martes, 14 de octubre de 2014

Obra poética. José Asunción Silva


El modernismo no era solamente la corriente cursi de Rubén Darío, lugar común que reduce el concepto a una escuela de estilo afrancesado, exotista y decorativa. El modernismo hispano (latinoamericano) suponía, sobre todo, una conciencia artística profunda y una voluntad firme de innovar. El colombiano José Asunción Silva es un escritor claramente modernista, no un post-romántico como Bécquer, ni un premodernista que apuntaba un estilismo que Ruben Darío (apenas dos años mayor que él) desarrollaría posteriormente. Lo cierto es que si Rubén Darío alcanzó tanta importancia en parte se debe a que sobrevivió a todo el primer grupo modernista (muertos prematuramente).

La muerte de José Asunción Silva supuso una vergüenza para sus íntimos y un escándalo para la sociedad: fue enterrado en tierra no sagrada, en el lugar destinado a quienes atentaban contra su propia vida... el spleen, Werther. Pero su muerte también significó que la obra de uno de los poetas más interesantes de latinoamérica apenas sea hoy conocida. Muerto a los 31 años, por el mal del romanticismo , solo publicó un libro de poesías, el irónico y divertido Gotas Amargas, que sin ser el más representativo ni recopilar la mejor parte de su obra, supone una rara y curiosa colección de poemas que se adelantaban al concepto rupturista desacralizador de las vanguardias del siglo XX.



De toda su obra destaca especialmente el poema 'Nocturno III' un texto que por momentos podría pasar por contemporáneo si no tratase el tema romántico de la amada muerta, pero en cuanto a lenguaje, ritmo, imágenes y a la estructura del pensamiento que desarrolla... está muy adelantado a su tiempo.

Además, este poema es uno de los mejores ejemplos de eso que se llama verso libre y mucha gente ha olvidado lo que significaba (o nunca lo supieron) y que confunden con prosa en verso. En el libro Manual de versificación española de Rudolf  Baerh incluyen un análisis rítmico de este poema que no me privaré de compartir:

Ejemplo de versificación libre de cláusulas ( es decir, el tipo de verso libre que consiste en la reiteración indefinida de un grupo rítmico acentual)

El primer caso histórico de este tipo de versos es el poema "Nocturno" de José Asunción Silva, fechado en 1892 y publicado en 1894. Este texto tiene como eje la cláusula tetrasilábica y trocaica, que adopta la forma del troqueo doble (óo óo) o de peón de tercera (ooóo), salvo en contadas excepciones, por ejemplo, los hexasílabos "y la luna llena", "a la luna pálida", y el decasílabo "y eran una sola sombra larga". En opinión de Isabel Paraíso estos versos, anómalos en cuanto al número de sílabas del patrón (4 o múltiplo de 4) no lo son en cuanto a la acentuación, pues todos mantienen el ritmo trocaico. La rima es arromanzada (asonancia en lso versos pares (-a-a-a...), con pequeñas excepciones:

Una noche
(óo/ óo)
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas;
(óo/ óo/ óo/ ooóo/ ooóo/ooóo/)

etc, etc

(podéis seguir analizándolo vosotros)



NOCTURNO III

Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas,
Una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra
fina y lángida
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban.
Y eran una
y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!

Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro,
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido
de las ranas,
sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
¡entre las blancuras níveas
de las mortüorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
Era el frío de la nada...

Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!...







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