lunes, 16 de julio de 2012
Obra Poética Completa. Edgar Allan Poe.
De Edgar Allan Poe mucho se ha dicho. Por eso solo voy a transcribir tres retratos que le hicieron quienes le conocieron en vida. El primero es el más corto. De Helen Whitman, por momentos su prometida. Otro de la señora Weiss, alguien por quién el poeta sintió un profundo afecto. Y el último, del profesor Valentina que había sido compañero del colegio del poeta. Por su intensidad aportan una visión, por lo menos diferente de toda su obra y de su biografía. Casi podemos imaginarlo vivo.
Helen dijo del poeta:
Su voz resonaba en la casa con inflexiones horrorosas. Jamás he oído nada tan terrible.
Edgar no pudo soportar la decisión de Helen de no casarse con él. Recurrió a su habitual proveedor de fuerza espiritual. En un hotel de Providence pasó la noche emborrachándose hasta el delirio. Al amanecer se dirigió a la casa de Helen y comenzó a llamarla a voces. Finalmente, ella se decidió a recibirle, le tranquilizó como pudo y le acostó. Un médico que le reconoció diagnosticó que el poeta sufría una congestión cerebral: la enfermedad de la que murió un año más tarde.
La señora Weiss dijo de él:
Cuando hablaba de ella, alzaba la cabeza, sus ojos brillaban de entusiasmo y repetía: "debo y quiero conseguirlo". Yo observaba que no parpadeaba nunca: su mirada permanecía abierta y recta. Su expresión habitual era soñadora y melancólica. Tenía un modo personal de mirar de soslayo, con un aire ligeramente inquisidor, a la personas en cuya proximidad se hallaba. Con una ojeada calmosa parecía medir mentalmente el objeto inconsciente de su observación. En verdad que los ojos eran lo más extraño de Mr. Poe. No he visto nunca unos ojos parecidos. Eran grandes; el iris, de un gris acero oscuro, tenía una luminosidad y una transparencia cristalinas. La pupíla, negro azabache, se dilataba o se contraía al compás de sus pensamientos o de su humor... Excepción hecha del encanto extraño de sus ojos, Mr. Poe no era un hombre guapo. A mi entender era más distinguido que hermoso. Cuando le conocí, tenía un aire abatido y maltrecho por las penas; ciertamente, se trataba de un aire huraño, más notable cuando él no estaba animado. Su bigote negro, muy cuidado, no llegaba a ocultar una leve contracción de su boca, un pliegue ocasional del labio superior, habituales en él y semejantes a una sonrisa despectiva. Aquella sonrisa se repetía a menudo, con un débil movimiento del labio, apenas perceptible, pero muy expresivo no obstante. No había maldad en él, pero sí mucho sarcasmo.
El profesor Valentina, completa este retrato a piezas:
Su frente era bella y significativa; sus ojos, oscuros, en continuo movimiento; en la boca había firmeza, mezclada con ironía y aspereza. Su paso era flexible; sus maneras, agitadas y un tanto enfáticas. Hablaba bien y se mostraba cordial en las relaciones con sus amigos, mas al parecer no sonreía nunca de alegría: ello puede deberse a los esfuerzos que efectuaba continuamente para dominarse. En su voz se percibía una gran tristeza y monotonía.
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Isolagnosis. Ediciones en Huida (2013)
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