domingo, 30 de octubre de 2011

Altazor. Vicente Huidobro



Huidobro buscaba un lenguaje poético universal ajeno al lenguaje cotidiano. Se acercaba al surrealismo en cuanto a la desconexión con la realidad, pero igualmente se aleja de la estética de Andre Bretón por su concepción consciente de la creación poética. Es decir, Huidobro no persigue expresar el lenguaje del subconsciente y rechaza de plano técnicas como la escritura automática.

Alejándose de la tradición poética española o francesa, muy basada en la sonoridad y el ritmo, la poesía de Huidobro se crea en los conceptos y en los significados de las palabras, más que en su parte material. Como el mismo explica en su manifiesto creacionista, Altazor es un libro que busca su lugar poético en el significado, en la imagen mental -no en el lenguaje- y por lo tanto resulta (o debería) una obra poética universal en la que nada se pierde al traducirla.



Para ir rápidos y dar una visión más enciclopédica añadiré que la wipipedia solo dice que Altazor o el viaje en paracaídas, o simplemente Altazor, es la obra cumbre de Huidobro, publicada en Madrid en 1931 y que el poema está dividido en siete "Cantos", donde Huidobro expone un lenguaje que rompe los esquemas clásicos que se inserta dentro del movimiento vanguardista que se desarrolló en el primer tercio del siglo XX.

Aunque es curioso que un siglo después de la fiebre de los "ismos" quizás el libro se lea de un modo diferente. Independientemente de su relación con las vanguardias, siempre me ha parecido muy cercano, entroncado, a las Hojas de hierba de Walt Whitman, ya que plantea, desde la libertad creativa, una filosofía muy parecida a la del viejo barbudo aunque con un punto más intimista y melancólico.

Aquí os dejo unos versos del poema:

¿Robinson por qué volviste de tu isla?
De la isla de tus obras y tus sueños privados
la isla de ti mismo rica de tus actos
sin leyes ni abdicación ni compromisos
sin control de ojo intruso
ni mano extraña que rompa los encantos
¿Robinson cómo es posible que volvieras de tu isla?





Aquí podéis descargar el PDF





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martes, 25 de octubre de 2011

Introducción a la metafísica. Henri Bergson



Quizás el filósofo más artístico de todos o no un filósofo, sino un artista cuya obra son libros de filosofía. O no libros, más que libros escenas mentales. Su corriente de pensamiento, el intuicionismo, influyó decisivamente en la obra de muchos escritores europeos de la primera mitad del siglo XX. De hecho, la gran novela de su primo Marcel Proust, En Busca del tiempo perdido, no es más que una puesta en practica de su teoría sobre la conciencia y su manera de entender la temporalidad y la memoria.

En esta obra, el autor de La evolución creadora crítica los errores cometidos por la ciencia y la filosofía y plantea una nueva aproximación, a través de la intuición, al conocimiento y a la relación con el entorno. Su obra es una fuerte reacción contra el positivismo y el racionalismo. A través de la razón y del método científico no podemos comprender la realidad, al menos tal y como entiende la realidad Bergson: un continuo en movimiento del que el método científico solamente es capaz de mostrarnos una imagen fija.


Su pensamiento, con un gran poder de evocación, rozando los límites del saber científico, y su búsqueda de un método propio capaz de escuchar la voz de la conciencia, resultaron muy atractivos para aquellos que comprobaron por sí mismos que el racionalismo no les funcionaba, que no conseguía explicarlo todo: los artistas, los escritores, los inadaptados, aquellos que potenciaron la intuición como medio de relacionarse con el entorno.

Aquí, un párrafo:

Con todo, no hay estado de alma, por simple que sea, que no cambie en cada instante, ya que no hay conciencia sin memoria, ni continuación de un estado sin la adición, al sentimiento presente, del recuerdo de los momentos pasados. En esto consiste la duración. La duración interior es la vida continua de una memoria que prolonga el pasado en el presente, sea que el presente contenga distintamente la imagen del pasado que se agranda sin cesar, sea que más bien testifique, por su continuo cambio de cualidad, la carga cada vez más pesada que uno arrastra detrás de sí, a medida que la vejez aumenta. Sin esta supervivencia del pasado en el presente no habría duración, sino solamente instantaneidad.



Aquí podéis descargar el pdf





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domingo, 16 de octubre de 2011

Canto a mí mismo. Walt Whitman


Comparándolo con escritores casi coetáneos como Baudelaire, lo primero que sorprende de Walt Whitman es su contemporaneidad, incluso su modernidad. Escrito a mitad del siglo XIX, Canto a mí mismo, encierra todo el sentido de la obra poética del viejo barbudo, por eso es, quizás, el poema más conocido de su colección Hojas de hierba.

Una exaltación de la vida y la muerte, del ego y de los otros, del dolor y de la alegría, de la nueva vida urbana y del campo, de la hierba, del lago y de las montañas. El poeta permanece frente al mundo que lo rodea y quiere tocarlo, aunque con la visión occidental y norteamericana que comenzaba a nacer en aquellos años. Exaltación de la vida en todas sus facetas pero desde la individualidad consciente, sensorial y política. Para Walt Whitman cada organismo es un individuo único al que tender la mano, como células desconectadas que tienden a unirse. Por decir algo diferente a lo que se suele decir sobre el poeta y su poema, en cierto sentido anuncia la sociedad postmoderna de individuos aislados ansiosos por comunicarse.



Como un vagabundo que se acerca a la ciudad, hay un rasgo de la autobiografía del poeta esencial para comprender el sentido de su obra: la haraganería y la errabundez, que le impulsaba a perder cada ocupación regular. Según cuenta Guillermo de Torre, cuando uno de sus primeros patrones, el señor Benton, editor del Long Island Democrat, se ve obligado a despedir al poeta, porque este, en vez de acudir al trabajo, prefiere vagar por los campos, su mujer le consuela sin escrúpulos: "ya nos hemos librado de este haragan", dice. A lo que respondió el señor Beton: "era un haragán, pero qué magnifico haragán".

"Su vida", dice uno de sus amigos y biografos, John Bourrouhgs, era "libre, no terrenal, sin prisas, sin egoísmos, anticonvencional, vivida contenta y alegramente. Fue enteramente una vida de poeta".

¿Quién inventó el verso libre?

Algunos contestarán a esta pregunta que fue Rimbaud en Les Illuminations, otros dirán que Laforgue o Gustave Kahn. Pero de hecho, el primer ejemplo de verso libre estuvo en las versiones de Walt Whitman hechas por el poeta franco norteamericano Vielé-griffin. Lo cierto es que los versos largos y bíblicos de Whitman suponen un punto de partida para romper las ataduras y estructuras fijas de la métrica clásica y han sido imitados constantemente en los cánones poéticos de todas las culturas occidentales.



Me celebro y me canto.
Me entrego al ocio y agasajo a mi alma,
me tiendo a mis anchas a observar
un tallo de hierba veraniega.
Clara y pura es mi alma,
y claro y puro es todo aquello que no es mi alma.
Estoy satisfecho: veo, bailo, me río, canto.
Poseo lo bueno de la tierra y del cielo,
el aire que respiro ha sido destinado a mí
desde la eternidad.
El vaho de mi aliento
mi espiración e inspiración,
los latidos de mi corazón,
el fluir de la sangre y del aire
a través de mis pulmones,
el olor de las hojas verdes y de las hojas secas
de la ribera y de las rocas marinas
de oscuro color,
del heno del granero, el sonido de las palabras,
algunos besos leves, abrazos,
el juego de la luz y de la sombra entre los árboles
cuando se mueven las ramas dóciles,
el gozo de hallarme solo
o en el tumulto de las calles,
o en los campos y en los ribazos de las colinas,
la sensación de la salud perfecta,
el trinar de la luna llena,
mi canto al salir del lecho y saludar al sol,
Nunca ha habido más energía original que ahora,
y jamás habrá más perfección que ahora...
Bienvenidos sean todos mis órganos
y todos mis atributos,
ni una pulgada, ni una partícula de una partícula
de una pulgada es vil,
y ninguna debe ser menos conocida que las otras.


Aquí podéis descargar el libro en PDF




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sábado, 8 de octubre de 2011

Coronación. José Donoso



Los personajes de José Donoso cuentan su novela a base de percepciones, puntos de vista, ideas enquistadas, mentiras e irrealidades. Así como el Tiempo perdido de Proust es un gran conjunto de impresiones de un solo personaje narrador, Donoso construye sus novelas como un conjunto de perspectivas que se solapan y confunden, y poco a poco, en obras posteriores, se unifican como una hidra de mil cabezas.

En esta primera novela, Coronación, todavía muestra una técnica narrativa convencional, realista y cronológica, pero ya deja intuir los temas y el multiperspectivismo que explorará sin ningún tipo de autocensura en El obsceno pájaro de la noche. La casa como metáfora de la perdida de poder y símbolo a su vez de la corrupción física y moral de las personas en su vejez o al desgastarse con el paso del tiempo, consumiendo lo material del ser humano, como si fuese un candelabro o un reloj de salón que empieza a marcar las horas mal.

En lo narrativo está muy lejos de sus novelas posteriores, pero a pesar de su técnica realista, los personajes se esfuerzan por escapar de la presión del narrador omnisciente para conseguir explicar su percepción de la historia, inventando, imaginando, falseando, lo que sucede o sucederá en la vieja mansión de misia Elisita.



Narración muy peliculera por cierto, me extrañaba que nadie la hubiera adaptado al cine. Y sí, buscando un poco, el chileno Silvio Caiozzi, la llevó a la gran pantalla, y según explica la wikipedia, es la película latinoamericana galardonada con mayor cantidad de premios.

Os iba a dejar el trailer, pero esto es blog de libros no de películas, así que os dejo un fragmento de la entrevista de Joaquín Soler al autor para el programa A fondo.







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viernes, 7 de octubre de 2011

La sintaxis de la imagen. D. A. Donis



En un mundo cada vez más dominado por la imagen, en el que la palabra escrita parece parece perder improtancia, resulta una iresponsabilidad permanecer ajenos a las reglas que dominan la estética y la construcción de imágenes. Si desde pequeños nos enseñan a escribir correctamente, aprendemos el significados de las palabras y su colocación en la frase, el autor se pregunta que por qué no enseñar, a pesar de sus particularidades, una sintaxis de la imagen visual, en una búsqueda por comprender sus rudimentos, sus efectos, sus causas y sus consecuencias, no solo para crear imagines y efectos visuales, sino para defendernos y poder contextualizar la invasión de imágenes publicitarias, económicas, artísticas, etc. que sufrimos cada día.

Dice el autor que la alfabetidad significa que "todos los miembros de un grupo comparten el significado asignado a un cuerpo común de información" y la alfabetidad visual supone "construir un sistema básico para el aprendizaje, la identificación, la creación y la compresión de mensajes visuales que sean manejables por todo el mundo y no solo por los especialistas adiestrados como el diseñador, el artista, el artesano o el esteta". En este sentido la alfabetidad visual, aparte de suministar un cuerpo de información y experiencia compartida, conlleva una promesa de compresión culta de esa experiencia, dice el autor.

Pero además, en este libro encontraréis reflexiones sobre la estética absolutamente geniales como esta, que transcribo a continuación, que trata sobre el contraste:


El organismo humano parece buscar la armonía, un estado de sosiego, de resolución, lo que los budistas Zen llaman "meditación en el reposo supremo". Existe la necesidad de organizar todos los estímulos en totalidades racionales, como pusieron de manifiesto los experimentos de los gestalistas. Reducir la tensión, racionalizar y explicar, resolver las confusiones, todo ello parece predominante en las necesidades del hombre. Sólo en el contexto de la conclusión lógica de esta indagación inacabable y activa resulta claro el valor del contraste. Si la mente humana consiguiera aquello que tan fervientemente busca en todos sus procesos de pensamiento, ¿qué ocurriría? Se alcanzaría un estado de ingravidez, fijo, de equilibrio inmóvil... un equilibrio absoluto. El contraste es la contrafuerza de este apetito humano. Desequilibra, sacude, estimula, atrae la atención. Sin él, la mente se movería hacía la erradicación de toda sensación, creando un clima de muerte, de no ser.

Tanto si todos sentimos un fuerte deseo de muerte como si no, igual que el trapecista que tal vez sienta una vocecilla que le susurra al oído "déjate caer", lo cierto es que no nos basta con el estado de resolución absoluta, de confinamiento, de sensación cero, definitiva y acabada. Por lo mismo, todo entorno uniformemente gris nos produciría la sensación de vista sin ver, de vida sin vivir. Seríamos como Palinurus, enterrado vivo y condenado a sentir todas las cosas desde la tumba, a la muerte en vida. Los sicólogos nos dicen que nuestros sueños son una especie de exudación de la mente que expulsa los venenos de la Psiquis en un constante proceso de limpienza y clarificación que es absolutamente necesareo para nuestra salud mental.

Por ello, tambien el proceso mismo de la vida parece exigir una riqueza de experiencias sensoriales, sobretodo a través de la vista. Vemos mucho más de lo que necesitamos ver, pero nuestro apetito visual nunca está satisfecho. Nos ponemos en contacto con el mundo y sus complejidades a través de nuestra visión y de lo que los poetas llaman "el ojo de nuestra mente" para pensar visualmente. Si es cierto que el proceso visual avanza hacia una neutralidad absoluta, lo que debe preocuparnos es el proceso en sí mismo, no el resultado.



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