Ilustración de Sonia Pulido para Random House. |
La depresión y su influencia han sido el origen y el tema principal de mucha literatura del siglo XX, pero nunca había leído un texto que explicase tan claramente su efecto en el ser humano:
Descolgué.
-Hola -contesté con una voz grave, impostada.
-Hola, Esther, ¿qué pasa, tienes laringitis?
Era mi vieja amiga Jody, que llamaba desde Cambridge.
Jody estaba trabajando en la Cooperativa ese verano y haciendo un curso de sociología a la hora de comer. Había alquilado con otras dos chicas de mi universidad un piso grande a cuatro estudiantes de derecho de Harvard, y mi idea era instalarme con ellas cuando empezara el curso de escritura.
Jody quería saber a partir de qué fecha llegaba.
-No voy a ir -dije-. No estoy admitida en el curso.
Se hizo una breve pausa.
- Qué burro -dijo Jody entonces-. No reconoce el talento cuando lo tiene delante.
-Eso mismo opino yo. -Mi voz me sonó extraña y hueca.
-Vente igual. Haz otro curso.
Se me pasó por la cabeza estudiar alemán o psicología clínica. A fin de cuentas en Nueva York había ahorrado casi todo el sueldo, así que me lo podía permitir.
Pero la voz hueca dijo:
-Mejor que no contéis conmigo.
-Bueno -empezó Jody-, pues había una chica que quería venirse con nosotras si alguien fallaba...
-Perfecto. Avísala.
En cuanto colgó supe que debería haberle dicho que iría. Una mañana más escuchando el cochecito de Dodo Conway me volvería loca. Y procuraba no pasar nunca más de una semana con mi madre bajo el mismo techo.
La llamaría otra vez.
Fui a descolgar el teléfono, pero retire la mano y la dejé caer. La obligué de nuevo, pero una vez más se paró en seco, como si hubiera chocado contra un vidrio.
Sylvia Plath es la escritora más contemporánea de su generación, quizás por lo esencial y lo instintivo de los temas que trata. Su final la convirtió en un icono del siglo XX, en una de las escritoras más leídas que genera como Lorca en España, una fuerza de atracción por su inteligencia, sensibilidad , por su vulnerabilidad y por su sinceridad artística.
Hace poco alguien me dijo (una vez más) que su literatura preferida era el realismo sucio y Raymond Carver. En ese momento terminaba de leer 'La campana de cristal' y pensé que la novela de Sylvia Plath también era una novela de realismo sucio, pero que a diferencia de Carver y el resto, que proponen novelas escritas desde masculinidades frías, duras y violentas, Plath propone la perspectiva de una 'chica' perfecta americana de los años cuarenta mediante un conflicto dialéctico entre una realidad limitante y opresiva (especialmente para una mujer) y su rico universo de sentimientos, emociones y aspiraciones.
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