sábado, 17 de noviembre de 2012

Poesía. Mayakovsky


Una personalidad rígida en un entorno inadecuado puede romperse. Y no hay más que ver las fotografías de Mayakovsky y leer sus fragmentos de autobiografía para saber que la vida de uno de los escritores más interesantes de la revolución rusa se quebraría en algún momento temprano.

Mayakovsky soportó demasiados golpes de viento de diferentes direcciones y hoy, al leer sus poemas, no sabemos si es la obra de un exaltado o de un desengañado. Lo cierto es que sus caídas debieron dar vértigo porque sus pasiones y expectativas eran grandes, extremas y locas.

Comprometido y politizado, era demasiado individualista como para ser el poeta de la revolución y demasiado crítico como para que no resultase una presencia molesta. Lo cierto es que el compromiso revolucionario y poético de Mayakovsky iba mucho más lejos de la simple oda al partido y la propaganda: buscaba la forma poética absoluta que contuviese la esencia del ideal revolucionario. Una tarea complicada.
Durante los años veinte recorrió Europa participando en congresos y conferencias a favor de la revolución, creando material de propaganda, carteles, incluso guiones cinematográficos. Sin embargo, era un poeta romántico y exaltado antes que político. Fascinado por el futurismo y las vanguardias, su principal objetivo fue el de buscar un nuevo tipo de poesía y un nuevo lugar para el arte en la sociedad.

Fueron solo intentos, experiencias y experimentos con mejores o peores resultados (bueno, en realidad habría que leerlo en ruso, pero no sé..). El caso es que Mayakovsky le pedía tanto a la poesía, sus aspiraciones para algo tan insignificante como es la poesía, eran tan grandes -la poesía, algo que prácticamente nadie tiene presente en su día a día- que nada más que por eso, me gusta.



Conversación con un inspector de impuestos sobre poesía. 

¡Ciudadano inspector de impuestos! Perdone que le moleste. Gracias.... no se preocupe.... me quedaré de pie.
Mi asunto es de carácter delicado:
sobre el lugar del poeta en una sociedad de trabajadores.
Junto con los propietarios de tiendas y propiedades agrícolas, estoy sujeto también a impuestos y penalizaciones.
Me reclama usted quinientos por el semestre
y veinticinco por no presentar mi declaración.
Mi trabajo es como cualquier otro trabajo.
Fíjese: mire qué pérdidas he tenido,
qué gastos tengo en mi producción,
y cuánto se gasta en materiales. Usted sabe, por supuesto, lo del fenómeno llamado «rima». Supongamos que un verso acaba con la palabra «giro»;
entonces, dos versos después, repitiendo las sílabas,
ponemos algo así como «tiroriro».
En el lenguaje, la rima es como un pagaré
que vence dos versos después —ésa es la regla—.
Y uno busca la calderilla de sufijos e inflexiones
en la saqueada caja de las declinaciones y conjugaciones.
Empieza uno incrustando una palabra en un verso,
pero no encaja —se la fuerza y se rompe—.
Ciudadano inspector de impuestos, le doy mi palabra:
las palabras le cuestan al poeta mucho dinero.
En nuestro lenguaje la rima es un barril:
un barril de dinamita. La rima es una espoleta.
El verso se deshace hacia el final y estalla:
y la ciudad salta al cielo volada en una estrofa.
¿Dónde va a encontrar, y con qué tarifa de valoración,
rimas que apunten y maten de un solo disparo? Quizá queden cinco o seis rimas sin usar solamente en algún sitio como Venezuela.
Y así tengo que visitar países cálidos y fríos.
Allá me precipito, enredado en pagos sobre anticipos y préstamos.
¡Ciudadano! Admítame mis gastos de viaje.
La poesía toda ella es un viaje a lo desconocido.
La poesía es como sacar radium de la tierra:
por cada gramo se trabaja un año.
Por una sola palabra se gastan
miles de toneladas de ganga verbal.



Y aquí el texto que dejó el día de su muerte:


Carta de despedida de Mayakovsky.

De mi muerte no culpéis a nadie, y por favor, nada de comentarios. Al difunto le molestaban enormemente. Mamá, hermanos, camaradas, perdonadme; no es éste el método (no se lo aconsejo a nadie), pero no tengo más salida.
Lili, ámame.
Camarada gobierno: mi familia son Lili Brik, mi madre, mis hermanas, y Verónica Vitoldovna Polonskaia.
Te agradezco que les hagas la vida soportable.
Los versos sin terminar dénselos a los Brik.
Ellos pueden descifrarlos.

Como se dice
el incidente está zanjado,
la barca del amor
se estrelló contra la vida cotidiana.
Estoy en paz con la vida. Inútil, recordar
dolores
desgracias
y ofensas mutuas.


Vladimir Mayakovsky
Sed felices
12-4-1930






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