lunes, 10 de noviembre de 2014

Canciones espirituales. Novalis


La poesía religiosa, cuando es la manifestación sincera de una experiencia interna, puede interpretarse como una gran metáfora con la que se intenta expresar aquello que no puede verbalizarse. Como en los textos taoistas suele predominar en ella el lenguaje contradictorio (como herramienta para deshacer en una primera fase la lógica mental del lector) acompañado, por supuesto, de la imaginería religiosa que corresponda. Para el poeta Novalis, el cristianismo.

Pero no la imitación a Cristo (o al cristo de los evangelios, como sería lo verdaderamente cristiano-católico) Novalis persigue (desea) la unión (física y espiritual) con Cristo como símbolo (buen romántico) de un ideal místico de plenitud y, entiendo, felicidad: el retorno al paraíso, la Edad de Oro o el Jardín del Edén (puede entenderse también al modo Zen: el jardín interior). Al final, el deseo de una realidad donde todo es perfecto y no existe el dolor ni la frustración.


Pero Novalis era un místico romántico lo que significa que su búsqueda de ese ideal (representado en la figura de Jesucristo expiando nuestros pecados en la cruz) es más que búsqueda, huida. Dice en una de sus canciones:

Mi mundo estaba roto.
Como picados por gusanos,
se marchitaban corazón y flores;
todas las posesiones de mi vida,
cada deseo un poco me enterraba,
y aún estuve aquí para el suplicio.

Enfermaba en silencio,
siempre lloraba pidiendo una salida.
Sólo permanecía por el miedo y la angustia...

Bajo está luz, las canciones de Novalis no parecen, entonces, la obra de un místico que ha experimentado el reencuentro de lo externo y de lo interior (quizás de un ascético), sino más bien una manifestación más de la insatisfacción occidental que provoca cierto tipo de vida... Una manifestación, al ser indirecta, más sincera que la del artista que expresa sus padecimientos conscientemente, ya que aquí aparecen reflejados como materia secundaria, el autor no le dio excesiva importancia y quedan como los cimientos involuntarios de su obra:

El recuerdo de un mundo perdido tranquilo y feliz (¿la infancia?) que aún se esconde en la consciencia del ser humano insatisfecho y el deseo sincero de un nuevo advenimiento de esa edad de oro que está por venir: una falsa esperanza a la que agarrarse o una creencia verdadera que no le impide a Novalis celebrar la belleza del mundo, la naturaleza con todas sus contradicciones, como si fuese la obra artística de un dios. 








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