jueves, 8 de marzo de 2012

Romancero gitano. Poeta en Nueva York. Federico García Lorca.


Lorca era un poeta que transformó su vida (y su muerte) en poesía. Yo creo que comencé a entenderlo cuando leí la anécdota que cuenta Dalí en uno de sus escritos. Decía que Federico solía representar a menudo su fallecimiento repentino en los momentos menos esperados. Tomándose un café con amigos, en plena tertulia, bajando unas escaleras, se agarraba el corazón y se desplomaba. Así permanecía inerte ante el asombro de sus contertulios hasta que Dalí comenzaba a aplaudir diciendo: ¡Olé!. También lo dijo cuando leyó la noticia de su asesinato en 1936. 

En esta edición barata de apenas 92 páginas, de un papel de muy mala calidad, se reúnen las dos obras más aplaudidas del poeta en el extranjero: Romancero Gitano y Poeta en Nueva York. Además, incluye la oda que le dedicó a su amigo Salvador Dalí. Las sirenas convencen pero no sugestionan.

La poesía de Lorca roza la genialidad creativa al modo andaluz de sugerir más que de explicar. También abre puertas. En una de sus conferencias explica que, como él lo entiende, poesía significa unir dos expresiones que nunca habían estado juntas antes: las sirenas convencen, pero no sugestionan. Y sobre esa base reparte a lo largo de su obra una serie de imágenes inauditas que sobrevuelan sobre la experiencia del dolor y del deseo.



El Romancero Gitano es la obra que le alejó de sus amigos Dalí y Buñuel, por su popularismo, incomprendido, en pleno auge de las vanguardias y la modernidad. En este libro Lorca demuestra un conocimiento profundo del romancero español y una fascinación por sus recursos y su temática de pasiones descontroladas que conducen a la muerte. Mucho se metieron con él los autores de Un perro andaluz

De Poeta en Nueva York, diré que a diferencia de la visión de la ciudad de los rascacielos de JRJ absolutamente egocentrada y provinciana, la de Lorca es por el contrario universal. Al igual que el cante jondo, el surrealismo es para Lorca un vehículo que viaja hacia lo profundo. No me resisto a compartir mi poema favorito:

Paisaje con dos tumbas y un perro asirio

Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando,
hijo mío.
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en un cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos. 

Amigo,
despierta, que los montes todavía no respiran
y las hierbas de mí corazón están en otro sitio.
No importa que estés lleno de agua de mar.
Yo amé mucho tiempo a un niño
que tenía una plumilla en la lengua
y vivimos cien años dentro de un cuchillo.
Despierta. Calla. Escucha. Incorpórate un poco.
El aullido
es una larga lengua morada que deja
hormigas de espanto y licor de lirios.
Ya vienen hacia la roca. ¡No alargues tus raíces!
Se acerca. Gime. No solloces en sueños, amigo. 

¡Amigo!
Levántate para que oigas aullar
al perro asirio


También este fragmento en el que el poeta habla de su compromiso social con quienes sufren, a veces malentendido como política. O no sé.

Yo siempre soy y seré partidario de los pobres. En el mundo ya no luchan fuerzas humanas, sino telúricas. A mi me ponen en una balanza el resultado de esta lucha: aquí tu dolor y tu sacrificio, aquí la justicia para todos, aún con la angustia del transito que ya se presiente pero que se desconoce, y descargo el puño con fuerza en este platillo.




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