viernes, 31 de enero de 2014

Siberia Blues. Néstor Sanchez.



Cada párrafo de este libro podría ser un poema en prosa perfecto, un poema complejo, como una espiral en la consciencia a través del estilo y de las palabra. Pero es una novela como un gran poema o una gran espiral. Un texto en castellano asombroso y curiosamente casi desconocido, a pesar de haber sido señalado su autor como el mejor escritor argentino de su generación (años sesenta) por Córtazar, que consiguió que Editoral Sudamericana le publicase sus primeras novelas. 

Entre Lezama Lima y James Joyce, Siberia Blues es una recuperación del pasado, una actualización de las imágenes que perduran en el archivo mental de cada persona y que se regeneran de un modo distinto con cada vivencia. Bien podría ser la acción de esta novela un hombre recordando, de nuevo, no en el orden en el que ocurrieron las cosas, sino en el orden en el que se presentan en el presente como imágenes mentales desencajadas.

En este sentido, el autor no ordena las imágenes para ofrecer al lector un mundo completo, cerrado y ordenado (lo único que puede hacer es dejarse llevar y disfrutar) sino que sirven para resituar al narrador, al poeta, construyendo no una narración, sino un espacio, físico y mental, y un espacio, además, que cambia a medida que avanza el tiempo y es recordado.


También es un ejercicio de estilo extremo y aquí radica la verdadera importancia de Siberia Blues, en cómo el estilo se transforma en emoción. Quisiera que se entienda bien, no un alarde de virtuosismo técnico académico, sino todo lo contrario: literatura sin limites, absolutamente libre. Pero literatura: palabras insertas en frases conscientes de sí mismas que tienen un significado literal pero al mismo tiempo sugerencias subjetivas ilimitadas. Frases no que describen imágenes, sino que surgen de ellas como las hojas en un árbol.

Leer este libro casi desconocido es una maravilla, primero, por ser uno de los textos artísticos más interesantes del castellano en los últimos años; segundo, porque al leer la novela uno tiene la impresión de ser la única persona en el mundo que la está leyendo, como descubrir un barco español naufragado con un tesoro y saber que vas a ser rico.

Siendo sincero, la novela la he tenido que leer dos veces seguidas y aún así no he terminado de entender "lo que pasa", en cambio, sí lo que cuenta... Por ejemplo, el primer párrafo. Perfecto:

Empieza con una carga algo repentina de brigada en desuso, de guitarreos viudos hace miles de años: cuarto de siglo más tarde se hace extranjera pero nostálgica referencia a los bajos entonces mal iluminados de Villa Urquiza, en particular la franja urbana sin acceso posible para nadie que no hubiera nacido en la franja y donde la legendaria barra de Tomasol, la que defendía el criterio de frontera, mantuvo a cualquier precio el fuego sagrado del ocio: todo esfuerzo embrutece, toda tentativa para incorporarse a la caravana del sudor se relaciona con el resto de la ciudad marmota, inminente, sacudida por el hollín y los despertadores.

Normal que a Cortázar le gustase...










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sábado, 25 de enero de 2014

Hablemos de langostas. David Foster Wallace.



Diría que Foster Wallace es el último escritor. La última persona que tenía algo realmente importante que decir a través de la palabra escrita. Murió joven, con algo más de cuarenta años, en el 2008, por lo que vio todo lo que había que ver: fue testigo y escriba de cómo el sistema se rompía en pedazos. Ahora que está destruido del todo ya no importa. Y no tiene sentido. Los escritores no pueden dejar constancia de nada salvo de si mismos, y la verdad.. ¿a quién le importa eso?


Foster Wallace era una especie de hijo del grunge intelectual que tenía una opinión para todo, aunque fuera la duda, absolutamente argumentada. Y si no sabía nada del tema absorbía toda la información posible para señalar algo en lo que nadie había pensado antes. Hablemos de langostas lo deja claro. No es más que una colección de sus artículos y crónicas escritos entre 1998 y 2005, publicados cuando era enviado especial de revistas como Rolling Stones o Gourmet y que independientemente de la disparidad de los temas tratados (porno, festival de la langosta, diccionarios, McCain, biografías de deportistas) tratan siempre de entender y de poner orden en el Caos, a veces desde la inocencia de la duda que no termina de tomarse muy en serio a sí mismo, quizás una consecuencia de su depresión crónica.



A parte de todo, son textos divertidísimos y profundos en los que más allá del tema del que se hable importa el proceso en el que el lector los adquiere a través de Wallace. Y también importa el punto de vista  de Wallace como un simple espectador con algo que decir... ¡después!... una vez en casa frente al ordenador, analizando las experiencias vividas, tratando de comprenderlas para formarse una opinión legítima y ofrecerla a sus lectores. Un proceso intelectual íntegro y asombroso, porque donde llega Wallace no hubiéramos llegado nosotros solos.

A quién no lo haya leído solo le avisaré de que a veces es muy (cómo decirlo) arduo y cansado, pero siempre, todo lo que escribe, cada frase y cada párrafo y cada nota a pié de página y cada nota a las notas de pie de páginas, y las notas a las notas de las notas a pié de página, siempre, absolutamente siempre, llegan a algún lado que supone, no solo una sorpresa, sino una nueva perspectiva. Leer a Foster Wallace te hace más listo, más inteligente, más humilde y mejor persona.

No me resiste a poner estos dos textos:

El primero sobre la campaña de McCain:

Acuérdense de aquellos chavales del instituto que se presentaban a las elecciones al comité de alumnos: cebollinos, demasiado acicalados, obsequiosos con la autoridad, ambiciosos de una forma triste. Ansiosos por jugar el Juego. La clase de chavales que al resto de los chavales les gustaría atizar si no resultara tan tedioso y carente de sentido. Y ahora piensen en algunas versiones adultas que existen en el año 2000 de aquellos mismos chavales: Al Gore, a quien el técnico de sonido de la CNN Mark A. describe diciendo que «casi parece que respira»; Steve Forbes, con su frente húmeda y su risita de lunático; la sonrisita de patricio de G. W. Bush y su torpe hipocresía; hasta el mismo Clinton, con su cara enorme, roja y falsamente amigable y sus frases de tipo «Siento su dolor». Unos hombres que ni siquiera parecen lo bastante seres humanos como para odiarlos: lo que uno siente cuando aparecen no es más que una abrumadora falta de interés, esa clase de profunda desconexión que a menudo es una defensa contra el dolor. Contra la tristeza. De hecho, la razón más probable de que a muchos de nosotros nos interese tan poco la política es que los políticos modernos nos ponen tristes, nos hieren profundamente de formas que cuesta identificar, ya no digamos hablar de ellas. Es mucho más fácil poner los ojos en blanco y pasar de todo. Probablemente el mero hecho de leer esto ya les provoque rechazo...



El segundo, sobre la poderosa industria del porno. 

Resultó que aquel detective -que tenía sesenta años, estaba felizmente casado, era abuelo, tímido, educado y obviamente un tipo decente- también era un fan acérrimo del porno. Él y Hecuba terminaron tomando café, y cuando H.H. por fin carraspeó y le preguntó al poli por qué un tipo que era tan obviamente decente y estaba claramente del lado de la ley y de las virtudes cívicas era fan del porno, el detective confesó que lo que le atraía de las películas eran «las caras», es decir, las caras de las actrices, es decir, aquellos momentos de orgasmo o de ternura accidental en que las actrices dejaban de lado sus muecas burlonas de «Fóllame, soy una niña mala» y de pronto se convertían en gente de verdad. «A veces, y nunca sabes cuándo, es lo que tiene... a veces de golpe se revelan a sí mismas», fue la explicación del detective. «Su... cómo se llama eso... humanidad.» Resultaba que al detective de la policía de Los Ángeles las películas para adultos le resultaban conmovedoras, de hecho mucho más que la mayoría de las películas convencionales de Hollywood, en las cuales los actores -a veces actores con mucho talento- se dedican a intentar fingir una humanidad genuina, es decir: «En las películas normales, todo es intencionado. Supongo que lo que me gusta del porno es que ahí pasa de forma accidental».

La explicación del detective de Hecuba resulta intrigante, por lo menos para estos enviados especiales, porque ayuda a explicar parte del atractivo del porno duro, películas que se supone que son «desnudas» y «explícitas» pero que en realidad contienen material filmado que se cuenta entre el más distante y opaco que se puede encontrar. Una gran parte de la naturaleza fría, muerta y mecánica* de las películas para adultos es atribuible en realidad a las caras de los actores y actrices. Se trata de caras que suelen parecer aburridas o inexpresivas o profesionales, pero que en realidad están simplemente escondidas, el yo permanece encerrado en algún lugar lejano muy por detrás de los ojos. 

Seguramente esa naturaleza escondida es la forma que un ser humano que está revelando las partes más íntimas de sí mismo tiene de preservar cierto sentido de la dignidad y la autonomía: negarnos toda expresión verdadera. (Se puede apreciar esta mirada aburrida, dura y muerta en las bailarinas de striptease, prostitutas e intérpretes de pornografía de todos los lugares y géneros.) Pero también es cierto que de vez en cuando en las escenas de porno duro aparece el yo escondido. Viene a ser lo contrario de actuar. Se puede ver cómo toda la cara del actor o actriz porno cambia cuando la conciencia de uno mismo (en la mayoría de las mujeres) o la inexpresividad desquiciada (en la mayoría de los hombres) ceden el paso a un placer erótico sentido de forma genuina hacia lo que está pasando; los suspiros y los gemidos dejan de ser automáticos para volverse expresivos. Solamente pasa de vez en cuando, pero el detective tiene razón: el efecto en el espectador es eléctrico. Y los actores y actrices que pueden hacer esto con frecuencia -permitirse sentir y disfrutar de lo que está sucediendo, con o sin cámaras- se vuelven estrellas enormes y legendarias. En los años ochenta lo podían hacer Ginger Lynn y Keisha, y ahora a veces pueden Jill Kelly y Rocco Siffredi. Jenna Jameson y T. T. Boy no pueden. Siguen siendo nada más que cuerpos.

* Entre los amigos y familiares de estos enviados especiales a quienes resulta que no les gusta el porno, una gran mayoría explican que no es que no les guste por razones morales, religiosas ni políticas, sino que les parece aburrido, y muchos de ellos parecen usar metáforas robóticas/mecánicas/industriales para intentar caracterizar ese aburrimiento. P. ej.: «El sexo en el porno duro suele consistir en nada más que órganos entrando y saliendo de otros órganos, meter y sacar, es como ver una torre de perforación funcionando todo el día para sacar petróleo».










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domingo, 19 de enero de 2014

James Joyce. Ulises.


¿Que aplaca el corazón del hombre, 
náufrago en tormentas horrendas, 
sometido a prueba, como otro Ulises?


Por algo se decía que el Ulises de Joyce representaba el final de la novela. Al menos de la narrativa o por lo menos de la innovación y de la profundidad del narrador (ya no se dicen esas cosas porque ya no importa). No ha sido así, pero al no serlo, tristemente, la narrativa ha pasado a ocupar un espacio en el mercado, cuando antes lo ocupaba en el pensamiento.

No se puede llegar más lejos. Después de este libro, ser escritor solo puede significar dar un paso más que Joyce (y es difícil) o asumir que escribir es un acto de cobardía, de falta de compromiso, de no atreverse a ir más allá y, como en el eterno retorno de Nietzsche, repetir una y otra vez lo que ya se ha dicho y del mismo modo. El Ulises es un contrincante con el que medirte y perder siempre.

Marilyn Monroe disfrutó esta novela (por cierto su biblioteca era realmente interesante), a pesar de que muchos advierten que el Ulises es un juego intelectual extremo para literatos de tertulias (pajas mentales), olvidando que en este caso se trata del texto íntegro que un hombre "tuvo" que escribir, es decir: todo lo que Joyce tenía dentro, por lo que es probable que la inteligencia intuitiva de la malograda actriz y su curiosidad innata representen el mejor modo de acercarte al Ulises si todavía no lo has hecho.


Muy curioso lo que ocurre con este libro, capaz de humillar al más puesto. Porque todavía hay quien duda de su capacidad mental al empezar a leerlo y no superar la primera página (valgan como ejemplo los artículos sobre "novelas sobrevaloradas, etc". tan de moda últimamente, que dejan ver, más que nada, el nivel del crítico y sus complejos) y no debería ser así, porque Ulises es un texto escrito para ser disfrutado y no todo el mundo disfruta de las mismas cosas. Hay que saberlo para no traumatizarse.

Hermetismo. Ulises es un texto cifrado, escrito en un código secreto, pero al mismo tiempo un texto abierto al público que busca siempre nuevos lectores, curiosos, que disfruten del lenguaje y de la poesía por sí misma. Es un texto que deja claro desde la primera página que no está escrito para todo el mundo y que desde el primer capitulo plantea un viaje que cualquiera no tiene ganas de asumir (es un libro cansado), pero no hay nada que prohíba la entrada, digamos, al club: no hay reglas ni un examen previo que cualifiquen al lector, salvo el disfrute de la literatura en un cierto sentido. Quiero decir que no es un texto escrito para todo el mundo, claro, pero en ningún lugar se dice quién puede leerlo o quién no. No sé si me explico.

Cuenta poco la novela salvo las rutinas, miserias y esperanzas de unos cuantos personajes de la pequeña burguesía de un lugar determinado en una fecha concreta: Dublín, el 16 de junio de 1904. Podría ser simplemente una descripción costumbrista sin mayor interés... pero sobre la novela planea la sombra de Homero, elevando a un plano intemporal y universal unos hechos intrascendentes y señalando una nueva odisea contemporánea: el aislamiento y la soledad. Y no solo por esto el Ulises es ya un texto universal, pero está claro que el título obliga a buscar la relación de la novela con el hermoso poema griego, y eso es una tarea bonita para dejársela a los lectores.


Una de las cosas más complicadas de la novela es que capítulo a capítulo el narrador sufre una extraña metamorfosis. De un estricto estilo naturalista y objetivo, aderezado por la intromisión del stream of consciousness, comienza a asimilarse (como un juego) a los pensamientos y personajes protagonistas (el disfrute de narrar) algo que crea mucha confusión a los lectores que se acercan al libro buscando una historia interesante. Pero además, a mitad de la novela el narrador desaparece envuelto en experimentos que parece que no se toman en serio aquello que están cotando.

Un tipo de ironía que aleja y acerca el patetismo de la odisea contemporánea en la que viven los personajes. El lenguaje empieza a ocupar la función de protagonista, algo que se irá incrementando según progrese la novela. Pero si fuera solo eso el libro no tendría mayor interés que el de un despliegue de técnicas innovadoras. También hay emoción y poesía, porque las dos cosas van de la mano o no van.

Igual que otras muchas novelas vanguardistas (el Quijote, Rayuela) extremas, plantea Ulises, entre lineas, una propuesta: el arte no imita a la naturaleza según se interpreta erróneamente el dicho de Aristóteles, sino que su modus operandi es igual al de la naturaleza, con todo lo que eso significa y no hay tiempo de explicar... y tampoco sabría muy bien cómo hacerlo.

Una novela que en lo fundamental es una historia de hombres: Bloom (¿Ulises?), alguien que ha perdido el control de su hogar (esa tarde, su mujer va a serle infiel y su hija comienza a descubrir el mundo lejos de su amparo) y Stephen (¿Telémaco?), joven cada vez mas desconectado de su entorno. En cambio, toda la novela la impulsa una mujer, Molly Bloom (¿Penélope?) y también la cierra con el famoso monólogo irrespirable que tanta expectación y polémica creó en su día, como una fuerza de la naturaleza...

... Tal como nosotros, o madre Dana, tejemos y destejemos nuestros cuerpos, dijo Stephen, un día tras otro, las moléculas lanzadas de acá para allá, así teje y desteje el artista su imagen. Y tal como la espiga que tengo en el pecho derecho está donde estaba cuando nací, aunque todo el cuerpo se haya tejido de nueva materia una y otra vez, así a través del espectro del padre intranquilo la imagen del hijo no nacido se asoma expectante. En el intenso instante de imaginación, cuando la mente, dice Shelley, es un carbón que se desvanece, aquello que yo fui es aquello que soy y aquello que en posibilidad soy capaz de llegar a ser. Así pues en la posteridad, hermana del pasado, seré capaz de verme a mí mismo tal como estoy sentado aquí ahora pero por reflejo de aquello que entonces seré...








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sábado, 11 de enero de 2014

Meditaciones. Franz Kafka.



No es un libro más de Kafka, sino una especie de recopilación de textos del escritor que tienen en común la reflexión y el pensamiento. Aunque es un poco aleatorio, algunos de los textos tienen mucho interés y quisiera hablar de ellos uno a uno.

La verdad sobre Sancho panza.

Con el correr del tiempo, Sancho Panza, que por otra parte, jamás se vanaglorió de ello, consiguió mediante la composición de una gran cantidad de cuentos de caballeros andantes y de bandoleros, escritos durante los atardeceres y las noches, separar a tal punto de sí a su demonio, a quién luego llamó Don Quijote, que éste se lanzó inconteniblemente a las mas locas aventuras; sin embargo, y por falta de un objeto preestablecido, que justamente hubiera debido ser Sancho Panza, hombre libre, siguió de manera imperturbable, tal vez en razón de un cierto sentido del compromiso, a Don Quijote en sus andanzas, y obtuvo con ello un grande y útil solaz hasta su muerte.

Curiosa paradoja en la que Kafka señala que Sancho y Quijote son dos versiones de uno mismo y también sobre la profecía que no podemos evitar que se cumpla y que finalmente sucede, precisamente por querer evitarla. Pero también por el dejarse llevar y por algo que él mismo hizo constantemente: analizar sus actos. De hecho mientras escribo esto me doy cuenta de que es una perfecta introducción al libro.

El silencio de las sirenas.

En este texto escribe Kafka:

Pero las sirenas tienen un arma mucho más terrible que su canto, esto es su silencio...

Prometeo.

Una vez más, otra reflexión sobre la culpa y también sobre como algo "tan importante" puede no ser nada. También muy relacionado con el resto de su obra. Lo pongo entero:

De Prometeo informan cuatro leyendas; según la primera, por haber delatado a los hombres, fue encadenado al Cáucaso, y los dioses enviaron águilas que devoraban su cuerpo, que siempre volvía a crecer.

De acuerdo con la segunda, huyendo del dolor de los picotazos, Prometeo se fue hundiendo cada vez más en la roca, hasta que llegó a confundirse en un todo con ésta. 

Según la tercera, su traición fue olvidada en el curso de los milenios, los dioses olvidaron, las águilas y el mismo.

Según la cuarta, todos se cansaron de lo que sin motivo había pasado. Los dioses se cansaron, las águilas se cansaron; cansadamente se cerró la herida.

Quedó la inexplicable roca. La leyenda trata de explicar lo inexplicable. Puesto que viene de un fondo verdadero, tiene que volver a acabar en lo inexplicable.


Entre otros textos también se incluye Preparativos de boda en el campo. Un cuento o novela corta, no sé, sobre la indecisión y el agotamiento que en lo formal resulta especialmente interesante por cómo el narrador se confunde con el monólogo interior del protagonista (adelantándose a Joyce y a Faulkner). Pero además, debería de ser un texto Kafkiano de referencia por cómo los pensamientos de Raban sobre las consecuencias de sus acciones y sus absurdas justificaciones y excusas se convierten en un laberinto que le paraliza e incuso llega a molestar físicamente al lector, casi tanto como algunas escenas de la metamorfosis. 

(Por cierto, en este relato también dice: "tumbado en la cama creo que tengo la figura de un escarabajo")

Pero lo que más me interesaba de este volumen era la colección de aforismos de Kafka, Consideraciones sobre el pecado, el sufrimiento, la esperanza y el camino verdadero, que nada más que por el titulo ya podría ser suficiente. 

Sobre ellos se dice que Kafka no era un espíritu filosófico y cabe preguntarse si es filosofía lo que necesitamos. Ciertamente a veces son ilógicos y contradictorios, pero anuncian una verdad y un camino. Leer a Kafka es doloroso, pero también es algo más, una esperanza indestructible.

1. El camino verdadero va sobre una cuerda que no está tensada en la altura, sino muy cerca del suelo. Seguro que parece hacer tropezar más que ser andada.

5. A partir de un cierto punto ya no hay ningún retorno. Este punto ha de corregirse.
 
15. Como un camino en otoño: apenas ha sido barrido vuelve a cubrirse con las hojas secas.
(Sobre este aforismo, de mi primera lectura, tengo escrito a bolígrafo: obstinación).

16. Una jaula fue a buscar un pájaro.
 
38. Uno se asombra de lo fácil que andaba el camino de la eternidad; es que en realidad lo bajaba. 

56. Hay preguntas que no podríamos superar, si nos viéramos libres de ellas.
 
69. Teóricamente hay una completa posibilidad de felicidad: creer en lo imperecedero, en uno mismo y no buscarlo.
 
75. Pruébate con la humanidad. Hace dudar al que duda y creer al creyente.
 
80. La verdad es indivisible, así pues no se puede reconocer a sí misma; quien quiera reconocerla, tiene que ser mentira.

... también al escribir me obstaculiza el miedo ante ti y sus consecuencias, porque el tamaño del asunto sobrepasa con mucho mi memoria y mi inteligencia. 

Y me lo reprochas como si fuera mi culpa, como si yo hubiera podido con un golpe de timón variar todo, mientras que tú no tienes las más mínima culpa, a no ser el haber sido demasiado bueno conmigo.

Y una de las cosas que más me impactó en su día (porque leer a Kafka con 15 o 16 años fue un impacto, un mazazo en la cabeza, en esas lecturas no hubo reflexiones conscientes ni nada de eso, solamente empatía y un golpetazo. Con el tiempo he podido reflexionar sobre su obra y su influencia en mí, pero siempre de un modo imposible, como si estuviera alojado en algún lugar -la problemática adolescencia- al que no puedo llegar tan fácilmente).

Dice Kafka: Con tu aversión acertabas más en mi actividad de escribir y a lo que, desconocido para ti, con esto estaba relacionado. Ciertamente que aquí me había separado un trecho sin depender de ti, si bien recordaba un poco al gusano que, pisoteada la parte trasera, se libra con la parte delantera y se arrastra a un lado. Hasta cierto punto estaba seguro, había un respiro; la aversión que naturalmente tuviste en seguida también hacia mis escritos me era aquí excepcionalmente bienvenida...
    


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miércoles, 1 de enero de 2014

El hombre unidimensional. Herbert Marcuse.



Durante los sesenta, en la universidad no hacía falta ser guapo o feo para ligar, se conocían parejas sexuales llevando este libro bajo el brazo y subrayándolo como hizo mi tío, a quién se lo robé. Pero eso fue después, cuando las revoluciones sociales de los años del pop y la psicodelia se convirtieron en bienes de consumo para jóvenes. Antes de que el marketing metiera la zarpa, vaya, este libro estuvo en la base de historias tan importantes como el movimiento afroamericano por los derechos civiles (recuerden que Ángela Davis fue alumna y seguidora de Marcuse).

Desde un punto de vista postmarxista, El hombre unidimiensional trata de indagar en las nuevas formas de control del capitalismo, evolucionado en sociedad de consumo. El obrero ya no es la única víctima frente a la burguesía, sino el ciudadano en general, obligado y convencido a vivir en un mundo privado de sí mismo y de su libertad, sin saberlo, que Marcuse define como un mundo unidimensional. 

El pensamiento de Marcuse, que convendría tener en cuenta hoy día, se basa en dos hipótesis aparentemente contradictorias. Por un lado, la creencia de que la sociedad industrial avanzada es capaz de reprimir  todo cambio cualitativo, asumiéndolo y convirtiéndolo en parte de su historia. Por otro lado, la creencia firme de que en esta sociedad existen fuerzas, aún dormidas, capaces de poner fin a la represión instintiva que se esconde detrás de la seudodemocracia capitalista. Una idea que cambia totalmente el tablero del juego revolucionario. 

Especial interés para mi tiene el tercer capítulo del libro, La conquista de la consciencia desgraciada: una desublimación represiva, en el que se habla sobre cómo las manifestaciones artísticas presentaban tradicionalmente una forma de superación del sistema, y de afrenta y cómo el sistema las asimila, hoy, convirtiéndolas en clásicas y privándolas de su verdadero fuego y al mismo tiempo que trata de convertir toda forma artística contemporánea en un mero entretenimiento o en algo decorativo. Muy a tener en cuenta, por cierto, aunque yo no sepa explicarlo bien. 

Si estuviéramos en los sesenta seguro ligaría algo, porque mi ejemplar está muy subrayado. Primero por mi tío, que en su humilde búsqueda de sabiduría se aproximó temeroso a Marcuse con un lápiz azul (de acuerdo) y uno rojo (no de acuerdo). Afortunadamente predomina el azul. 

Os dejo algunas de las cosas que mi tío subrayó en rojo: nada. Otra cosa a tener en cuenta.