viernes, 6 de junio de 2025

Las jarchas romances de la serie árabe en su marco. Emilio García Gómez



Una mujer joven, casi una niña, se queja a su madre del dolor que siente. Parece una niña herida que busca el consuelo materno. 

¡Tant' amare, habib, tant amare

Enfermeron olios nidios, e dolen tan male

¡Tanto amar, tanto amar, amigo, tanto amar! Enfermaron mis ojos brillantes y duelen tanto. La simpleza de la expresión, pero sobre todo, la incapacidad de contener la emoción y la fuerza del sentimiento que se desborda en su pureza para materializarse en una exclamación que se justifica a sí misma, recuerda a algunas letras de nuestro flamenco. 

Otra mujer más atrevida le pide un beso a su amigo, al habid, con una delicadeza que difícilmente podrá rechazar: ven mi boquita a besar, que es de cerezas un collar. 

Bezame 'ida n-nazma duk 

bokella de habb al-muluk

En cambio, en otras de estas canciones, el sexo protagoniza la escena de un modo tan explícito como en el mundo contemporáneo: No te amaré sino con la condición de que juntes mi ajorca del tobillo con mis pendientes. 

Non t'amarey illa con as-sarti an tajma halhali ma'a qurti.

Siempre (o casi siempre) es una mujer joven quien clama por su amado, por su ausencia o por el deseo insatisfecho (igual que en otras manifestaciones líricas populares, que vinculan jarchas mozárabes con las cantigas de amigo o las frauenlieder alemanas).  Una mujer canta, un yo lírico femenino se expresa, pero no sabemos nada más. La ausencia de contexto y de señales precisas que puedan ubicar al lector o al oyente, convierten a estos cantos de Al-Ándalus en expresiones puras del instante en el que se expresan, pero la esencialidad de su contenido, los vuelven atemporales. Esta características convierte a las jarchas en joyas poéticas desgajadas de su lugar de origen y al mismo tiempo las dota de una gran intimidad. Parece que accedemos a los sentimientos más profundos de una niña enamorada, de una niña andaluza del siglo IX que hablaba en lengua mozárabe. Pero la realidad es que no sabemos quien lo escribió, ni cuando ni con qué intención. Y aún así, esa voz lírica nos sigue pareciendo la voz de una persona real. 

La otra parte es la figura del habib, el amado. El receptor del mensaje, a veces él o a veces su madre, en el papel de confidente. Se puede discutir la naturaleza del amor expresado en las jarchas, pero la situación que el oyente o lector contemporáneo se imagina, es la conciencia en soledad una voz que rompe el silencio para expresar una carencia, que en ocasiones roza el lengua del misticismo de San Juan de la Cruz, la catarsis mística de la dichosa espera: no dormiré madre, al rayar la mañana, viene Abul-l-Qasim con su faz de aurora. 

Non dormireyu, mamma, a rayo de mañana. Bon Abu-l-Qasim, la fache de matrana.

Y el trauma de la separación: como si fueras hijito ajeno, ya no duermes más en mi seno. 

Y el deseo de encontrarlo que anima a la mujer a la búsqueda activaDecidme, ay hermanitas, ¿cómo contener mi mal? Sin el amado no viviré: ¿adónde iré a buscarlo?

Garid vos, ay yermanillas,
¿cóm’ contener a meu male?
Sin el habib non vivreyu:
¿ad ob l’irey demandare?

O por ejemplo: dueño mío Ibrahim, oh nombre dulce, vente a mí, de noche. Si no, si quieres, iréme a ti -¡dime adónde! a verte. 

Ven, çidi Ibrahim,
yá nuemne dolche;
vent a mib
de nojte;
in non, si non queres,
ireym’a tib.
Gárreme a ob
ligarte.

Al leer y al intentar vocalizar estas canciones en el idioma en el que fueron escritas, queda un regusto especial, una sensación familar que nos atrae aunque no comprendamos el significado completo.  No voy a escribir sobre la historia de las jarchas ni su descubrimiento. pero el tomo en cuestión que da título a esta entrada, Las jarchas romances de la serie árabe en su marco publicado en 1965, permite la lectura de las jarchas dentro de los poemas en los que diferentes poetas (país) insertaron estás perlas de la lírica popular o popularizante. Se trata de una de las obras más importantes del arabista Emilio García Gómez (1905-1995). Su núcleo fundamental es la edición y traducción de las moaxajas en verso castellano, paralelo al original, que constituye un admirable logro poético a la vez que una muestra soberana de vigor erudito. Pera lo que más conviene destacar es que las jarchas, en las que predomina la lengua romance, contenidas en las moaxajas, son los poemas más antiguos de la lírica castellana y algunas de ellas, incluso, de la lírica europea, con lo que los orígenes de la lírica romance se sitúan en fechas muy anteriores a las comúnmente aceptadas hasta la aportación de García Gómez. Indispensable para arabistas y estudiosos de filología románica, el volumen constituye además, por el arte supremo con que García Gómez ha llevado a cabo las versiones en él contenidas y por la belleza de las composiciones que reúne, un verdadero deleite para todo lector de poesía.

Emilio García Gómez:



Más información: 

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