sábado, 6 de julio de 2013

Trópico de Capricornio. Henry Miller.



Problamente la mejor novela de Henry Miller. O en cualquier caso su libro más útil. 

Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza...

Así comienza el libro, la introducción a Historia Calamitatum y continúa reconociendo algo que para muchos es difícil de tragar y para otros solamente socarronería: 

En el fondo de mi corazón anidaba un asesino: quería ver a América destruida, arrasada de arriba a abajo.

Y a medida que seguimos leyendo la confesión, como si Henry Miller estuviera sentado delante de un párroco o en una sala de interrogaciones, es bastante más dura, a veces intolerable desde cualquier ética o moral. Pero sobre todo es como un espejo en el que muchos no quieren verse reflejado y otros se avergüenzan de sí mismos. 

Así, el relato de su juventud y primera madurez es descarnado y aveces terriblemente falso y exagerado, porque el autoconocimiento implica confesar incluso los que nos horroriza de nosotros mismos, para aceptarlo o para cambiarlo. Eso no importa. 

Después llegamos al pasaje más importante de la obra de Miller:

Las estrellas brillan tan claras, serenas, remotas. No se burlan de mí precisamente, sino que me recuerdan la fatalidad de todo. ¿Quién eres tú, muchacho, para hablar de la Tierra, de hacer volar las cosas en pedazos? Muchacho, nosotras hemos estado suspendidas aquí millones y billones de años.

Y el libro cambia de tono. Porque Capricornio no es una llamada de atención como Cáncer, no es un libro para artistas de vanguardia. Es la narración de su despertar espiritual, de su percepción de otro mundo y otras posibilidades. Descubrir el Tao sin saberlo. Había muchas cosas que decir y tenía que decirlo un tipo como Henry Miller, alguien que habría sido medianamente normal, mediocre (un muchacho sin importancia colectiva, solo un individuo, como decía Celine)) de no haberse dado un día un golpe en la cabeza.

Encerrado así durante días y noches sin interrupción, empecé a comprender que el pensamiento, cuando no es masturbación, es lenitivo, curativo, placentero. El pensamiento que no te lleva a ningún sitio te conduce a todas partes: todas las demás clases de pensamiento discurren por canales y, por lejos que lleguen, al final siempre acaban en la estación o en el depósito de máquinas. Al final siempre hay un farolillo rojo que dice !ALTO!

La obra de Miller en su conjunto es un viaje sobre la liberación que comienza con un profundo malestar y desarraigo, los padecimientos de Henry Miller, como los llamaba Jolan Chang, y terminan en una aceptación taoísta del mundo y sus contrastes. Pero Capricornio en particular es la descripción perfecta de cómo su cerebro empieza a pensar de un modo diferente:

A veces, sentado en un parque por la noche, especialmente en un parque cubierto de papeles y restos de comida, veía pasar a una que parecía ir al Tibet y la seguía con ojos desencajados con la esperanza de que empezara a volar, sabía que yo también sería capaz de volar y eso pondría fin a la tarea de cavar y revolcarse. A veces, probablemente a causa del crepúsculo u otras alteraciones, parecía como si volara efectivamente al doblar una esquina. Es decir, que de repente se elevaba del suelo por espacio de unos metros, como un avión demasiado cargado, pero esa simple elevación repentina e involuntaria independientemente de que fuese real o imaginaria, me daba esperanza, me infundía valor para mantener los ojos desencajados e inmóviles. 




Pero el proceso no fue tan sencillo. Lo que mucha gente olvida al referirse a Henry Miller, es que su obra nace en el dolor y el sufrimiento. De la inadaptación.  

Estoy radiante y resplandeciente, entusiasmado con nuevos descubrimientos, pero el centro todavía es de plomo, es escoria. Me echo a llorar... ahí mismo, como un niño. Ahora caigo en la cuenta con toda claridad: !Estas solo en el mundo! Estás solo... solo... solo.... es penoso estar solo... penoso, penoso, penoso, penoso. No tiene fin, es insondable, y es el destino de todos los hombres en la tierra, pero sobre todo el mío. Otra vez la metamorfosis. Todo vuelve a tambalearse y amenazar ruina... Vuelvo a estar en el sueño, el doloroso, el delirante, placentero, enloquecedor sueño de más allá del límite. Me encuentro en el centro del solar vacío, pero no veo mi casa. No tengo casa. El sueño era un espejismo. Nunca había casa en medio del solar vacío. Por eso es por lo que no pude entrar en ella. Mi casa no está en este mundo ni el siguiente. Soy un hombre sin casa, sin amigo, sin esposa. Soy un monstruo que pertenece a una realidad que todavía no existe. Ah, pero existirá, estoy seguro de ello. Ahora camino rápidamente, con la cabeza gacha, musitando para mis adentros...

La liberación de Henry trataba sobre la emoción, por eso la música fue algo tan importante en todo este proceso. La música, que alejada de toda ética, moral, ideología y filosofía, se convierte en un vehículo limpio y puro para profundizar en las emociones y unirnos estrechamente, más allá de los caminos marcados por el pensamiento y la educación de cualquier tipo. 

Si no hubiera habido música, habría acabado en el manicomio como Nijinsky. Lo habían descubierto regalando su dinero a los pobres... ¡lo que siempre fue mala señal! 

Pero el no fue el primero en darse cuenta de algunas cosas. Mucho de lo que nos dice recuerda a Conrand en El corazón de las tinieblas, y al coronel Schultz y a los hombres huecos de T. S. Elliot. Todos los que se llenan con sistemas y cuando descubren su vacío enloquecen de miedo. Dice Miller:

Es terrible ser civilizado, porque cuando llegas al fin del mundo no tienes nada que te ayude a soportar el terror de la soledad. Ser civilizado es tener necesidades complicadas, y un hombre en la flor de la vida no debería necesitar nada. He pasado todo el día atravesando campos de tabaco y sintiéndome cada vez más inquieto. ¿Qué tengo que ver con todo esto? ¿A dónde me dirijo? En todas partes la gente produce cosechas para otra gente y yo soy como un fantasma que se desliza entre toda esta actividad inteligible.

Especialmente sorprendente, por su sensibilidad y belleza, es la coda final final del libro, donde Miller confiesa una primera ausencia en la forma de una mujer que le quiso y desapareció. Un aviso temprano de que la vida idílica y placentera de la sociedad de consumo no estaba destinada a alguien como él. Y después, explica claramente de qué trata el libro: y una vez más, sobre June Mansfield. 






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