sábado, 20 de octubre de 2012

Diarios (1910-1923). Franz Kafka.



Kafka es mi amigo. Es el primer escritor que me interesó y el que más me interesa. Es casi la primera persona a quién quise comprender y quien más me ayudó a comprenderme. Escribí mi primer cuento imitándole. Han pasado más de 15 años desde que abrí La Metamorfosis, El Proceso, o La Condena por primera vez y podría decir que cada acto de mi vida está condicionado por esas primeras lecturas.Así de profundo fue el cambio que supuso en mi visión del mudo. Kafka es mi amigo y no puedo ser objetivo con él.

No puedo leer un texto suyo sin enfadarme. Quisiera de corazón decirle que muchas cosas no eran tan importantes y que no eran culpa suya, ni de su padre, ni de su entorno. Y que ojalá hubiera sabido aceptar que no hay que pedirle tanto a la vida. Me gustaría que su biografía fuera diferente. Que la angustia y la felicidad estuvieran equilibradas. A veces, incluso quisiera que nunca llegase a escribir La Metamorfosis. Ni nada, si era necesario. Preferiría que hubiera escrito novelillas de moda si eso significa que no sufrió.

Sus diarios personales no son una lectura fácil. Y no debió de serlo tampoco para Max Brod, su amigo y testamentario de toda su obra, a quién Kafka le dejó sus escritos para que los quemase. Los trece cuadernos que componen sus Diarios no estaban destinados a la publicación y en ellos, Kafka volcó sus frustraciones y deseos. Estos textos suponen una de las confesiones más intensas de toda la cultura europea del siglo XX.


Quiero transcribir algunas frases:

26 de diciembre de 1910.

Hace dos días y medio que, aunque no del todo, estoy solo y si no me he transformado ya voy camino de hacerlo. 

2 de noviembre de 1911.

Esta mañana, a primera hora, por primera vez en mucho tiempo, la alegría de imaginar un cuchillo que gira clavado en mi corazón.

25 de febrero de 1912

He pasado la noche con total indiferencia junto a la mesa familiar; la mano derecha en el respaldo del sillón de mi hermana, que jugaba a las cartas, y la izquierda posada débilmente sobre las rodillas. De vez en cuando, intentaba ser consciente de mi infortunio, pero lo conseguía a duras penas.

2 de mayo de 1912

La imposibilidad física de escribir y la íntima necesidad de hacerlo. 

3 de mayo

La terrible inseguridad de mi existencia interior.

21 de julio

El mundo tremendo que tengo en la cabeza. Pero, cómo liberarme y liberarlo sin que se desgarre y me desgarre. Y es mil veces preferible desgarrarse que retenerlo o enterrarlo dentro de mí. Para eso estoy aquí, esto me resulta perfectamente claro. 

Odio todo lo que no tiene que ver con la literatura, me aburre sostener conversaciones (aunque sea sobre literatura) me aburre ir de visita; las penas y alegrías de mis parientes me llenan el alma de aburrimiento. Las conversaciones quitan la importancia, la seriedad, la verdad a todo lo que pienso.

14 de agosto

La quiero, pero el amor está enterrado hasta sofocarse bajo el miedo y los reproches a mí mismo.

Me aislaré de todos, hasta la insensibilización. Me enemistaré con todo el mundo. No hablaré con nadie.

6  de agosto de 1914

Desde el punto de vista de la literatura, mi destino es muy simple. El sentido de la descripción de mi visionaria vida interior ha desplazado a todo lo demás al terreno de lo accesorio y se ha atrofiado de un modo terrible y no cesa de atrofiarse más. Nada más podrá satisfacerme nunca.  

5 de diciembre

Mi relación con la familia sólo adquiere para mí un sentido unitario cuando me concibo a mi mismo como la ruina de la familia.

25 de febrero de 1915

Si fuese un extraño que observase el curso de mi vida, diría que todo tiene que acabar en la inutilidad, consumido en dudas incesantes y, en el aspecto creador, siempre atormentándome. Sin embargo, como parte interesada, tengo esperanza...

25 de diciembre

Me consumo sin sentido: me haría dichoso poder escribir; no escribo. Jamás me libraré de los dolores de cabeza. Realmente me he devastado a mi mismo. 

19 de junio de 1916

Olvidarlo todo. Abrir ventanas. Vaciar la habitación, el viento la llena. Uno ve sólo el vacío, busca por todos lados y no se encuentra.

18 de septiembre de 1917

Desgarrarlo todo.

5 de diciembre de 1919.

Otra vez he pasado por esa terrible grieta larga y estrecha que, en realidad, sólo se puede cruzar en sueños. Por propia voluntad, jamás podría hacerlo estando despierto. 






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lunes, 15 de octubre de 2012

Cancionero y Romancero Español. Dámaso Alonso.


Voy a intentar resumir, más mal que bien, la introducción de Dámaso Alonso sobre el cancionero "de tipo tradicional". Seguramente se pierda la idea más importante que refleja el escrito: la delicadeza y fragilidad de unos textos perdidos en reelaboraciones y arreglos modernos. Un frase insertada en una canción o a veces solo la impresión de que el origen de una tonada es mucho más antiguo de lo que se piensa. Como el vino viejo mezclado en barricas nuevas que aún mantiene su presencia. Pero sobre todo, la perfección en cuanto a forma, contenido y emoción de unas canciones que el pueblo (entendiendo esta palabra en su significado más amplio) hizo suyos perfeccionándolos a lo largo de los siglos, para llegar a una concreción emocional a veces sobrecogedora como pocas líricas han visto.

Dice Dámaso:

El mundo ignoraba hasta la existencia de este tesoro de nuestra poesía. Menéndez Pelayo lo empezó a entrever al estudiar el teatro de Lope, pero nunca lo pudo conocer ni apreciar en su conjunto. 

Hablamos de un tesoro inmenso de poemillas de la Edad Media que perviven y aún crecen en número en los siglos XVI y XVII. Lope usa este tesoro en su teatro. Lo glosa, lo retoca y algunas veces, lo imita. ¿Es esto poesía popular? El agua del río tiene su fuente originaria, pero luego se filtra, se vuelve a filtrar para perderse y depurarse en las arenas. Río humano es el pueblo como reunión, a través del tiempo, de todos los niveles sociales y culturales. Lo cierto es que es una poesía muy distinta de la culta.

Para evitar esas dudas se utiliza el término "tradicional". Son muy numerosas las canciones de cuya tradicionalidad no tenemos pruebas, aunque sí claros indicios. Los poetas del Siglo de Oro se aplicaron infatigablemente a glosar los estribillos antiguos y a componer otros según las fórmulas viejas. 

Esa era la cuestión hasta que hace unos años se descubrieron las jarchas mozárabes: el máximo descubrimiento entre todas las literaturas románicas del siglo XX. 

Nuestra literatura comenzaba en el épico Cantar del Cid, del siglo XII. Pero ahora tienen un inicio encantadoramente lírico: unas sencillísimas canciones de mujer enamorada escritas en dialecto mozárabe que suponen la lírica en lengua románica más antigua. 

Una serie de casualidades hizo posible que llegase a nuestras manos este tesoro. Cultos poetas hebreos y árabes, los mas antiguos del siglo XI, pusieron en cierto tipo de composiciones una jarcha o estrofilla final, no en hebreo ni en árabe, como el resto del poema, sino en el dialecto español que hablaban los mozárabes. 

Los poemas de estos escritores hebreos han actuado como prodigiosos frascos de alcohol dónde conservar estas criaturas líricas del siglo XI. Y llegan hasta nosotros tibias, dulcemente encendidas de una luz diaria y de una belleza de la que nada sabíamos.


¡Tant'amare, tant'amare,
habib, tant'amare!
Enfermeron olios nidios,
e dolen tan male.


¡Tanto amar, tanto amar, amigo, tanto amar! Enfermaron [mis] ojos brillantes y duelen tanto.


¿Qué fare yo mamma?
Mieo-l-habibi ya vase
Con tal bel fogore.
¡Layta non lo amase!

¿Qué haré madre? Mi amigo ya se va con tan hermoso fulgor. ¡Ojalá no le amase! 

Non t'amarey illa con as-sarti
an tajma halhali ma'a qurti.



No te amaré sino con la condición de que juntes mi ajorca del tobillo con mis pendientes. 



Báy-se méw qorazon de mib
¡Ya Rabb, si se me tornarad!
¿Tan mal me dóled li-l-habib!
Enfermo yed: ¿Kuand sanará?

Mi corazón se me va de mí.¡Oh Dios, ¿acaso se me tornará?¡Tan fuerte mi dolor por el amado! Enfermo está, ¿cuando sanará?







Después de las jarchas, podemos mirar al cancionero tradicional: quizás las flores mas delicadas de toda la poesía española. Todas tuvieron un autor, pero el pueblo colaboró en ellas, filtrándolas, a lo largo de los siglos. Un alto grito lírico, breve, brevísimo, indeterminado, que nos toca y nos deja impregnados de ensueño y nostalgia.

Malherida iba la garza
enamorada,
sola va y gritos daba.

Donde la garza hace su nido,
ribericas de aquel río,
sola va y gritos daba.

¿Qué garza? ¿que vuelo? ¿Qué amor? ¿Qué ribera? Un grito de amor ha cuajado, plasmado en una breve joya imperecedera.

Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.

Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día,
no traigáis compañía;
Venid a la luz del alba,
no traigáis gran compaña.

La más sencillamente bella de la poesía española. La fuerza y el ímpetu rítmico:

¡Del rosal vengo, mi madre
vengo del rosale!

Con un fondo sensual y trágico:

En la huerta nace la rosa,
quiérome ir allá
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Por las riberas del río
limones coge la virgo,
quiérome ir allá...








sábado, 13 de octubre de 2012

Primavera negra. Henry Miller.

Brooklyn en 1910.

¿Qué es mejor que leer a Virgilio o aprender a Goethe de memoria? Pues...comer al aire libre bajo un toldo por ocho francos en Issy-les-Moulineaux...

Parece que Henry Miller estaba condenado a convertir en caricaturas grotescas a todas la personas que describía en sus novelas. Como si quisiera demostrar el barbarismo y la sin razón de los comportamientos humanos, no se libraba nadie de su visión desnaturalizadora. En su búsqueda de la verdad, pasaba por alto un detalle importante: la delicadeza y la bondad. Como si quisiera que todo el mundo se diera cuenta del poco sentido y de la inutilidad de sus acciones. 

No hay ni un personaje admirable o sensato en sus novelas. Casi ninguno, más bien. Su manera de construir caracteres es el gran problema del escritor. Y ahí radica su pesimismo: su descreimiento en el género humano no le permite profundizar en los demás. Y como resultado, sus personajes no son reales, no tienen vida y parecen siempre la misma persona: nadie en concreto. Un "bandarra" cualquiera.

Sus textos, narrados siempre en una soberbia primera persona Walt Whitmaniana, no tienen espacio para la ternura. Y si un escritor no muestra ternura por sus personajes, nunca serán nada más que estereotipos planos. En el caso de Miller: caricaturas imperfectas. 

Se acerca a ellos sin compasión y decide contar lo más grotesco de sus comportamientos, sus actitudes más mecánicas y mezquinas. Al leer sus libros parece que Henry Miller viviera en un mundo rodeado de maniquíes y gente cruel, locos, idiotas o egoístas. Gente muerta incapaces de ver la importancia de estar vivo... Aunque en realidad todos nos hemos sentido un poco así alguna vez... ¿no? 

Dedicada, corregida y recortada por su gran amiga Anaïs Nin, Primavera Negra forma junto con los Trópicos de Cáncer y Capricornio, la primera trilogía del autor. Después vendrá su redención en la Crucifixión rosa

En Primavera negra recorre París y su adolescencia neoyorquina, esmerándose por terminar, más mal que bien, un relato costumbrista (no muy acertado por su fragmentación grotesca de la realidad) sobre su vida en Brooklyn, como hijo de un sastre, rodeado de judíos, alemanes y polacos acogidos por la pujante américa y toda la fauna de la calle.





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miércoles, 10 de octubre de 2012

Los demonios de Loudon. Aldous Huxley.

Una escena de la película Los demonios de Loudun, de Krzysztof Penderecki.
La historia es terrible. Y entre otras cosas, explica que los seres humanos tienen miedo de si mismos. Miedo, al poder que tenemos sobre los demás y por lo tanto, temor de pesar que los demás podrían hacernos lo mismo que nosotros a ellos. Pero también el miedo a traspasar nuestros límites, a llegar un poco más lejos de nuestra conciencia. Justo donde empezamos a perder el control sobre nosotros mismos. 

Si algo tienen en común el triangulo de personajes de esta historia, las posesiones demoníacas de las monjas ursulinas de Loudon en XVII, es que todos tenían miedos y rencores y todos dejaron que sus sentimientos y emociones controlaran sus acciones. Pero demasiado.

Retrato de Urbain Grandier.
Para quien no conozca el caso, lo explico:

En el año 1631, en la ciudad francesa de Loudun, las mojas de un convento de ursulinas, encabezadas por la priora Sor Juana de los Ángeles (busquen sobre ella en google), afirmaron estar poseídas por el demonio y señalaron como responsable a Urbain Grandier, un cura pero también un seductor. Un Don Juan conocido en el territorio por su ambición y su vida poco ejemplar. Acusado de brujería, el proceso, en el que se mezcla la ignorancia, la superstición y sobre todo, las pasiones humanas y la alta política, acaba decidiendo la suerte de Grandier, que muere en la hoguera después de ser torturado brutalmente.

En un triangulo fatal donde se encuentran las peores emociones humanas, la historia se retuerce para que todos los personajes se conviertan en víctimas de los rencores y miedos de los demás. Grandier perdió el control de sí mismo al utilizar la seducción de las mujeres del pueblo para humillar a las autoridades. A Sor Juana de los Ángeles, su deseo carnal por el cura seductor y el rencor por su rechazo le llevo a un estado mental en el que ella misma, como confiesa en sus memorias, no sabía si era el demonio quien la controlaba del todo o, a veces, era ella misma.

Y finalmente, las personas que promovieron la acusación de brujería contra Grandier. Aristócratas, eclesiásticos y políticos que no tuvieron ningún pudor en falsear pruebas y mentir para acabar cruelmente con el hombre que había seducido a sus mujeres.



A través del análisis periodístico de este suceso Huxley plantea su teoría sobre la auto-trascendencia horizontal y la necesidad de salir de nosotros mismos, para evitar el aislamiento y la soledad.

Aquí os dejo un fragmento del texto:


En cuanto al hecho de escapar al espanto de sentirse persona aislada y sola, la mayoría de las personas eligen casi siempre un camino que no es el que va hacia arriba ni el que va hacia abajo, sino un camino llano. Todos se identifican con alguna causa que supera en amplitud el ámbito de sus intereses inmediatos, pero que no es degradantemente inferior y, si resulta que es más elevada solo lo es en el rango de los valores sociales corrientes.

En ese camino horizontal, o casi horizontal, la trascendencia puede darse en virtud de algo tan trivial como una manía o tan estimable como el amor. Puede darse también por la identificación que uno hace de sí mismo con cualquier actividad humana, desde la dirección de un negocio hasta la investigación nuclear, desde la composición de una sinfonía hasta la búsqueda y composición de sellos, desde las campañas de tipo político hasta la educación de los niños o el estudio de las costumbres matutinas de  los pájaros. 

La autotrascendencia horizontal es de la mayor importancia. Sin ella no habría arte, ni ciencia, ni ley, ni filosofía y ni siquiera civilización. Y, ciertamente, tampoco habría guerra ni odium theologicum oideologicum, ni intolerancia sistemática, ni persecución. Esos grandes bienes y esos enormes males son los frutos de la capacidad del hombre para la total y continua identificación con una idea, un sentimiento, una causa.

¿Cómo podemos tener el bien sin el mal, cómo gozar de una elevada civilización, sin saturación de bombardeos y exterminios? La respuesta es que no podemos mantener el bien tan largo tiempo como nuestra autotrascendencia permanece en actitud horizontal. 

Cuando nos identificamos con una idea o con una causa es que nos hallamos de hecho en trance de adoración de algo de tipo domestico, algo parcial y parroquial, algo que, no obstante su nobleza, tiene características excesivamente humanas. El patriotismo, según la conclusión a que llega un gran patriota la víspera de su ejecución, "no es suficiente". Ni el socialismo, ni comunismo, ni capitalismo. Tampoco la iglesia. Todo esto es indispensable, pero ninguna de estas cosas es suficiente.

La civilización exige del individuo una decidida autoidentificación con la inminente causa de la naturaleza humana. Pero si esta autoidentificación con lo humano no va acompañada de un consciente y consistente esfuerzo para llevar a su culminación la autotrascendencia, los bienes conseguidos aparecerán siempre mezclados con males que los contrapesen.

 


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