Kafka es mi amigo. Es el primer escritor que me interesó y el que más me interesa. Es casi la primera persona a quién quise comprender y quien más me ayudó a comprenderme. Escribí mi primer cuento imitándole. Han pasado más de 15 años desde que abrí La Metamorfosis, El Proceso, o La Condena por primera vez y podría decir que cada acto de mi vida está condicionado por esas primeras lecturas.Así de profundo fue el cambio que supuso en mi visión del mudo. Kafka es mi amigo y no puedo ser objetivo con él.
No puedo leer un texto suyo sin enfadarme. Quisiera de corazón decirle que muchas cosas no eran tan importantes y que no eran culpa suya, ni de su padre, ni de su entorno. Y que ojalá hubiera sabido aceptar que no hay que pedirle tanto a la vida. Me gustaría que su biografía fuera diferente. Que la angustia y la felicidad estuvieran equilibradas. A veces, incluso quisiera que nunca llegase a escribir La Metamorfosis. Ni nada, si era necesario. Preferiría que hubiera escrito novelillas de moda si eso significa que no sufrió.
Sus diarios personales no son una lectura fácil. Y no debió de serlo tampoco para Max Brod, su amigo y testamentario de toda su obra, a quién Kafka le dejó sus escritos para que los quemase. Los trece cuadernos que componen sus Diarios no estaban destinados a la publicación y en ellos, Kafka volcó sus frustraciones y deseos. Estos textos suponen una de las confesiones más intensas de toda la cultura europea del siglo XX.
Quiero transcribir algunas frases:
26 de diciembre de 1910.
Hace dos días y medio que, aunque no del todo, estoy solo y si no me he transformado ya voy camino de hacerlo.
2 de noviembre de 1911.
Esta mañana, a primera hora, por primera vez en mucho tiempo, la alegría de imaginar un cuchillo que gira clavado en mi corazón.
25 de febrero de 1912
He pasado la noche con total indiferencia junto a la mesa familiar; la mano derecha en el respaldo del sillón de mi hermana, que jugaba a las cartas, y la izquierda posada débilmente sobre las rodillas. De vez en cuando, intentaba ser consciente de mi infortunio, pero lo conseguía a duras penas.
2 de mayo de 1912
La imposibilidad física de escribir y la íntima necesidad de hacerlo.
3 de mayo
La terrible inseguridad de mi existencia interior.
21 de julio
El mundo tremendo que tengo en la cabeza. Pero, cómo liberarme y liberarlo sin que se desgarre y me desgarre. Y es mil veces preferible desgarrarse que retenerlo o enterrarlo dentro de mí. Para eso estoy aquí, esto me resulta perfectamente claro.
Odio todo lo que no tiene que ver con la literatura, me aburre sostener conversaciones (aunque sea sobre literatura) me aburre ir de visita; las penas y alegrías de mis parientes me llenan el alma de aburrimiento. Las conversaciones quitan la importancia, la seriedad, la verdad a todo lo que pienso.
14 de agosto
La quiero, pero el amor está enterrado hasta sofocarse bajo el miedo y los reproches a mí mismo.
Me aislaré de todos, hasta la insensibilización. Me enemistaré con todo el mundo. No hablaré con nadie.
6 de agosto de 1914
Desde el punto de vista de la literatura, mi destino es muy simple. El sentido de la descripción de mi visionaria vida interior ha desplazado a todo lo demás al terreno de lo accesorio y se ha atrofiado de un modo terrible y no cesa de atrofiarse más. Nada más podrá satisfacerme nunca.
5 de diciembre
Mi relación con la familia sólo adquiere para mí un sentido unitario cuando me concibo a mi mismo como la ruina de la familia.
25 de febrero de 1915
Si fuese un extraño que observase el curso de mi vida, diría que todo tiene que acabar en la inutilidad, consumido en dudas incesantes y, en el aspecto creador, siempre atormentándome. Sin embargo, como parte interesada, tengo esperanza...
25 de diciembre
Me consumo sin sentido: me haría dichoso poder escribir; no escribo. Jamás me libraré de los dolores de cabeza. Realmente me he devastado a mi mismo.
19 de junio de 1916
Olvidarlo todo. Abrir ventanas. Vaciar la habitación, el viento la llena. Uno ve sólo el vacío, busca por todos lados y no se encuentra.
18 de septiembre de 1917
Desgarrarlo todo.
5 de diciembre de 1919.
Otra vez he pasado por esa terrible grieta larga y estrecha que, en realidad, sólo se puede cruzar en sueños. Por propia voluntad, jamás podría hacerlo estando despierto.
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