el muchacho volvió a su casa,
vio que su esposa encantadora
¡había abandonado el hogar!
¡Señora,
Nuestra Señora,
Yo no te hubiera hecho un reproche!
Pero debiste dejar el carbón,
suena ding-dong, suena toc-toc,
debiste dejar carbón,
suena ding-dong, suena toc-toc.

Entonces el joven en tal vacío,
entonces el joven en tal vacío,
descolgó un cuchillo
que alguien le regaló.
¡Cuchillo,
fino cuchillo,
sé tú más firme que la mujer!
Y tú, Dios mío, ¡perdón!, ¡perdón!
¡Suena ding-dong, suena ding-dong!
Y tú, Dios mío, ¡perdón!, ¡perdón!
¡Suena ding-dong, suena toc-toc!

Cuando vino el sepulturero,
cuando vino el sepulturero,
vio que era un alma hermosa
como no había ninguna otra.
¡Alma,
duerme, bella alma!
Los muertos se sienten bien,
suena ding-dong, suena ding-dong,
los muertos se sienten bien,
¡suena ding-dong, suena toc-toc!





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