martes, 26 de agosto de 2014

Pasos. Jerzy Kosinski


La violencia percibida en el exterior (en los demás). Pero también la violencia en la mente de quién observa y convive con el entorno. Por su aceptación, no pasiva, sino indiferente. O mejor dicho: una consciencia acostumbrada a la violencia, como un animal adaptado a un medio difícil. Igualmente, violencia en la consciencia del escritor que toma decisiones y construye una historia pro algún motivo y decide qué quiere contar: una muestra alegórica, una descripción de cierta parcela de la realidad, un punto de vista ante las cosas como una manifestación de su mundo interno o una especie de sueño simbólico.

Pasos es una novela muy extraña en el que cada cuadro desagajado del conjunto presenta una escena en donde siempre alguien pierde algo y otra persona muestra indiferencia y el lector debe compartir ese sentimiento para seguir adelante: cada escena es un paso hacía un lugar que no está del todo claro. Al mismo tiempo es bella de un modo desagradable, en cuanto que la belleza tiene algo de sobrecogedor y adormilante. Algo, como la Ofelia de Shakespeare, produce un cierto placer en el dejarse llevar por las descripciones enrarecidas de las experiencias sexuales, entendiéndolas de un todo completo (el amor también),  a través de las cuales se construye los cimientos de la vida del narrador. Unas relaciones difíciles, eso sí, basadas en la excitación y la insensibilidad: el miedo.

Pero eso sí, en este mundo violento, egocéntrico, de pasiones basadas en las carencias, de exaltación de la sensualidad y todo eso hay algo de rebeldía y de verdadera libertad encarnada en estos personajes que se agarran a sus problemas como un bote salvavidas. No obstante, es una novela rara que tiene de contemporánea (está escrita a finales de los 60s) algo de carencia. Como una inauguración de lo de ahora: lo plástico, lo visual, lo no-reflexivo. 




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