jueves, 22 de mayo de 2014

Fragmentos. Heráclito



Puede que el poder de los textos que se le atribuyen a Heráclito resida precisamente en que, en realidad, no fueron dichos por nadie. Quizás podrían expresar lo que interesadamente ciertos autores querían que Heráclito hubiera dicho. Nunca directamente lo que ellos querían, como si un segundo nivel de abstracción les obligara a salirse de si mismos y al pensar como otro llegaran a un lugar mental en el que se sentían completamente libres para expresar aquello que de verdad sentían: la consciencia colectica. Si no, no se explica la profundidad y relevancia de muchos de sus fragmentos. Eso, o que su ambigüedad y su simbolismo les permiten atarse a cualquier lazo.

Los tres factores claves del pensamiento de Heráclito (antigüedad, fragmentación y misticismo) funcionan al mismo tiempo como única llave que permite su comprensión y, paradójicamente lo enturbian y nos alejan de su verdadero significado. Supone Heráclito el inicio de la cultura occidental, pero al mismo tiempo es la unión con la filosofía y la mística de los textos de oriente: la discordia y el cambio y el fluir constantes. Y su simbolismo: el fuego.

Los filósofos primitivos reflexionaban a base de una experiencia directa, ingenua y sincera. Cada uno de ellos buscaba expresar en un elemento de la naturaleza un principio organizador. El agua y el río captaron el interés de Heraclito, pero la muerte y la resurrección, el dejar de ser en el continuo, se expresan mejor con el fuego: la transformación de la materia en luz y humo, para explicar la fluidez continua de las cosas.

Y la armonía de los contrarios, la tensión como representación de la vida y no como problema que necesita ser resuelto. La negación de la uniformidad en una continua lucha dialéctica en la que lo opuesto se convierte en su contrario continua y sucesivamente. Y no es una visión del mundo, es un acercamiento sincero a través de la experiencia...

Dice Heraclito:

Lo contrario se pone de acuerdo; y de lo diverso la más hermosa armonía, pues todas las cosas se originan en la discordia.

¿Cómo puede uno ponerse a salvo de aquello que jamás desaparece?

Muchos no lo comprenden, aunque se encuentren con ello, ni lo entienden, cuando lo aprenden; pero se imaginan comprenderlo.

Muerte es todo lo que vemos estando despiertos; más lo que vemos estando dormidos es sueño.

El hombre prende una luz para sí mismo durante la noche, cuando ha muerto, pero todavía vive. El soñador, cuya visión ha sido suprimida, ilumina desde la muerte; el que está despierto, ilumina desde el ensueño.

Este mundo, que es el mismo para todos, no lo hizo ningún dios o ningún hombre; sino que fue siempre es ahora y será fuego siempre viviente, que se prende y se apaga medidamente. 

La sabiduría es una sola: conocer la razón por la cual todas las cosas son dirigidas por todas. 

Entramos y no entramos en los mismos ríos; somos y no somos. 

Los hombres ignoran que lo divergente está de acuerdo consigo mismo. Es una armonía de tensiones opuestas, como la del arco y la lira. 

El camino hacia lo alto y el camino hacia lo bajo es uno y el mismo. 

Es siempre uno y lo mismo en nosotros, lo vivo y lo muerto, lo despierto y lo dormido, lo joven y lo anciano. lo primero se transforma en lo segundo y lo segundo en lo primero. 

Homero es un astrólogo. 

Lo frío se calienta, lo cálido se enfría, lo húmedo se seca, lo seco se humedece...









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