sábado, 14 de septiembre de 2013

El templo del alba. Mishima.


"Vemos al Japón emborrachándose de prosperidad y hundiéndose en un vacío del espíritu. Vamos a devolverle su imagen y a morir haciéndolo..."
Mishima, 25 de noviembre de 1970.



Mishima puede resultar atractivo por su exotismo y por creer muchos lectores que su obra es una puerta a la cultura oriental, que puede serlo, aunque de un modo muy superficial. Si no, no sería tan popular en occidente.

Nos acercamos a Mishima desde lejos y cegados por las descripciones de delicadas cascadas y jardines y atardeceres búdicos, perdonamos algunos planteamientos por venir de una cultura diametralmente diferente a la nuestra. Una cultura "que no comprendemos".

Lo cierto es que la obra de Mishima, sobre todo, la cuatrilogía El mar de la fertilidad (de la que este libro es el tercer volumen), plantea el problema de la intromisión de las ideas políticas en el arte.

Quiero decir, cualquier forma de arte está construida desde una cosmovisión del mundo (aunque el receptor pueda entenderla como quiera), y esta cosmovisión, esta filosofía de vida, puede ser tan simple como un enfoque optimista o pesimista, o tan compleja como para representar un ideario vital, existencial o político más o menos concreto.

Entiendo que este proceso se produce siempre, es ajeno (o no) al escritor y puede ser interesante (o no) a la hora de comprender una obra. Como por ejemplo leer a Lorca desde la izquierda por "lo que representa" o reseñar algunos de sus textos como textos racistas (Lorca no sería racista, pero su visión del gitano y del afroamericano está llena de prejuicios y ayudó, además, a extenderlos por el mundo). Pero esto son solo reflexiones y juegos que podemos hacer con obras más o menos neutras en el terreno político.

El problema, si es que hay algún problema, puede aparecer cuando la obra es un vehículo consciente para convencer de una idea, no para reflexionar sobre un asunto aunque sea desde un cierto enfoque. Como la publicidad. Propaganda. En ese caso, ¿podría alguien que se defina desde la izquierda disfrutar la lectura de Mishima cuando sus planteamientos eran tan extremistas? ¿Importa entonces el mensaje primigenio de la obra más que el proceso de construcción por parte de Mishima y de reconstrucción por parte del lector?

O en cualquier caso, ¿es más importante la finalidad política del libro que su capacidad de sugerencia?

Lo de Mishima es complicado, porque a pesar de no gustarme sus planteamientos y objetivos admiro su habilidad para escoger temas y desarrollarlos y me plantea siempre una pregunta, además, bastante seria: ¿por qué?

¿Por qué el imperio y por qué el seppuku? 



Y la única respuesta que se me ocurre es que hay gente que hace lo contrario de lo que querría. Personas a las que les han hecho creer que sus impulsos y deseos son un error y una vergüenza y ellos mismos se obligan a ser totalmente lo contrario de lo que quisieran. O algo así.

Con El Templo del Alba, Mishima se acercaba al final de su vida y la literatura es, entonces, más urgente, sin tiempo para perder en preciosismos, pero también sus reflexiones son o más blancas o más negras, como sin posibilidad de mostrar todos los lados del poliedro. La decadencia de la cultura Japonesa para Mishima se expresa a través de un hombre que siente deseos que no corresponden a alguien de su posición y lugar en la sociedad y la homosexualidad de una bella y joven princesa... Japón se rompe...

La respuesta la ofrecerá el escritor justo después de terminar el último volumen de El mar de la fertilidad: ¡seppuku!

No, en serio. Algo de razón tenía: la pérdida de la raíz filosófica del budismo para dejar sitio a los valores consumistas del capitalismo es una verdadera tragedia y tampoco somos nadie para juzgar la reacción de Mishima.




Lo cierto es que al final, El templo del Alba resulta una novela algo aburrida, mal desarrollada y un poco tontorrona, pero cuyo interés está en el proceso vital del hombre que la escribió. La escribiría temblándole la mano y aunque así no se pueda escribir, los textos escritos en ese estado suelen tener bastante interés. En general.

A pesar de todo, aunque en realidad no me gusta su obra, hay algo en Mishima que no comprendo y que me interesa. Y además, viendo sus fotos, incluso me trasmite cierta simpatía, Mishima, a pesar de todo.






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4 comentarios:

  1. Vaya, no sé si he hecho bien leyendo esta entrada. Acabo de terminarme 'Caballos desbocados' y tengo pensado ponerme con 'El templo del Alba' el mes que viene
    :/

    Por supuesto no hablo en serio, me ha encantado encontrar tu blog.

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  2. mmmm... bueno, mi intención no es que la gente no lea... ¡sino todo lo contrario! Mishima es un escritor peculiar. En su obra se entremete su biografía y su ideología, especialmente en 'El mar de la fertilidad'. No obstante, entendiendo las condiciones en las que escribiría esta novela, a punto de hacerse el Seppuku "por el imperio", es comprensible que la novela esté algo dispersa. ¡Un saludo y muchas gracias!

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  3. Comprendo que una reseña tan superflua en intracenscente sobre uno de los mas grandes escritores que ha dado Japon, si no el mas grande, esta basada en una lectura superficial de la obra. No creo comprenda el valor global de la obra completa como para tan livianamente ejercer semejante aberración critica. Le recomiendo una lectura mas profunda. Saludos!

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  4. Seguramente estás en lo cierto, pero El templo del alba está muy lejos en calidad que, por ejemplo, el anterior, Caballos desbocados. Técnicamente hablando no es gran cosa. La espiritualidad que describe es de folletín. Aunque yo sí le veo valor emocional al libro, el de haber sido escrito con urgencia por alguien que está llegando al límite. Tampoco es el mejor escritor de Japón, solo el más conocido en Occidente. No obstante te animo de corazón a que expliques tu visión del libro y los puntos que valoras del mismo, para compartir ideas.

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