miércoles, 27 de febrero de 2013

Relatos. William Faulkner.


Leyendo a Faulkner lees a Shakespeare. Y al igual que el escritor inglés era un creador de poetas, Faulkner dio vida al condado imaginario de Yoknapatawpha, que contiene una visión totalizadora del sur norteamericano desde la guerra entre la Unión y los Confederados hasta los años cincuenta del siglo XX.

A través de quince novelas y medio centenar de relatos, Faulkner, como una especie dios creador o de vigilante, nos explica la macro y la micro historia de la región, acercando y alejando el zoom o dando saltos temporales a su antojo para centrarse ahora en los conflictos de un personaje concreto, ahora en la decadencia y la corrupción de una saga familiar a través de los años.  


Además de las innovaciones narrativas, su virtuosismo técnico (de las que ya hablaremos en otra ocasión -el estilo siempre es parte del mensaje-), al leer el grueso de sus novelas, sorprende la sensación de que todos sus personajes forman un mosaico completo, como el Jardín de las delicias del Bosco, en el que podemos percibir solo los detalles o la impresión completa, pero en dónde cada pieza tiene su lugar y su significado. La obra de Faulkner parece un enorme cuadro en cinco dimensiones que se extiende en la distancia y en el tiempo, y sobre todo, en la memoria. 

Quiero decir que parece que Faulkner supiese desde antes de empezar a escribir una sola linea todo lo que ocurrió en el condado de Yoknapatawpha. Cualquier apunte de un relato, un personaje secundario, alguien a quién solamente se le nombra de pasada, podía después protagonizar una novela, o su abuelo, o su nieta, y encajar después las piezas como un puzle perfecto con una sorprendente coherencia.

Este libro en cuestión, llamado Relatos recopila en castellano todos sus cuentos no reunidos (faltan los que se incluyen en los volúmenes Gambito de caballo y Cuentos de Nueva Orleans) y alguno más que ahora mismo no sitúo) y aunque su calidad literaria no siempre sea la de sus obras mayores, como El ruido y la furia, resultan interesantísimos para comprobar la evolución del genio de Faulkner desde que comenzó a escribir siendo un veinteañero, para ver su obra en desarrollo.

El tocho está dividido en dos apartados, "relatos inéditos" publicados individualmente en revistas y "relatos reunidos" que recopila los textos que posteriormente refundió en las novelas que para algunos suponen la cumbre de su obra y para mí su periodo más aburrido: Los invictosEl villorio, Desciende, Moises,La mansión.


 Lo más interesante de estos relatos es que nos permiten leer las versiones primitivas de las novelas (así como leer tres versiones diferentes de El oso) y analizar los cambios y las correcciones sobre los textos que se publicaron finalmente. 

Os transcribo un texto de la contraportada que se vende muy bien solo: 

Una profunda, serena y a veces terrible metáfora sobre la decadencia de las estirpes tradicionales abocadas a su propia extinción, el lento y corrosivo desarraigo con la tierra, la pérdida de contacto con la naturaleza y, en definitiva, con las propias señas de identidad. Este proceso de deterioro responde a una intensa noción de culpa, omnipresente e insuperable, que otorga a la narrativa del autor una inequívoca dimensión  universal que bucea en los límites de la condición humana.

Es la obra de Faulkner una obra llena de tensión que se enfrenta a las situaciones cuando se han convertido en problemas. 


¡Ah! La portada del libro y los cuadros que ilustran este post son obra del pintor estadounidense Thomas Hart Benton, representante de lo que llamaron el movimiento regionalista americano y que pintó como nadie las escenas cotidianas del medio oeste.





2 comentarios:

  1. Leyendo a Faulkner lees a Shakespeare, intesante forma de empezar a leer este libro o la obra de Faulkner, de lo mejor en literatura, si de leer buenos libros se trata

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    1. Ciertamente, Faulkner es de lo más interesante que se puede leer en el siglo XX. Una cumbre que en mi opinión todavía no ha sido superada y no se va a superar. ¡Un saludo!

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