sábado, 15 de septiembre de 2012

Residencia en la tierra. Pablo Neruda.


Quizás fue el primer verso que leí consciente de su poder poético: sucede que me canso de ser hombre. Así que a pesar de que no me agrada Neruda, durante algún tiempo me obligué a disfrutarlo. "Eso" era poesía y a mi tenía que gustarme. Sobre todo el poema Walking arround. 

No fue en un libro donde leí ese verso. Exactamente era una frase de una de las primeras canciones que escuché consciente del efecto emocional de la música.



Aunque, por lo general, hoy día está muy extendida la idea de la poesía como comunicación y expresión de una experiencia, y del poeta como alguien capaz de expresarla de un modo original, bello y placentero, el arte y la creación poética podría tener más que ver con el totemismo y la creación de objetos de poder, que con la simple expresión original de sentimientos y percepciones más o menos profundos.

Neruda no es un mago precisamente. Neruda es un comunicador que vivió antes de la era de la televisión. Alguien que habla a gritos sobre sí mismo intentando que el público siempre esté atento a él. Intentando captar la atención del espectador utilizando todos los recursos posibles, embaucándole con frases sonoras y rimbombantes y con imágenes, originales (eso sí) y exuberantes. Pero no es solo Neruda, consciente o inconscientemente lo hacen todos los poetas. O, digamos, que mucha gente piensa, incluso, que así debe ser la poesía. Y así la hacen.

El poeta, el artista, como el chamán, trabajan con materiales que al mismo tiempo son físicos y mentales. Trabajan con sus manos dando forma al barro, utilizado estructuras y significantes tomados de la realidad mental o física del entorno. Pero al manipular estos objetos concretos, al darle texturas, colores, tonalidades, perspectivas, puntos de vistas, transforman al mismo tiempo el caudal de connotaciones que dichos objetos contienen. Y la connotación siempre está en el público.


El poeta, al igual que el artista, no puede hacer otra cosa que dotar a un objeto (colores, formas, palabras, imágenes) con la cualidad de ser introspectivamente sugerente. Todos pueden ser artistas simplemente paseando un rato por la calle. Como  el chamán, que le otorga a una estatua el poder religioso o mágico tras una extraña ceremonia pública. Cualquiera puede concederle a un objeto, a un paisaje, a una sensación, la capacidad de sugerirle algo que  está más allá de lo simplemente material. Eso es el arte.

Lo dijo E. M. Forster en Aspectos de la novela (1927), "la ficción es más verdadera que la historia, porque va más allá de los hechos". El arte profundiza.

Por lo tanto, poco importa el poeta, el artista. Una vez terminada la obra, solo importa la obra. Deberían de publicarse anónimamente, pero a los poetas eso no les gustaría.

 La poesía y el arte no cumplen una función exclusivamente comunicativa, sino principalmente introspectiva. Algo que la mayoría de los poetas (Neruda a la cabeza) no entienden. Y al estilo de Baudelaire, pretenden covertirse en el objeto, fin y sentido de sus poemas. Baudelaire lo hizo de otro de modo (Baudelaire era el poema, era la sugerencia), la mayoría de los poetas actuales no se lo piensa dos veces, y creen que sus ocurrencias, su punto de vista de las cosas, por sensible y poeta, es suficientemente importante como para que alguien pierda el tiempo leyéndole, o peor, comprando sus obras. Neruda a la cabeza.

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