lunes, 3 de febrero de 2014

El testamento. Rilke.



La literatura impresionista, es decir, formada por fragmentos que juntos dan la sensación de un todo, la literatura basada en imágenes inconexas y en impresiones momentáneas, es la que más se acerca a lo real, ya que es la que se parece más al modo mental en el que nos apropiamos de la realidad externa que nos envuelve. Siendo serios, nada sucede como en las historias. Esa otra realidad literaria y narrativa (ya sean novelas o cine) que nos influencia y nos impone su orden, no existe.

Dicho esto, conviene recordar la frase de Rilke "lo bello es el comienzo de lo terrible" para entender en que sutil equilibrio creativo trabajaba y vivía el poeta europeo por excelencia. El Testamento cuenta las consecuencias de un abandono amoroso que dejó a Rilke en un estado de desarraigo eterno. Es un texto sobre el amor, pero al mismo tiempo también sobre la creación artística y sobre como todo se separa y se une en diferentes formas (a veces opuestas) en un mismo proceso.

Lo que quiero decir es que el objeto del amor de Rilke se dividía, siendo lo mismo, entre una mujer, ya perdida, y la necesidad vital de soledad. La soledad como único lugar posible donde el ser humano puede ser libre y completo y donde el artista puede crear. Dos objetos de un mismo amor o un mismo amor que se proyectaba en dos formas diferentes y contradictorias, ya que juntas nunca podrían existir, para desgracia del melancólico Rilke.

Porque al igual que en Bécquer el ideal-amor sugiere la creación poética, no una dama como muchos entienden, en Rilke su ideal amoroso es una soledad mística imposible de encontrar, una soledad que no es la del ser humano en la naturaleza, sino la de la consciencia en la nada, la soledad estorbada por cada ruido, por cada brisa.

A efectos prácticos, El Testamento es un conjunto de fragmentos de cartas, reflexiones y apuntes que Rilke reunió en abril de 1921 y en los que refleja las dificultades y preocupaciones que le aquejaban después de la primera guerra mundial. Es difícil de entender, pero Rilke era Europa y era normal que el estado del continente se reflejara en ánimo del poeta.

Dice Rilke:

...Y tampoco posteriormente, tampoco ahora, en estas últimas semanas, conseguí llegar a la conciencia de mi soledad natural, lo único a partir de lo cual puedo ser dueño de mí mismo. Mi corazón fue desplazado del centro de su círculo, hacia la periferia, hacia el lugar donde más cerca estaba de ti -y aunque ahí sea grande, sensitivo, jubiloso o angustiado-, no se halla en su constelación, no es el corazón o el centro de mi vida...

... Y de repente deseé, deseé, oh, deseé con todo el fervor de que mi corazón era capaz, deseé ser, no una de las dos pequeñas manzanas del cuadro, no una de esas manzanas pintadas en el alféizar: era algo que me parecía excesivo... No: deseé ser la sombra dulce y minúscula, la sombra insignificante de una de esas manzanas..., este fue el deseo en el que toda mi esencia se contuvo...

... Este estar solo en el que me he justificado desde hace veinte años, no debe convertirse en una excepción, en unas vacaciones que debería pedir a una dicha que vela sobre mí, en medio de múltiples justificaciones. Debo vivir sin fronteras dentro de dicha soledad. No debe dejar de ser la conciencia profunda y básica a la que puedo regresar siempre, no con el designio de arrancarle ahora, rápidamente, un determinado benefició, ni con la esperanza de que me sea necesariamente fecunda; sino de un modo espontáneo, no acentuado, inocente: como el lugar al que pertenezco. 








.....................




No hay comentarios:

Publicar un comentario