Dostoiewski no sabía hacer otra cosa más que ponerlo todo encima de la mesa cuando escribía, y eso es algo que no es fácil de digerir. Sinónimo hoy día de escritor sesudo y complicado, no es precisamente la complejidad su mayor barrera. Más bien, el alcance de sus percepciones (mucho más profundas de lo que el mismo escritor creía) a la hora de definir y expresar los conflictos de los seres humanos en relación con la sociedad. Y la verdad es que a veces da vértigo.
Este volumen lo componen cuatro cuentos, dos de ellos tienen especial interés literario.
El sueño de un hombre ridículo.
Si, en aquel tiempo tuve un sueño, el sueño del 3 de noviembre. Ahora me saldrán ustedes diciendo que sólo se trató de un sueño. Pero ¿qué importa que fuera un sueño o no lo que me reveló la verdad? Porque una vez conocida la verdad, sabéis que la verdad no puede ser otra, tanto si estáis dormidos como despiertos. Que sea un sueño, bueno, pero esta vida real a que dais tanta importancia, tenía yo el propósito de extinguirla, mientras que mi sueño, mi sueño..¡oh, mi sueño me reveló una vida nueva, grande y maravillosa! Escuchad.
Un cuento entre pre-surrealismo y utopía sobre un viaje a una etapa del mundo en la que la tierra no ha sido manchada aún por el pecado y donde los seres humanos son inocentes y felices. La ciencia no es necesaria, no existe la propiedad privada y la muerte es afrontada sin temor, con la certeza de una comunión con un todo que no se elabora en base a ninguna religión. En este entorno, el protagonista del relato permanece durante años y finalmente termina siendo el responsable de la caída del paraíso perdido. Los habitantes aprenden de él a mentir, y a partir del egoísmo, todos los problemas: el honor, los celos, la crueldad... poco después, el homicidio. Los seres humanos se separan, se vuelven egoístas, individualistas y solitarios, sufren y aprenden a festejar el dolor. El narrador lo sabe, se siente culpable, pero cuando pide el castigo, los demás le tratan como a un loco ridículo.
Un interesante relato sobre esa remota nostalgia de la felicidad perdida que no nos podemos quitar de la cabeza.
El siguiente cuento es directamente espectacular.
Era mansa y tímida.
Pocas veces un personaje literario adquiere tanto poder con tan poco. Solamente a través de lo que dicen de ella, un narrador en primera persona enloquecido por la tristeza y el remordimiento, conocemos al personaje femenino de este relato: una niña huérfana que acaba de quitarse la vida.
Dos hallazgos importantes se dan en esta narración: 1º, la transcripción experimental y psicológica de los desvaríos del narrador y 2º, la habilidad de Dostoiewski para conseguir que las imágenes descritas, que giran todas entorno de la malograda protagonista, consigan liberarse del punto de vista torzido del narrador. Como consecuencia de este conflicto de planos narrativos (las imágenes o secuencias y el narrador que las describe), se genera una suerte de ilusión tridimensional narrativa que potencia la fuerza del conflicto de la protagonista, mansa y tímida.
Un relato sobre la doble presión que sufre la mujer contemporánea: frente a la sociedad y frente a los hombres.
Declara Lukeria... ¡Ah, ahora por nada del mundo me separaría de Lukeria...! ¡Ella lo sabe todo, estuvo todo el invierno con nosotros, me lo contará todo! Dice que, aproximadamente unos veinte minutos antes de mi regreso, entró en la alcoba de la señora para preguntarle una cosa, no sé ya qué, y que se encontró conque ella estaba allí, y su icono (la imagen de la virgen) lo tenía delante de sí en la mesa y que señorita parecía estarle rezando.
-¿Qué tiene usted?
-Nada, Lukeria, vete... espera, Lukeria- y se acercó a Lukeria y la besó.
-¿Es usted feliz ahora, señorita?.
-si, Lukeria.
-Sí, sí, hace mucho tiempo- agregó la cocinera- que el señorito ha debido venir a pedirle perdón... gracias a Dios ya han hecho ustedes las paces.
-Está bien Lukeria- dijo ella- pero ahora vete.
Y sonrió, pero con una sonrisa extraña.... tan extraña que al cabo de diez minutos volvió Lukeria a ver lo que hacía la señorita.
-Miro y la veo de pie, pegadita a la pared, muy cerca de la ventana, apoyada la mano en la pared, y tan pensativa, y la cabeza en la mano, absorta en sus pensamientos. Y tan pensativa estaba que no reparó en que yo la miraba fijamente desde la otra habitación. La vi que tenía como una sonrisa, que reflexionaba de pie y que sonreía. Después de mirarla, me volví suavemente, reflexionando para mis adentros, cuando de pronto oí que abría la ventana. Estuve a punto de decirle: "tenga cuidado señorita, que hace frío, no vaya usted a pillar un catarro"; cuando de repente la vi que se subía al borde de la ventana, que se mantenía allí de pié, en el marco de la ventana abierta, vuelta de espaldas hacía mí y apretando el icono con las manos. El corazón me dio un vuelco y grité "señorita, señorita!".
(...)
En realidad, ¿Por qué se mató? ¿Por qué tenía que morir? He aquí la eterna pregunta. Esta pregunta zumba y zumba en mi cerebro. Si ella hubiese querido que la dejase en paz, yo la habría dejado en paz. Pero no me creyó capaz de ello. ¡Eso es todo! No, no. Miento. No es eso todo. Fue sencillamente porque, en lo futuro, hubiera tenido que amarme con lealtad absoluta, por completo y por entero, no como ella hubiera amado al comerciante. Pero como ella era demasiado honesta y pura para entregarse al género de afectos que necesita un tendero, no quiso engañarme. No quiso engañarme con un amor a medias o con una cuarta parte de amor, haciéndolo pasar por amor verdadero. Era demasiado leal, demasiado horada para eso. Eso es todo. ¿Recuerdan ustedes que yo quería inculcarle nobles sentimientos, infundirle generosidad? ¡Extraña idea!
Un ejemplo de la importancia de lo que no se dice, a pesar de que se digan muchas cosas. Completan el volumen los cuentos, Un ladrón honrado (muy ruso) y Bobok, otro desvarío surrealista y divertido sobre un cementerio.
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