Julio Cortázar pasó de cuestionarse la situación del individuo inadaptado dentro de la sociedad a replantearse si era la sociedad la que impedía que las personas se adaptasen a ella. Descubrió el compromiso social y político, se reafirmó como un activista adoptando los postulados de la izquierda. Algunos criticaron este cambio repentino del individualista Cortázar, por venir acompañado, también, de un cambio a peor en su obra literaria (no así en los cuentos, que mantuvieron su alta calidad hasta el final).
Fantomas es una denuncia sobre los abusos de las multinacionales y un modo de hacer llegar al mundo las conclusiones del II Tribunal Bertrand Russell, en el que el escritor se plantea junto amigos como Octavio Paz o Susan Sontag, cuál es el modo en el que el activismo debe organizarse para evitar los abusos de las grandes empresas. Pero además, Fantomas, es un texto literario que se cuestiona a sí mismo en cuanto a literatura, que juega con la realidad y la ficción, con el metalenguaje, y asimila manifestaciones artísticas populares como el cómic. Hoy día, un texto antiglobalización de culto y un libro en el que cualquier lector, acostumbrado al joven y aislado Cortázar, puede reconciliarse con el comprometido y social Cortázar.
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