martes, 13 de mayo de 2014

Lluvia. Somerset Maugham.



De los escritores extranjeros que se leían durante el franquismo en España, Maugham era el único que se alejaba de los planteamientos morales centrados en la capacidad de tomar decisiones de los seres humanos.

Dentro de lo aburrido y convencional en la estructura, su narrativa tiende a realizarse en la tensión (no construida argumentalmente) que se refleja en la descripción de quien llega a una situación sicológica más extrema que la de los demás personajes que comparten la historia. Esta tensión en Maugham provoca un alejamiento y una contradicción que no se resuelve, que solamente puede aceptarse.

En realidad, esta idea de un elemento de distorsión que se produce naturalmente y que no puede evitarse es lo mejor de la obra de Maugham y quizás, este malentendido pesimismo es lo que le distancia de las novelas éticas y morales (no necesariamente moralistas) de la época: no habla de comportamientos humanos, como Lajos Zilahy, Grahan Greene, o incluso Steinbeck, sino de estados mentales. 

Lluvia recopila cuatro cuentos en los que se repiten dos elementos como unidad narrativa: un lugar remoto para el occidental, las islas del pacífico, símbolo del viaje mental; y el suicidio, no como solución al conflicto, sino como simple manifestación de una distorsión, como reflejo de una contradicción profunda.

Por eso en Maugham el suicidio no es una muerte real, sino la representación externa del proceso interno del sujeto que ha llegado a un límite irrenunciable. Se trata de algo simbólico, por eso se repite en los cuatro cuentos, en diferentes formas, como motor de la trama.

El símbolo del lugar remoto y de la naturaleza exuberante podemos entenderlo con facilidad como representación de un modo de pensamiento, una cultura diferente, igual que Londres lo sería para un habitante de Honolulu. Es más, simplemente con la contemplación de ciertos paisajes parece que nuestra forma de pensar se transforme en algo diferente. Eso sí, ambos paisajes, el urbano y el natural, como pensamientos que te obligan a adaptarte a ellos y nunca al revés.

En cambio lo del suicidio es un símbolo más complejo y más cerrado: representa la tensión máxima, lo que no queremos saber.








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