"Anteayer leíamos versos de Nono.
qué imágenes, qué ritmo, qué lengua, qué armonia.
Admirábamos entusiasmados al de Panópolis".
Konstantíno Kaváfis
"El soberano Baco lloró para liberar a la humanidad del llanto"
Nono de Panópolis
(Información extraída de los prólogos de la edición de Editorial Gredos escritos por David Herrera de la Fuente, Sergio Daniel Manterola y Leandro Manuel Pinkler)
Las Dionisíacas de Nono de Panópolis se catalogan como uno de esos textos olvidados de gran trascendencia en su periodo de vigencia cultural. Textos que no han transcendido a la categoría de clásicos (y por lo tanto, textos que no se leen). No obstante, algunas de estas obras 'intrascendentes' resultaron claves en su tiempo y permiten comprender la cultura de esos años confusos entre la antigüedad pagana de Roma, Grecia y Egipto y la Edad Media cristiana. Pero textos, también, que ayudaron a configurar el estado cultural de la historia que conocemos.
En concreto, Dionisíacas de Panópolis cierra el ciclo de la mitología grecolatina y abre el de la mitología cristiana. En el texto de Nono se encuentra la llave de la configuración del Cristo como personaje mitológico.
Fue Simone Weil quien escribió sobre llegar a Cristo a través de los griegos y, en este sentido, Dionisiacas representa perfectamente ese momento de la historia en el que se produce un cambio cultural: el estado anterior no se adapta a las necesidades de una sociedad que ha cambiado; del pasado (de los ritos, de las historias, de la filosofía y de los relatos) surge una nueva cosmovisión que se manifiesta en multitud de configuraciones que se perfilan, se liman, se asimilan y toman una forma concreta, la forma dominante: la transformación de Dionisio a Cristo, la asimilación de Osiris a Cristo, la influencia de Hermes y Zoroastro en Cristo. Si miramos a esos siglos con la mirada del presente nos equivocaremos, también, si la consideramos una época visara entre dos eras... siete siglos son demasiados.
La configuración del mito cristiano y sus fuentes serían materiales para una investigación muy productiva. En ese caso, las Dionisíacas de Panópolis resultarían un texto ineludible, ya que nos presenta una vida y muerte de Dionisio paralela a la del Cristo. Sin más, el poema se exalta la misión providencial de Dionisio: la necesidad de un dios que nos salve a la humanidad de la tristeza y del pecado. Una misión que ya corría por todo el mediterránea asimilada al vino (aunque con otros nombres y formas diferentes)
Durante estos largos siglos "de transición", los sincretismos religiosos extravagantes (lo vemos en el Satiricón de Petronio) suponen un ejercicio necesario para la gestación de nuevos símbolos: el germen de una nueva creatividad. Es difícil precisar la primacía de la influencia (Dionisio sobre Cristo o Cristo sobre Dionisio), pero la obra de Nono encierra un mensaje muy representativo de la mentalidad del paganismo tardío, de esos años entre el siglo II y el siglo X tan desconocidos y tan inventados. Dionisio (denominado Kosmokrátor "regente del mundo") encarna el nuevo orden del universo. Las Dionisíacas nos trasmite misión del dios del vino como configuración de un remedio de penas para los mortales. Dice, literalmente Panópolis: "el soberano Baco lloró para liberar a los hombres del llanto". Dionisio, el instaurador de una era de júbilo para la humanidad. La expedición contra los Indios simboliza la instauración de un nuevo orden, más dichoso para la humanidad. Los gigantes (así como el monstruo Tifón) representan fuerzas arcaicas irredimibles que se oponen a la liberación en un nuevo orden que queda representado por los Olímpicos en la mitología y por Dionisio en las Dionisíacas.
Vamos a explicarlo;
1) Dionisio dissótokos, el "dos veces nacido"
En la primera parte de la obra se nos cuenta la historia del primer Dionisio, llamado Zagreo, hijo de Zeus y de Perséfone. Este primer Dionisio sufre una pasión similar a la de Cristo, se identifica con el vino (como Cristo) y su cuerpo descuartizado sirve de alimento como modo de superar nuestra parte titánica (ya hemos dicho lo que significa) y recordar nuestra parte divina.
Eón, que representa el ciclo temporal, las eras de la humanidad y de la tierra (hoy día un 'eón' es una medida del tiempo geológico) reclama el nacimiento del segundo Dionisio, hijo de Sémele. Por lo tanto, la nueva era tendrá el sello dionisíaco (representante de la misma filosofía de Cristo). Este segundo Dionisio comienza una campaña militar en la India. Su misión tiene un propósito civilizador: se propone llevar el vino, la nueva justicia y la religión por todo el oriente.
2) Nono de Panópolis es autor de una Paráfrasis del evangelio de San Juan. Las verdaderas creencias del autor permanecen como un misterio. Nono fue un griego egipcio de la ciudad conocida como Panópolis (hoy Akhmim). Durante el siglo V después de Cristo, la aristocracia impregnada de helenismo reaccionó contra la propaganda cristiana. La versión más extendida es que al final de su vida se convirtió al cristianismo, pero quizás podríamos plantear que el cristianismo para Panópolis y para tantos de su época solo fuese un nombre diferente para una misma creencia: un Dios salvador que instaura un nuevo orden cultural y social.
Barroquismo como expresión dionisíaca
Este poeta tardío, casi desconocido para las personas aficionadas a la literatura, impresionó vivamente a poetas como Goethe o Kavafis, aunque, no obstante, desde la crítica o el academicismo se le ha considerado un autor de estilo "impuro" o, como mínimo, un modelo literario poco recomendable.
Lo cierto es que el estilo literario de Dionisiacas surge del mismo regusto del que surgen obras como las Soledades de Góngora, Paradiso de Lezama Lima o Primero sueño de Sor Juana. Y solo en relación con estas obras se comprende la configuración barroco-dionisíaca del texto de Nono: la sensualidad barroca de sus descripciones, la presentación de elementos astrológicos y mistéricos como metáforas o la mezcla de géneros que recuerda al Quijote. Porque en Dionisíacas nos enfrentamos a una epopeya homérica, a un relato de amoríos bizantinos y pastoriles y a un texto profundamente místico y espiritual.
El texto crece a través de la poética de la variación de corte bizantina, lo que en la retórica griega se conoce como la pikilía, principio inspirador y configurador del universo de Nono. En el caso de Dionisíacas (como en toda obra barroca que se precie) la pikilía aparece exagerada, desbordada por una creación descontrolada como un tumor: un barroquismo aparentemente muy alejado del espíritu heleno que busca la perfección y la mesura.
El estilo forma parte del mensaje: al comienzo de la obra, Nono se encomienda a Proteo para que le ayude con la creación del poema. Esta invocación supone una declaración de intenciones: Proteo es un dios cambiante y por ese mismo motivo el cambio de estilo debe estar presente en la obra. Además, el carácter exaltado del mito dionisíaco propicia un estilo arrebatado en sus descripciones, exagerado, exultante, sensual y sensitivo que solo se puede disfrutar si se comprenden las Dionisíacas (y cualquier acercamiento al arte barroco) como una experiencia no para la mente sino para la intuición y los sentidos.
Un resumen de la epopeya de Dionisio
Las dionisiacas narran la historia mítica del dios Dionisio, desde su nacimiento hasta su apoteosis. Además, Nono agrega una epopeya simbólica: la expedición del dios a la India. El poema comprende cuarenta y ocho cantos, exactamente los mismos que la suma de la Ilíada y la Odisea.
El texto comienza con una historia previa como antecedente: Cadmo busca a su hermana Europa, raptada por Zeus (¿leyó Góngora el texto de Nono de Panópolis?). En esta primera parte también se narra la rebelión de Tifón contra el orden Olímpico, la metamorfosis de Cadmo en pastor para engañarle y la victoria de Zeus que restablece el orden cósmico. Tras sus bodas con Harmonía, funda la ciudad de Tebas (ciudad de Edipo y de Yocasta).
El relato se interrumpe con la mención de Sémele y la pasión del primer Dionisio, que Nono denomina Zagreo, probablemente la parte más interesante para los lectores contemporáneo: el descuartizamiento por los Titanes:
Zeus se acerca a Perséfone bajo la forma de un dragón y la posee. De esta unión nace Zagreo, "un vástago cornudo", que de inmediato se sube al trono de Zeus y maneja con familiaridad sus armas. A continuación, los Titanes descuartizan al niño con un cuchillo sacrificial instigados por los celos de Hera. Su muerte desencadena un diluvio. Toda la tierra queda bajo las aguas en total desorden.
Se restablece el orden cósmico: la nueva generación de hombres originada por Deucalión, personaje mitológico asociado con el diluvio, vive entre pesares. Entonces, Eón es el encargado de dirigir sus súplicas a Zeus para implorar por la salvación. El primero entre los dioses promete enviar a la tierra un alivio de sus penas. Después de esta escena, crucial para el significado de toda la obra, queda anunciado el futuro nacimiento de Dionisio, dios del vino, y se relata la unión de Zeus con Sémele, la hija de Cadmo.
El relato retoma entonces la vida de Dionisio hasta el surgimiento del vino. Se cuenta la historia de Ámpelo (cuyo nombre significa "vid"), mancebo amado por Dionisio. Pero Ámpelo muere asesinado por un toro. Dionisio, llora y al leer los presagios de las Tablas se nos informa que Ámpelo será transformado en vid, símbolo de júbilo para los hombres y gloria dionisiaca, como un don para la humanidad. "El soberano Baco lloró para liberar a la humanidad del llanto", dice literalmente el texto de Nono.
Posteriormente se nos cuenta la guerra contra los indios, una misión encomendada a Dionisios por Zeus. Una acción justiciera con el objetivo de preparar al mundo para un nuevo orden. El sentido de la guerra simbólica contra los Indios es el de la exterminación de cierto tipo de hombres pertenecientes a un estadio anterior del orden del mundo. Dionisio vence a los indios al volcar el vino en las aguas del río.
Retorno triunfal de Dionisio y apoteosis final
A su regreso hacia Frigia, el dios visita en compañía de Sátiros y Bacantes por segunda vez Arabia, donde enseña al pueblo sus Misterios. Se narra la visita del dios a Béroe, en Siria (en uno de los momentos más importantes para la significación general de la obra), en donde Nono dedica a Béroe dos encomios con la intención de realzar la función de esta ciudad en la constitución del derecho.
Se pasa a la narración del encuentro de Dionisio con Ariadna en Naxos. Al contemplar la imagen de la joven dormida en la arena Dionisio es tocado por Eros. Ella se despierta y se lamenta ante el dios de que Teseo la haya abandonado. Dionisio, inflamado por el deseo, le declara su amor y le promete una estrellada corona celestial. Ariadna, reconfortada, se entrega al dios en unión amorosa. Después, Dionisio se dirige a las proximidades de Argos, donde no son bien recibidos sus cultos. Como consecuencia, el dios induce a las mujeres del lugar a la locura. De este modo, asocia Nono la historia de Ariadna con la de Perseo. En efecto, el héroe, aguijoneado por Hera, se enfrenta a Diosinio y con medio de sus armas mágicas convierte en piedra a Ariadna, y hubiese hallado su muerte a manos de Dionisio de mediar Hermes reconciliándose . Termina así el paso del dios por la Hélade.
Finalmente, tiene un encuentro con la cazadora Aura del séquito de la diosa Ártemis. Se vuelve a tratar el tema de la virgen que huye de la unión sexual (parthémos phygodémnios). Dionisio, ardiente de deseo, debe recurrir a Afrodita para poseer a la huidiza joven, y la posee sumida en un profundo sueño. De esta unión nace Iaco, el tercer Diosnisio, mistérico y eleusino. Pero la joven desesperada se arroja al río Sangario y Zeus la convierte en una fuente. El niño Iaco es acogido por la diosa Palas y honrado como un dios. Finalmente, la ascensión de Dionisio al cielo.
A Nono se le considera como el último poeta pagano, en una romántica visión de los últimos días del paganismo, como la última reacción paganizante que comenzaría en el siglo IV con figuras como la del emperador Juliano. La ciudad de Panópolis se caracterizó principalmente por una gran mezcla de razas y credos y fue sede de unos cuatrocientos templos. Se caracterizó por un ambiente étnico y culturalmente muy variado que, sin duda afectó a nuestro autor.
Nos encontramos ante una obra de la fines de la Antigüedad, una época que no es como nos imaginamos, una época que evoluciona a lo que somos hoy como humanidad pero que no puede comprenderse con el pensamiento contemporáneo.
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