miércoles, 8 de octubre de 2014

Gambito de caballo. William Faulkner



La literatura, como el resto de las artes, ha perdido todas sus funciones y ha quedado relegada al lugar del entretenimiento. No obstante, la consciencia colectiva aún conserva sin saberlo sus valores profundos, como si la verdadera condición de la narrativa se hubiese reconvertido en la literatura de género.  

Uno de los mitos de la cultura popular contemporánea son las imágenes que surgen de la novela policíaca. Es muy común que cuando alguien quiere escribir una historia (escribir, un libro, plantar un árbol y tener un hijo) esa historia trate sobre alguien que te tiene que descubrir un misterio. 

Cuando Willkie Collins inauguró el género detectivesco con La piedra lunar transformó en símbolos populares algo que flotaba en el subconsciente: la narrativa como forma de conocimiento: de indagación. La literatura que no solo cuenta una historia o cualquier forma artística que se apropia de la realidad para darle un sentido y un significado. La metáfora es sencilla: la persona perdida entre unos datos confusos que no puede interpretar (las pistas del crimen, las percepciones de nuestros sentidos), y finalmente la solución, la clarividencia: la otorgación de un significado (verdadero o no) pero que funciona, es aceptado por la mayoría y fija y limita lo percibido, fijando y limitando nuestra experiencia con el entorno. Es un camino sin retorno, por cierto. 

En Gambito de caballo, Faulkner plantea su versión del asunto: crímenes cuyos perpetradores o víctimas son retrasados mentales, asesinatos motivados por la codicia o los celos, vínculos familiares centrados en la ambivalencia del amor y el odio son la materia prima de los enigmas que debe descifrar el fiscal Stevensy su herramienta de trabajo es un profundo conocimiento de la condición humana. Como siempre el paisaje del norte del Missippi y la búsqueda de respuestas como una excusa para indagar en la contradictoris pulsiones que gobiernas a las personas conduciéndolas a la ruina y a la destrucción.  


- Sí -dijo el sheriff-. El libro mismo dice en alguna parte: Conócete a ti mismo. ¿No hay algún otro libro que dice en otra parte: hombre, témete a ti mismo y teme a tu arrogancia, a tu vanidad y a tu orgullo? Tú has de conocerlo. Dices ser un hombre ilustrado. ¿No me dijiste que ese es el significado del amuleto de la cadena de tu reloj? ¿En qué libro está eso?
- En todos - dijo tío Gavin-. En todos los libros buenos, quiero decir. Está dicho de infinitas maneras, pero siempre está allí. Siempre. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario