lunes, 1 de diciembre de 2014

Sobre la lectura. Marcel Proust


La verdadera vida, la vida por fin descubierta y aclarada, 
la única vida, por consiguiente, plenamente vivida, 
es la literatura: esa vida que en cierto sentido 
vive a cada instante en todos los hombres tanto como en el artista, 
pero no la ven, porque no intentan aclararla

Antes que cualquier otra cosa, Marcel Proust era un lector que buscaba algo en la literatura de otros, que buscaba eso mismo en sus experiencias convertidas en recuerdos y que después, agotado de las experiencias, continuó buscando eso mismo durante los 15 años que permaneció recluido en el 102 del Bolevard Haussmann en París, donde cubrió las paredes de corcho para aislarse de los ruidos y no ser molestado mientras escribía compulsivamente En busca del tiempo perdido.

Este ensayo, Sobre la lectura, prologaba una traducción al francés de la obra de Ruskin y frente al escritor ruso que defendía la ocurrente idea de que leer era conversar con 'amigos' más sabíos que uno, Marcel Proust proponía que toda lectura es una lectura interior, es decir una conversación consigo mismo y que lo único que le se le puede agradecer a los grandes escritores es abrir puertas en nuestra consciencia que de no ser por ellos (no solamente por ellos, por el texto, por el lugar y el momento en el que fueron leídos, etc) hubieran permanecido cerradas. 

Esta idea es aplicable a toda forma de arte y enlaza con su consciencia temporal bergsoniana que tantos buenos frutos nos ha dejado. Para el joven Proust esta manera extrema de vivir en la literatura era un modo de permanecer en la vida y de crecimiento, lo que puede llevar, es cierto, a un cierto aislamiento crónico.

Aquí van unos fragmentos:

La lectura no puede compararse sin más a una conversación (...), la diferencia esencial entre un libro y un amigo no es su mayor o menor sapiencia, sino la manera en cómo se establece la comunicación entre ellos, consistiendo la lectura para cada uno de nosotros , al revés de la conversación, en recibir comunicación de otro pensamiento pero continuando solos, es decir, sin dejar de disfrutar de la capacidad intelectual de que se goza en la soledad y que la conversación disipa inmediatamente, conservando la posibilidad de la inspiración y toda fecundidad del trabajo de la mente sobre sí misma.

(la literatura) todo lo que puede hacer por nosotros es excitar nuestro deseos. (...) No es más que una consecuencia del amor que los poetas despiertan en nosotros por lo que concedemos una importancia literal a cosas que no son para ellos más que una ligera idea de un paraje maravilloso, diferente del resto del mundo, y en cuyo secreto quisiéramos que nos hiciesen penetrar.

Y una advertencia:

La lectura se encuentra en el umbral de la vida espiritual, puede introducirnos en ella, pero no la constituye. 



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