domingo, 18 de enero de 2015

Poemas 1934-1952. Dylan Thomas



Al escucharle recitar, los poemas de Dylan Thomas adquieren una nueva dimensión porque suenan como himnos o salmos religiosos (la oración como poema) y su voz parece la de un sabio. Es un dato histórico que Robert Zimmerman se transformó en Bob Dylan gracias a este poeta de vida excesiva y caótica que anunciaba la libertad y el misticismo americano que luego reclamarían los beats.

Dicen que a los cuatro años era capaz de recitar Ricardo II de Shakespeare de memoria, lo que explicaría su sentido rítmico virtuoso y su profunda y dramática (teatral) visión poética, porque hay algo de shakesperiano en su obra, pero también de esotérico y religioso, al menos en lo que el esoterismo y la religión tienen de simbólico: es decir, la comunión con el entorno, la comprensión del mundo que nos rodea a través del rito y de la imagen: la metáfora, que es el modo autenticamente poético.


La simbología celta o bíblica para hablar del ser humano en la naturaleza, pero además, un ritmo y un verbo musicales que conducen los poemas hacia la idea de exuberancia. Dicho por el mismo Dylan Thomas: "la poesía debe ser tan orgiástica como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no provocativa, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo".

Dylan Thomas es el ejemplo de artista autodestructivo que contrasta con el contenido trascendental de su obra. Sirva para explicarlo el relato de su muerte, que por cierto no está claro del todo: una joven cuenta que un hombre borracho se le acercó y le habló sobre la pérdida de su primer amor, le regaló un libro antes de tirarse a las vías del tren, parece que acababa de enterarse de la muerte de su primera amada de juventud, Rose Souther y de su hija. La intencionalidad de su muerte es incierta, también el relato de su antiguo amor, pero dicen que sus últimas palabras fueron:

He bebido 15 vasos de whisky, creo que es todo un record. 

Hay una cosa que me gusta mucho de este libro y aunque suene un poco tonto lo disfruto de vez en cuando: el índice. Leer los primeros versos que titulan los poemas de Dylan Thomas, en orden, deja claro que el poeta entendía el poema como una construcción en el que el verso es el ladrillo y las imágenes van acumulándose sobre la base, los cimientos, que se asientan en el primer verso. Un primer verso fallido haría temblar el poema, pero no es el caso de Dylan Thomas, claro:

La fuerza que por el verde tallo impulsa la flor...

Antes de que llamara...

En un principio...

La luz penetra donde no brilla el sol...

La mano que firmó el papel...

Y la muerte no tendrá señorío...

La losa decía cuando ella murió...

La conversación de los rezos...

Poema en octubre...

No entres docilmente en la noche callada...

Cuento de invierno...

Había un salvador...

Desposorio de una virgen...

En mi oficio u hosco arte...

Visión y oración...

El alcor de los helechos...

En el muslo del gigante blanco...





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