Interesante leer a Salinas en la recopilación de sus poemas (¿se dice así en literatura?) que llevó a cabo Julio Cortázar para esta edición de Alianza Editorial. Ordenados según relaciones y similitudes, Cortazar escogió los poemas más universales de Salinas, a su entender, y los juntó según le fue pareciendo, desordenados y mezclados independientemente de su cronología. Y le resultó una buena antología en la que los poemas se dejan leer manteniendo constantemente una unidad que los relaciona y los ata unos a otros.
Dice Cortázar en el prólogo: "sentí que si Salinas viviera hoy y fuera él quien armara este libro en este tiempo, bajo estos ritmos del setenta, para estos lectores que han aprendido por fin que el único respeto a la poesía consiste en leer lo que está vivo para ellos (...) hubiera hecho algo parecido a lo que hay aquí". Treinta años después quizás alguien tendría que hacer lo mismo.
Y dice la wikipedia:
Salinas define la poesía como un ahondamiento en la realidad, «una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino: eso es todo». Reduce a tres los elementos de su creación: «Estimo en la poesía, sobre todo, la autenticidad. Luego, la belleza. Después, el ingenio» Y en efecto, en Salinas el sentimiento y la inteligencia se hermanan de modo singular: cada uno permite ahondar en el otro. De ahí que, según Leo Spitzer, la principal característica de su arte consista en el «conceptismo interior», que se manifiesta en paradojas y condensación de conceptos. Prefiere los versos cortos y sobre todo la silva, y renuncia casi siempre a la rima. La aparente sencillez de sus versos hizo que Lorca les llamase prosías.
La obra poética de Salinas suele dividirse en tres etapas:
- La etapa inicial (1923–1932) está marcada por la influencia de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y los ecos de las vanguardias futurista y ultraísta. La idea de la depuración y perfección poéticas y el protagonismo que van cobrando en ella los temas amorosos perfilan lo que será su etapa de plenitud. Pertenecen a esta etapa Presagios (1923), Seguro azar(1929) y Fábula y signo (1931).
- La etapa de plenitud (1933–1939) está formada por la trilogía amorosa inspirada en su amor por una estudiante estadounidense que conoció en España: La voz a ti debida, cuyo título está tomado de un verso de la Égloga tercera de Garcilaso de la Vega, Razón de amor y Largo lamento, cuyo título está tomado de un verso de Gustavo Adolfo Bécquer. Todos estos versos están escritos en heptasílabos y octosílabos blancos o sin rima, pero progresivamente van añadiéndose endecasílabos hasta que la proporción se invierte en el último libro. Se usa frecuentemente de la enumeración y existe cierto tono conceptista («Todo quiere ser dos», «Serás, amor, un largo adiós que no se acaba», etc.).
- La voz a ti debida (1933) presenta la historia de una pasión amorosa, desde su nacimiento hasta el final.
- Razón de amor (1936) examina lo que queda del amor cuando éste acaba. La pasión y el dolor de la separación son, por lo tanto, los temas centrales del libro.
- Largo lamento (1939) continúa la línea marcada en las obras anteriores.
- La etapa del exilio (1940–1951) está formada por El contemplado (1946), extenso poema en que dialoga con el mar de San Juan de Puerto Rico; Todo más claro y otros poemas(1949), donde trata el tema de la creación a través de la palabra, y su obra póstuma Confianza (1955), afirmación gozosa de la realidad vivida. De esta época se suele destacar su impresionante poema «Cero», suscitado por la destrucción que provocan las armas atómicas.
Pedro Salinas es conocido como el gran poeta del amor del 27. Pocos igualaron la sutileza con que supo ahondar en el sentimiento amoroso. Trasciende las puras anécdotas para encontrar la quinta esencia más gozosa de las relaciones sentimentales, pues, desde una posición claramente antirromántica, el amor es para él, en vez de sufrimiento, una prodigiosa fuerza que da plenitud a la vida y sentido al mundo. Es enriquecimiento del propio ser y enriquecimiento de la persona amada, un acontecimiento jubiloso: «¡Qué alegría vivir / sintiéndose vivido...!», exclama. El amor hace amar la vida, decir que sí al mundo: «¡Sí, todo con exceso: — la luz, la vida, el mar!». Sólo en su segundo libro (Razón de amor) aparece a veces un tono más grave, en ciertos poemas que hablan de los límites del amor o de su posible —acaso inevitable— final.
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