lunes, 15 de octubre de 2012

Cancionero y Romancero Español. Dámaso Alonso.


Voy a intentar resumir, más mal que bien, la introducción de Dámaso Alonso sobre el cancionero "de tipo tradicional". Seguramente se pierda la idea más importante que refleja el escrito: la delicadeza y fragilidad de unos textos perdidos en reelaboraciones y arreglos modernos. Un frase insertada en una canción o a veces solo la impresión de que el origen de una tonada es mucho más antiguo de lo que se piensa. Como el vino viejo mezclado en barricas nuevas que aún mantiene su presencia. Pero sobre todo, la perfección en cuanto a forma, contenido y emoción de unas canciones que el pueblo (entendiendo esta palabra en su significado más amplio) hizo suyos perfeccionándolos a lo largo de los siglos, para llegar a una concreción emocional a veces sobrecogedora como pocas líricas han visto.

Dice Dámaso:

El mundo ignoraba hasta la existencia de este tesoro de nuestra poesía. Menéndez Pelayo lo empezó a entrever al estudiar el teatro de Lope, pero nunca lo pudo conocer ni apreciar en su conjunto. 

Hablamos de un tesoro inmenso de poemillas de la Edad Media que perviven y aún crecen en número en los siglos XVI y XVII. Lope usa este tesoro en su teatro. Lo glosa, lo retoca y algunas veces, lo imita. ¿Es esto poesía popular? El agua del río tiene su fuente originaria, pero luego se filtra, se vuelve a filtrar para perderse y depurarse en las arenas. Río humano es el pueblo como reunión, a través del tiempo, de todos los niveles sociales y culturales. Lo cierto es que es una poesía muy distinta de la culta.

Para evitar esas dudas se utiliza el término "tradicional". Son muy numerosas las canciones de cuya tradicionalidad no tenemos pruebas, aunque sí claros indicios. Los poetas del Siglo de Oro se aplicaron infatigablemente a glosar los estribillos antiguos y a componer otros según las fórmulas viejas. 

Esa era la cuestión hasta que hace unos años se descubrieron las jarchas mozárabes: el máximo descubrimiento entre todas las literaturas románicas del siglo XX. 

Nuestra literatura comenzaba en el épico Cantar del Cid, del siglo XII. Pero ahora tienen un inicio encantadoramente lírico: unas sencillísimas canciones de mujer enamorada escritas en dialecto mozárabe que suponen la lírica en lengua románica más antigua. 

Una serie de casualidades hizo posible que llegase a nuestras manos este tesoro. Cultos poetas hebreos y árabes, los mas antiguos del siglo XI, pusieron en cierto tipo de composiciones una jarcha o estrofilla final, no en hebreo ni en árabe, como el resto del poema, sino en el dialecto español que hablaban los mozárabes. 

Los poemas de estos escritores hebreos han actuado como prodigiosos frascos de alcohol dónde conservar estas criaturas líricas del siglo XI. Y llegan hasta nosotros tibias, dulcemente encendidas de una luz diaria y de una belleza de la que nada sabíamos.


¡Tant'amare, tant'amare,
habib, tant'amare!
Enfermeron olios nidios,
e dolen tan male.


¡Tanto amar, tanto amar, amigo, tanto amar! Enfermaron [mis] ojos brillantes y duelen tanto.


¿Qué fare yo mamma?
Mieo-l-habibi ya vase
Con tal bel fogore.
¡Layta non lo amase!

¿Qué haré madre? Mi amigo ya se va con tan hermoso fulgor. ¡Ojalá no le amase! 

Non t'amarey illa con as-sarti
an tajma halhali ma'a qurti.



No te amaré sino con la condición de que juntes mi ajorca del tobillo con mis pendientes. 



Báy-se méw qorazon de mib
¡Ya Rabb, si se me tornarad!
¿Tan mal me dóled li-l-habib!
Enfermo yed: ¿Kuand sanará?

Mi corazón se me va de mí.¡Oh Dios, ¿acaso se me tornará?¡Tan fuerte mi dolor por el amado! Enfermo está, ¿cuando sanará?







Después de las jarchas, podemos mirar al cancionero tradicional: quizás las flores mas delicadas de toda la poesía española. Todas tuvieron un autor, pero el pueblo colaboró en ellas, filtrándolas, a lo largo de los siglos. Un alto grito lírico, breve, brevísimo, indeterminado, que nos toca y nos deja impregnados de ensueño y nostalgia.

Malherida iba la garza
enamorada,
sola va y gritos daba.

Donde la garza hace su nido,
ribericas de aquel río,
sola va y gritos daba.

¿Qué garza? ¿que vuelo? ¿Qué amor? ¿Qué ribera? Un grito de amor ha cuajado, plasmado en una breve joya imperecedera.

Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.

Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día,
no traigáis compañía;
Venid a la luz del alba,
no traigáis gran compaña.

La más sencillamente bella de la poesía española. La fuerza y el ímpetu rítmico:

¡Del rosal vengo, mi madre
vengo del rosale!

Con un fondo sensual y trágico:

En la huerta nace la rosa,
quiérome ir allá
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Por las riberas del río
limones coge la virgo,
quiérome ir allá...








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