sábado, 20 de septiembre de 2014

Los Heraldos Negros. César Vallejo



De las seis secciones de Los heraldos negros, no es hasta la penúltima cuando aparece por primera vez César Vallejo de una manera rotunda. Hasta entonces, todos los poemas del libro no son más que un ensayo. Evidentemente, pruebas que mientras se componían no eran consideradas como un entrenamiento artístico, por lo que en esencia (independientemente de su valor formal) son testimonio sincero del desgarramiento profundo del poeta y presentan el desarrollo de un nuevo lenguaje de una fuerza emotiva sin precedentes.

Pero a fin de cuentas, pruebas, estos primeros poemas, en los que Vallejo debió de darse cuenta de que las formas y los usos poéticos (el lenguaje) no le permitían expresar "la verdad" de su vida interior. Porque obviamente Vallejo es de esos escritores que entienden que el arte y la vida es una misma cosa. 

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

El primer verso del libro, en el que queda claro que lo importante es aquello que no puede expresarse. O por ejemplo:

Las piedras no ofenden; nada
codician. Tan sólo piden
amor a todos, y piden
amor aún a la Nada.

Y si algunas de ellas se
van cabizbajas, o van
avergonzadas, es que
algo de humano harán...

Madre nuestra, esta mañana
me he corrido con las hiedras
al ver la azul caravana
de las piedras
de las piedras
delas piedras...

Pruebas, decía, en los que el poeta trata de encontrar una pregunta: cuando la encuentra y toda su obra será la búsqueda de la respuesta.



En estas dos últimas secciones del libro, Truenos y Canciones de hogar, deja por fin atrás (se libera) de los vicios y las preconcepciones del romanticismo, del modernismo y de la poesía simbolista para adentrarse en algo que todavía no tenía nombre: el lenguaje individual: lo que se aleja de las corrientes y tendencias: lo verdadero en el arte.

Y este lenguaje (el hallazgo) pasa por la disonancia y la asimetría. Las complejidades de la poesía de Vallejo no son consecuencia de una experimentación gratuita, ni la intención rupturista forzada (las cuatro primeras secciones del libro son la prueba) sino la demostración de que las convenciones del lenguaje escrito y las del lenguaje hablado pueden ser insuficientes para expresar aquello que existe y es real en la vida oculta, la vida interior. Vallejo no tiene otra alternativa. 


En las tiendas griegas

Y el Alma se asustó
a las cinco de aquella tarde azul desteñida.
El labio entre los linos la imploró
con pucheros de novio para su prometida.

El Pensamiento, el gran General se ciñó
de una lanza deicida.
El Corazón danzaba; más, luego sollozó:
la bayadera esclava estaba herida?

Nadal Fueron los tigres que la dan por correr
a apostarse en aquel rincón, y tristes ver
'los ocasos, que llegan desde Atenas.

No habrá remedio para este hospital de nervios,
para el gran campamento irritado de este atardecer)
Y el General escruta volar siniestras penas
allá ................................

en el desfiladero de mis nervios!




Ágape

Hoy no ha venido nadie a preguntar; 
ni me han pedido en esta tarde nada. 

No he visto ni una flor de cementerio 
en tan alegre procesión de luces. 
Perdóname, Señor: qué poco he muerto! 

En esta tarde todos, todos pasan 
sin preguntarme ni pedirme nada. 

Y no sé qué se olvidan y se queda 
mal en mis manos, como cosa ajena. 

He salido a la puerta, 
y me da ganas de gritar a todos: 
Si echan de menos algo, aquí se queda! 

Porque en todas las tardes de esta vida, 
yo no sé con qué puertas dan a un rostro, 
y algo ajeno se toma el alma mía. 

Hoy no ha venido nadie; 
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!


El tálamo eterno

Sólo al dejar de ser, Amor es fuerte!
Y la tumba será una gran pupila,
en cuyo fondo supervive y llora
la angustia del amor, como en un cáliz
de dulce eternidad y negra aurora.
Y los labios se encrespan para el beso,
como algo lleno que desborda y muere;
y, en conjunción crispante,
cada boca renuncia para la otra
una vida de vida agonizante.
Y cuando pienso así, dulce es la tumba
donde todos al fin se compenetran
en un mismo fragor;
dulce es la sombra, donde todos se unen
en una cita universal de amor.



Espegersia

Yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo. 

Todos saben que vivo, 
que soy malo; y no saben 
del diciembre de ese enero. 
Pues yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo. 

Hay un vacío 
en mi aire metafísico 
que nadie ha de palpar: 
el claustro de un silencio 
que habló a flor de fuego. 

Yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo. 

Hermano, escucha, escucha... 
Bueno. Y que no me vaya 
sin llevar diciembres, 
sin dejar eneros. 
Pues yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo. 

Todos saben que vivo, 
que mastico... y no saben 
por qué en mi verso chirrían, 
oscuro sinsabor de ferétro, 
luyidos vientos 
desenroscados de la Esfinge 
preguntona del Desierto. 

Todos saben... Y no saben 
que la Luz es tísica, 
y la Sombra gorda... 
Y no saben que el misterio sintetiza... 
que él es la joroba 
musical y triste que a distancia denuncia 
el paso meridiano de las lindes a las Lindes. 

Yo nací un día 
que Dios estuvo enfermo, 
grave.





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