Incluso los botones de su vestido parecen mirarme como si fueran una hilera de ojos asustados.
Hermosa frase donde el escritor noruego Knut Hamsun explica cómo el mundo que nos rodea y nos influencia no es mas que una serie de percepciones y cómo somos nosotros mismos quienes las coloreamos y dotamos de significados. Parecen mirarme como si fueran una hilera de ojos asustados, cuando es el sujeto que piensa la frase quien está asustado, quien ve el miedo, otorgándoles vida -como un antiguo animista- a unos botones inertes e inexpresivos.
En Hambre no hay acción narrativa, no hay trama, ni evolución de personajes. Solo un estado mental y un lugar físico: la ciudad de Christiania. Ni siquiera podemos decir que se trata de una novela sicológica o naturalista. En cualquier caso, un naturalismo extremo, simplemente un torrente de consciencia, que permanece constante, como un glaciar o como el fuego, desde la primera palabra hasta la última. Una espiral dando vueltas sobre sí misma, reiterada y obsesiva, que supone la primera novela modernista de la cultura Europea.
Hambre trata sobre un escritor que parece desequilibrado y que se limita a quejarse o a soñar mientras da vueltas por Christiania, enloquecido por un hambre que el mismo ha decidido sufrir. Un hambre que es física y mental, pero un hambre insaciable. Un estado mental auto-destructivo en el que todo se corrompe y en el que el ser humano se siente dirigido por el Caos y la catástrofe. Algunos lo han conocido.
Antes de abandonar la modernidad y proclamar radicalmente la vuelta al campo y a la naturaleza, Hamsun escribió la novela de la ciudad. Donde el hombre tras romper los lazos que le unían a su pasado se convierte en un ser desarraigado, incomunicado, guardián de un fuego en su interior que siempre necesita alimento para quemar: el hambre.
Pero lo más interesante de la novela no es precisamente el tipo de emociones que describe, sino como la focalización no se centra (obvia por completo, de hecho) en la construcción de personajes o tipos y en la definición de sus relaciones para expresar una idea. Por primera vez, al menos de una forma consciente, el arte intenta expresar la consciencia en su totalidad.
Como el propio Hamsun explicaba, "me interesan los secretos movimientos que se realizan inadvertidos en lugares apartados de la mente, de la anarquía imprevisible de las percepciones, de la sutil vida de la fantasía que se esconde bajo la lupa, los devaneos sin rumbo que emprenden el pensamiento y el sentimiento, viajes aún no hollados, que se realizan con la mente, el corazón, extrañas actividades, nerviosas, murmullos de la sangre, plegarias de huesos, toda la vida interior del inconsciente".
De hecho, para fortalecer esta idea, el personaje de Hambre no es nadie, no tiene nombre, edad, familia. Nada. Solo un dialogo interior constante. El stream of consciousness.
Hambre ha sido durante un siglo entero una especie de libro de texto para jóvenes escritores. La lista es asombrosa: Thomas Man, Henry Miller, Herman Hesse, Stefan Zweig, Franz Kafka, Anais Nin, o el mucho más joven, Paul Auster, se consideran, todos, discípulos de Knut Hamsun
Él mismo explicó mejor que nadie de qué trata Hambre:
He hecho un intento de escribir no una novela, sino un libro sin bodas, sin excursiones campestres y sin bailes en casa del señor director; un libro sobre las delicadas oscilaciones de una vulnerable alma humana, sobre esa extraña vida de la mente, sobre los misterios de los nervios en un cuerpo consumido por el hambre.
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