miércoles, 28 de agosto de 2013

Cuentos completos/1. Julio Cortázar.


De Kafka dije una vez que es mi amigo, y de Cortázar digo que es como un profesor del instituto al que admiro (si eso puede existir, un profesor de instituto al que admirar -es broma-) y necesitaba caerle bien. No sé, que viese talento en mi y esas cosas. Como en las películas americanas. Así pensaba mi cabeza de adolescente y así pensaba sobre Cortázar. Lo lógico es, después, revolverse contra los maestros hasta que al tiempo, un día, alguien te lo recuerda y entonces comprendemos todo con perspectiva y el hijo pródigo vuelve a casa y acaba uno admirando a Cortázar más si cabe, con sus triunfos y sus miserias. Completo.

De Cortázar no me gusta hablar con otra gente, quizás porque durante casi diez años leí y releí todo lo que pude encontrar escrito por él (antes de la era Internet) o sobre él. Y durante todo ese tiempo era "lo más importante". Lo que Cortázar decía "era lo que tenía que decirse"" y "cómo tenían que ser las cosas". Supongo que por cómo Cortázar influyó en mi vida y en mi manera de pensar, cuando me hablan de él pienso por defecto: no ha entendido nada. Pero en cambio, cuando alguien se me acerca y me dice "estoy leyendo a Cortázar, los cuentos" (algo que curiosamente pasa a menudo) de primeras me quedo expectante y si mi interlocutor sonríe, comprendo que lo ha entendido. O mejor, que lo está disfrutando. Y me alegro.

Después de esta introducción rara quisiera escribir sobre el primer volumen de los Cuentos Completos de Cortázar editados por Alfaguara. Un buen tocho que recopila cronológicamente la mitad de sus cuentos, es decir, los escritos durante su vida privada, la vida del solitario y un poco acomplejado Cortázar. Joven y viejo al mismo tiempo (extraordinariamente joven por fuera, y sorprendentemente viejo por dentro, pero mucho más joven todavía más dentro). Los cuentos del inadaptado ya no tan joven, que esconde su timidez en libros, libros y más libros (apenas vivía Cortázar en aquella época sino era en la literatura y las ideas) y afortunadamente para todos inmaduro, inmaduro, muy inmaduro. Como se debe ser, porque Cortázar nunca perdió lo que la mayoría de gente pierde cuando oficialmente se consideran adultos.


En fin, los cuentos de Cortázar rozan la perfección (y no lo digo en detrimento de Rayuela, porque precisamente la imperfección es lo que más se acerca a lo verdadero) y suponen, algunos de los textos más importantes de la literatura en castellano. Cortázar hizo sonrojarse a todos los escritores de su generación. No obstante, no me gusta que los llamen fantásticos, a sus cuentos, como podían serlos los de Poe o Guy de Maupassant.

Los cuentos de Cortazar son existenciales y hablan sobre el individuo perdido en un sistema social, económico, político, científico, cultural que no se sostiene, que está mal formulado, que no funciona por mucho que uno lo intente.

Para Cortázar el elemento fantástico, obviamente muy presente en sus cuentos, no es un juego narrativo, sino un símbolo de una brecha en nuestra cultura. Una pequeña hendidura por la que deberíamos meter el dedo, solamente por curiosidad, para ver si así acabábamos por agrandarla y romper la pared del todo (la pared contra la que chocaba Oliveira en Rayuela: "la pared del amor, la pared de la vida cotidiana, la pared de los sistemas filosóficos, la pared de la política").


Lo dice él mismo entre lineas: "la realidad para mí era no solamente lo que me enseñaban la maestra  y mi madre y lo que yo podía verificar tocando y oliendo, sino además continuas interferencias de elementos que no correspondían, en mi sentimiento, a ese tipo de cosas (...) Un desplazamiento que nos coloca frente a una fisura de la realidad, a través de la que percibimos otra realidad, otro orden de cosas, una serie de leyes que no son menos rigurosas de las que rigen en lo que llamamos mundo real (...) una especie de aceptación por adelantado de cualquier cosa que los demás consideraban como inexplicable, como un juego de casualidades o como un juego de coincidencia".

Esta entrada va a ser muy larga y tediosa. 

Decía al principio que de joven pensaba que lo que decía Cortazar era lo que debía ser dicho, pero en realidad lo sigo pensando. Leyendo a Russell, a Heidegger o a Wittgenstein o a otros muchos filósofos, pensadores o científicos que intentaron ir un poco más lejos de donde nos sentimos cómodos, la única conclusión posible es que nuestro sistema (nuestra cultura occidental greco-cristiana), nuestra cosmovisión en general, no funciona. Simplemente no encaja y no va a encajar nunca. Es como si mirásemos el mundo desde un ojo de buey: en un pequeño círculo la imagen se adapta a lo que queremos ver, pero los alrededores se distorsionan y se deforman. Y esa percepción, esta intuición, es lo más importante que Cortazar nos cedió, al menos intelectualmente hablando. Al menos para mí, claro.

Al contrario que en la novela, que para Cortázar (y para Cervantes) era un bendito desorden en el que cabe todo de muchas maneras posibles, "el cuento", dice él mismo "es una esfera, es una cosa que se define rápidamente y cuya perfección está precisamente en su brevedad". Por su perfección, y en esto era un maestro, si su visión del mundo no fuera la que es, sus cuentos seguirían teniendo interés, al menos desde el punto de vista técnico.


Experimentales y juguetones, la forma es parte del mensaje también para Cortázar. Aún así, y esto le acerca a Faulkner y a Shakespeare, también dijo una vez, que  "el cuento es un relato en el que lo que interesa es una cierta tensión" y la tensión es suficiente para ponernos alerta y sobre la tensión en el arte y en la naturaleza podríamos hablar mucho también, o al menos intentarlo, si es que hay palabras para hablar de todo eso. Pero entonces esta entrada sería interminable.

Antes de repasar mis cuentos preferidos de este primer volumen, que incluye los libros La otra orilla (textos de juventud), Bestiario (su primer libro maduro y que hizo que todos giraran la cabeza para saber quien era el autor: un cuarentón que iba a su ritmo, sin ninguna prisa por triunfar), Las armas secretas (uno de sus mejores libros), Final del juego (cuentos perfectos), Historia de cronopios y de famas (pequeños textos en prosa que pueden leerse como poemas) y Todos los fuegos el fuego (un libro con el que el Cortázar interior empieza abrirse al mundo), una pequeña frase de Cortázar sobre sí mismo:

"Mi problema sigue siendo, como debiste sentirlo al leer Rayuela, un problema metafísico, un desgarramiento continuo entre el monstruoso error de ser lo que somos como individuos y como pueblo en este siglo, de un futuro en el que el socialismo da una visión práctica y la poesía una visión espiritual".

Lejana.

Un cuento sobrecogedor. Me gustaría saber que piensa sobre él la autora de Mujeres que corren con los lobos, porque expresa de una forma absolutamente poética todo lo que ella dice sobre "la mujer esqueleto".  En este cuento podemos apreciar la profundidad de la mirada del joven Cortázar y su capacidad para entender los grandes problemas de la insatisfacción y la inadaptación y de la mujer. Otros hablaran de posesiones y fantasmas.

Las babas del diablo.

Un texto sobre la percepción, sobre el modo en el que conocemos nuestro entorno, sobre lo que nos damos cuenta y lo que no, lo que es y lo que puede ser y cómo esto nos afecta determinantemente. Maravilloso y perfecto en todos los sentidos. Y terrible al mismo tiempo. Antonioni hizo una peli con el texto, Blow-up, fundamental para ser un revival sesentero, en el que aparece un extraño escrcitor parecido a Cortazar que solo quiere fumar marihuana y ligar con jovencitas modernas. Una de las mayores alegrías de mi adolescencia fue ver que en esta peli aparecen los Yardbirds, ¡con Jimmy Page ademas!


El perseguidor.

¡Ah! ¡Charlie Parker!, nadie como él.

No hay mucho que decir sobre este texto que no se haya dicho ya o no lo explicase perfectamente el mismo Cortázar. Un Rayuela en pequeñito en el que el protagonista es un ser intuitivo y no un intelectual. Hay quien dice que es el mejor cuento escrito en castellano y yo quiero pensar que lo es. Solo una cosa, una pequeña cosa... pobre e inexperto Cortázar que todavía no había vivido mucho, eso de la marihuana volviendo loca a la gente...



La señorita Cora.

Quizás no sea su mejor cuento, pero es una delicia trágica. Pocas veces la sexualidad y el erotismo sin compeljidades están tan presentes en Cortázar, (en esto se parecía a Kafka, Cortázar) aunque en este cuento el sexo solo perfuma el ambiente. Especialmente bien descrita y enternecedora la timidez del protagonista.

Cada uno tiene sus cuentos preferidos, esta claro.

Lo malo del libro es la introducción de Vargas Llosa...







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martes, 20 de agosto de 2013

Apuntes del subsuelo. Dostoyevski.


"Si fuera solo por pereza por lo que no hago nada..."

Algo de relación si que tiene esta novela con La Metamorfosis de Kafka, o con Pato Salvaje de Ibsen (el que cuando está herido nada hacía el fondo del lago y se agarra a la vegetación para morir, para no salvarse). Incluso, el misántropo protagonista de Apuntes del Subsuelo dice en un momento: quieran o no, señores, me propongo contarles porqué ni siquiera pude cambiarme en insecto. Imposible no imaginarse a mi amigo Kafka sonriendo cuando, seguro, leyó esta frase.

Los protagonistas de Dostoyevsky tienen siempre ese algo demoníaco que abre las puertas del mundo moderno. Manzanas podridas, flores salvajes, frutos del romanticismo y de la razón: demasiado sensibles como para no dejarse llevar por sus instintos y demasiado cobardes y débiles para llevarlos a cabo con firmeza y sin arrepentimientos. Aún así, en su comportamiento hay cierta rebeldía demoníaca (al estilo de Baudelaire) que, utilizando la imaginería del escritor ruso, los salvan. Nuestros inadaptados favoritos, demasiado exigentes consigo mismos y con los demás, pero al fin, fieles solamente a sus sentidos.

Apuntes del subsuelo es la primera de las grandes novelas de Dostoyevski, las novelas de ideas, que tiempo después le convertirían en uno de los grandes escritores universales: Crimen y Castigo, Los demonios, El idiota o Los Hermanos Karamazov. Novelas "profundas" en las que el autor aspira a poner al descubierto los pactos secretos de la condición humana.

No podía ser de otro modo, esta novela fue muy impopular entre el público y los críticos soviéticos, en gran medida por su retrato del ser humano como seres vivos irracionales, incontrolables y nada cooperativos. Aunque esta misma visión descreída del individuo en la sociedad (esa falta de confianza) y sobre todo, la capacidad de elección del protagonista para decidir "condenarse", reflejaban en parte el futuro de las relaciones humanas y servían a Sartre para considerar Apuntes del subsuelo como una precursora del existencialismo.






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jueves, 15 de agosto de 2013

Miles, la autobiografía. Miles Davis y Quincy Troupe


"Si miras a Miles, mira a los músicos que han estado con él. Miles forma líderes, muchos lideres"


Dizzy Gillespie 


Su voz era un susurro ronco que le avergonzaba. No hablaba mucho, por lo que dicen, Miles Davis. Pero su entonación era musical igual que cuando tocaba la trompeta. Debió disfrutar bastante el periodista Quincy Troupe en las largas charlas que compartió con él escuchándole la historia de cómo cambió la música cuatro veces en el siglo XX.  


Si hubiera sido un simple espectador, su autobiografía merecería la pena. Entró de la mano del primero, de Charlie Parker, y le pasó el relevo a los jóvenes músicos de los 90. Les sobrevivió a todos y con eso ya sería suficiente, pero es que además su historia vertebra la era dorada del jazz y casi todas las corrientes "después de Parker" pasan por su creatividad y su visión profética. 

Sobre todos los músicos de jazz cae la mirada budista de Charlie Parker, "su sonrisa de hijoputa" (probablemente sea al autobiografía de Miles Davis el libro con mayor número de "hijoputas" que he leído nunca, "hijoputas" para todos, para lo bueno y para lo malo) y por debajo de él, está Miles Davis, que enseñó a cuatro generaciones de músicos a llegar lo más lejos posible con su instrumento. 

Es asombrosa la lista de los músicos que el escogió para sus grupos, y todos cuando no eran conocidos: Coltrane, Cannonball Aderley, Art Farmer, Phily Joe Jones, Paul Chamber, Bill Evans, Tony Willians, Wayne Shorter, Ron Carter, Herbie Hancok, Keit Jarret, y un largo etcétera. Simplemente los mejores músicos, los que desarrollaron eso que conocemos como jazz. 


Por que a pesar de como tocase Miles Davis y de sus conceptos innovadores (algo que el siempre forzó, ya que aprendió de los dos que sentaron las bases de la mayor revolución musical de los últimos tiempos, Gillespie y Parquer: el bebop, y eso es precisamente lo que aprendió de ellos, que la música tenía que seguir evolucionando) lo mejor que hizo por la humanidad, decía, (y es algo por lo que nunca le estaremos suficientemente agradecidos) fue conseguir que ese grupo de chavales (no eran más que chavales cuando pasaron por sus manos) tocasen como lo hicieron después. 

Miles Davis fue un gran líder antes que otra cosa. Olvidándose de sí mismo confiaba en sus grupos y trabajaba para que todos sacasen lo mejor de sí. Que se lo digan a Coltrane.


"Toca lo que no ibas a tocar", solía decirle a sus músicos y todos coincidían en que uno no podía tocar como siempre cuando Miles te miraba, tenías que superarte. 

"Mira, si colocas a un músico en un puesto donde tenga que hacer algo distinto de lo que hace constantemente, podrá hacerlo, pero para ello deberá pensar de manera distinta. Tendrá que usar su imaginación, ser más creativo, más innovador, deberá arriesgarse más. Tendrá que tocar más allá de lo que conoce (mucho más allá) y eso puede conducirlo  un nivel superior a aquel en que ha estado hasta entonces, es decir, al nuevo nivel en que en ese momento se encuentra, y al siguiente nivel al que se dirija y más arriba aún. Entonces será más libre, contemplará las cosas desde una perspectiva diferente, preverá y sabrá que se aproxima algo distinto. He dicho siempre a los músicos de mi banda que toquen hasta donde sepan, y a continuación más allá de lo que sepan. Porque si lo hacen así, cualquier cosa puede ocurrir y allí es donde nace el gran arte y la gran música. 

Una suerte tener esta pequeña puerta a su interior  y a sus reflexiones (aunque la traducción es realmente mala) porque además, Miles Davis tenía palabras y argumentos para explicar lo que hizo y lo que quería hacer. Y la verdad es que pocos músicos tienen algo que decir cuando le quitas el instrumento de la boca. El mismo Miles Davis recordaba que Parker y Coltrane nunca hablaban de música. Coltrane nunca hablaba, de hecho, y Parker... digamos que no se sabía muy bien de lo que hablaba. O no todos eran capaces de entenderle, al menos.

Y el libro también es hermoso por como Miles habla de sus compañeros, los conoció a todos en sus rutinas y en sus borracheras y sus miserias, que aunque esté extendido el rumor de que hablaba mal de todo el mundo, no es verdad, tenía verdadero respeto por todos los grades músicos que se fueron quedando en el camino, verdadero cariño a los que tocaron con él y grandes esperanzas en los músicos que tocarían con él.


Y aún así, si no hablara de música, si simplemente contase la historia de un hombre que tenía que liberarse de sí mismo, el libro también debería estar en todas librerías. La historia de como se perdió en lo más oscuro de su interior tres o cuatro veces y salió a la superficie como si nada. No sé sabe cuantas veces se reinventó Miles Davis de las cenizas. Asombroso. 

Unos textos de la biografía, el primero sobre el racismo:

Recuerdo una ocasión en que Milton Berle, el actor, vino a verme cuando yo actuaba en el Three Deuces. En aquella época tocaba en la banda de Bird. Supongo que sería en 1948. En cualquier caso, Berle estaba sentado a una mesa escuchándonos y alguien le preguntó qué opinaba de la banda y de la música. Él se echó a reír y se volvió hacia el grupo de gente blanca que le acompañaba y dijo de nosotros que éramos unos «cazadores de cabezas», indicando así que éramos unos jodidos salvajes.
Pensó sin duda que era ingenioso y recuerdo cómo aquella gente blanca se reía de nosotros. Bien, pues nunca lo olvidé.

Un día le vi a bordo de un avión, cosa de veinticinco años más tarde, viajando ambos en primera clase. Me levanté y me presenté. Dije: «Milton, me llamo Miles Davis y soy músico.» Él empezó a sonreír y respondió: «Oh, sí, sé quién eres. Tu música me gusta de verdad.» Parecía muy contento de que me hubiera acercado a su asiento. Entonces dije yo: «Milton, tú me hiciste algo, a mí y a las personas con quienes tocaba tiempo atrás, que siempre he recordado, y siempre me he dicho que si un día te tenía cerca te haría saber cómo me sentí cuando aquella noche dijiste lo que dijiste.» Él me miraba ahora con extrañeza, pues evidentemente no sabía a qué me refería. Mientras tanto, yo sentía que la ira de aquella noche volvía a despertar en mi interior, y supongo que ello se me notaba en la cara. Le repetí lo que él había dicho y le recordé cómo él y sus amigos se habían reído de nosotros. Al instante se puso rojo; estaba confundido y sin duda había olvidado por completo el incidente. Así que añadí: «No me gustó lo que tú nos llamaste aquella noche, Milton, ni a nadie en la banda le gustó tampoco cuando les conté lo que habías dicho. Algunos incluso lo habían oído como yo.»

Su aspecto era ahora lastimoso, ya lo imaginas. Articuló: «Lo lamento mucho, muchísimo.» Y yo le dije: «Sé que lo lamentas. Pero sólo lo lamentas en este momento, lo lamentas después de que te lo he recordado, porque entonces no lo lamentaste.» Y di media vuelta y regresé a mi asiento, me senté y no le dije ni una palabra más.


Y un texto que lo humaniza bastante, sobre su relación de amor/amistad con Juliette Greco.

Bien, atravesamos todo el vestíbulo, que ahora estaba silencioso como un mausoleo, tomamos el ascensor y subimos a la suite de Juliette. Ella abrió la puerta, me rodeó con sus brazos y me dio un gran beso. Yo le presenté a Art, que estaba detrás de mí muy cohibido, y vi cómo la alegría se desvanecía de su cara. Es decir, fue evidente que lo que menos deseaba era ver, en aquel momento y allí, a aquel negrito. Estaba verdaderamente decepcionada. Pero, en fin, entramos, y su aspecto era el de una hijaputa total, más bella aún de como la recordaba. Mi corazón latía aceleradamente y procuraba tener mis emociones bajo control, por lo que reaccioné ante Juliette mostrándome frío con ella. Adopté mi papel de macarra negro.

Principalmente porque estaba asustado, y también porque la actitud de macarra se me había pegado mientras fui un yonqui. Le dije: «Juliette, dame algo de dinero. ¡Necesito dinero ahora mismo!» Ella fue en busca de su bolso, sacó unos billetes y me los dio. Pero su cara mostraba una expresión de completo asombro, como si no creyera lo que estaba ocurriendo. Yo cogí el dinero y di unas vueltas en derredor, mirándola fríamente. En mi fuero interno ansiaba abrazarla y hacerle el amor, pero sentía miedo de las consecuencias que aquello tendría para mí, miedo de no ser capaz de dominar mis emociones.

Al cabo de unos quince minutos le dije que tenía algo que hacer. Ella me preguntó si volvería a visitarla, si no sería posible que fuera a España con ella cuando rodase la película. Le respondí que lo pensaría y la llamaría más adelante. Dudo que nadie la hubiese tratado anteriormente de aquel modo; tantos hombres la admiraban y deseaban que probablemente habría conseguido siempre lo que quiso. Cuando me dirigía a la puerta, me preguntó: «Miles, ¿realmente volverás?» 

«Vamos, cállate. ¡He dicho que te llamaré más adelante! » En mi interior anhelaba que ella encontrase algún medio de obligarme a quedarme. Pero la había humillado tanto en aquel reencuentro que el desconcierto le impidió hacer otra cosa que dejarme marchar. Más tarde llamé y le dije que estaba demasiado ocupado para ir con ella a España, pero que, si iba a Francia más adelante, trataría de localizarla. Estaba tan perpleja que no supo qué hacer, pero accedió a que nos viéramos en un próximo futuro, cuando yo fuese a Francia. Me dio su dirección y número de teléfono, colgó, y así quedó la cosa.

A la larga volvimos a reunirnos y fuimos amantes muchos años. Le conté cuál era mi problema cuando la visité en el Waldorf, y lo comprendió y me perdonó, aunque reconocía que se había sentido extremadamente confusa y frustrada por la forma en que la traté. En una de sus últimas películas (una película de Jean Cocteau, creo) se la ve colocando una foto mía sobre una mesa, junto a su cama, claramente reconocible.

Éste fue, pues, uno de los aspectos en que cambié desde mi drogadicción: me había encerrado en mí mismo para protegerme de lo que consideraba un mundo hostil. Y a veces, como en el caso de Juliette Greco, no sabía quién era mi amigo y quién mi enemigo, y en muchas ocasiones no me paraba a averiguarlo. A fin de protegerme no permitía a casi nadie que penetrase en mis sentimientos y emociones. Durante mucho tiempo me dio resultado.








   

sábado, 10 de agosto de 2013

Poemas de Amor. Anne Sexton.



"Fue también mi corazón violento el que se rompió 
cayendo por las escaleras del hall".

Cuando un artista acaba con su vida del modo en el que lo hizo Anne Sexton, es difícil no empezar su obra por el final y buscar en sus textos alguna explicación o, como mínimo, las claves del camino que la condujo a su dramático (también en el sentido de teatral) desenlace. 

Pero poco importa esa historia, ahora, cuando la obra por si sola expresa a un ser humano que se arranca la piel para que todos la vean desnuda. Algo que pocos se atreven a hacer de verdad y sin concesiones. Y claro, es normal que si lo dice "todo" cause algunos resquemores en el público. Supongo que no debía de ser un trago fácil para su familia y amigos leer sus poemas. 


Anne Sexton, como muchos otros poetas, era víctima de la poesía: no podía evitar transformar en poemas cada acontecimiento vital, cada emoción. Lugares claros llenos de pureza y rincones retorcidos y perturbadores convertidos en poemas para que otros los lean, sin pensar que eso la hacía vulnerable, en cierto sentido. La información es poder, ¿no? También emocionalmente.  

Escondida en el cuerpo de una mujer atractiva, alegre y fuerte, Anne Sexton tenía muchas otras mujeres en su interior como pedazos desgajados de algo que en principio era claro y diáfano y después no y además no le dejaban unirlos. 


Poemas de Amor narra su fractura emocional simbolizada en el accidente que le fracturó la cadera. Una fractura que al final no era más que una silenciosa traición a sí misma prolongada en el tiempo, hasta que las dos Anne Sexton que vivían juntas estaban ya demasiado separadas una de la otra. Y lo peor es que Anne Sexton no tuvo culpa de nada, se vio envuelta en un problema que al final es el de muchas otras mujeres y por qué no, el de todas las personas que viven en occidente. Por que en el resto del mundo tienen problemas también, pero de otro tipo, claro.   



Mi boca florece como un corte.
Me maltrataron todo el año, tediosas
noches, nada en ellas sino hombros ásperos
y delicadas cajas de Kleenex diciendo ¡llorá amor,
amorcito, llorá, idiota!

Hasta ayer mi cuerpo no servía.
Ahora se despedaza hacia sus esquinas cuadradas.
Se arranca el atuendo de la virgen María, nudo a nudo
y mirá – ahora está borrachísimo con estos cerrojos eléctricos.
¡Zing, una resurrección!

Una vez fue un bote, con demasiada madera
y sin trabajo, sin agua abajo suyo
y necesitando una mano de pintura. No era más
que un conjunto de tablas. Pero tú lo levantaste, lo encordaste.
Ha sido elegido por ti..

Mis nervios están encendidos. Los oigo como
instrumentos musicales. Donde había silencio
los tambores, las cuerdas están tocando, incurables. Tú hiciste esto.
Puro genio trabajando. Querido, el compositor ha entrado
en el fuego.



EL TOQUE (THE TOUCH) 

Meses permaneció mi mano aislada
en una lata. No había nada allí salvo rejas de metro.
Quizá esté magullada, pensé,
y es por eso que la han encerrado.

Pero cuando miré yacía en silencio.
Se podría medir con esto el tiempo, pensé,
como con un reloj, por sus cinco nudillos
y las finas venas subterráneas.

Allí yacía, como una mujer inconsciente,
alimentada por tubos que no conoce.
La mano se había colapsado,
diminuta paloma salvaje
entrada en reclusión.

Le di la vuelta y la palma era vieja,
con líneas finamente bordadas
y puntadas subiendo por los dedos.
Era gruesa y blanda y ciega en algunos sitios.

Tan solo vulnerable.
Y todo esto es metáfora.
Una mano corriente, sólo que añorando
tocar algo que pueda devolver
el toque.

La perra no lo hará.
Mueve el rabo en la ciénaga mientras busca una rana.
No soy mejor que una lata de comida de perro.

Ella es dueña de su propia hambre.



El interrogatorio del hombre de muchos corazones. 

¿Quién es ella,
esa que está en tus brazos?

Ella es a quien llevé mis huesos,
construyendo una casa que no era más que una cuna,
construyendo una vida más allá de una hora,
construyendo un castillo donde no habita nadie,
construyendo, al final, una canción
para así acompañar la ceremonia.

¿Por qué la trajiste aquí?
¿Por qué llamas a mi puerta
con tus nimias historias y canciones?

Me había unido a ella como se unen hombre
y mujer y aun así no había lugar
ni para fiestas ni formalidades
y estas cosas importan a una mujer
y, ya ves, vivimos en un clima frío
y no se nos permite besarnos en la calle
así que inventé una canción incierta.
Mi canción se llama Matrimonio.

¿Tú vienes a mí fuera de la unión 
y te limpias el pie aquí en mi entrada
y me pides que mida tales cosas?

Nunca. Nunca. No mi mujer real.
Ella es mi verdadera bruja, mi tenedor, mi yegua,
madre de lágrimas, falda llena de infierno,
el sello de mis pesares, el sello de mis moratones
y también, si los portara, los niños
y también un lugar privado, un cuerpo hecho de huesos
que quisiera comprar, si pudiera comprarlo,
con la que me quisiera casar, si pudiera casarme.

¿Debería atormentarte por eso?
Cada hombre tiene asignada su suerte
y la tuya es una suerte pasional.

Pero sufro un tormento. No tenemos lugar.
La cuna compartida es casi una prisión
donde no me permiten decir cariñito, bobín,
pastelito, calabaza, lacito de amor, medallón,
mi San Valentin, mi chica de oro, mi graciosa y todas
esas tonterías que uno dice en la cama.
Decir que me he acostado con ella no es bastante.
No sólo la he tumbado sobre el lecho.
Yo la he atado fuerte con un nudo. 

¿Entonces por qué clavas los puños
en tus bolsillos? ¿Por qué arrastras 
los pies como un colegial?

Durante años até este nudo en sueños. 
He atravesado una puerta en mis sueños
y ella estaba allí de pie, vistiendo el delantal de mi madre.
Una vez gateó por una ventana con forma
de ojo de cerradura y llevaba puestos los pantalones
rosa de pana de mi hija y cada vez ataba a esas mujeres con un nudo. 
Una vez vino una reina. A esa también la até.
Mas esto es algo que realmente até
y ahora ya la he amarrado bien.
La atrapé con mis cantos. La reduje.
La he aplastado con sólo una canción.
No había otro apartamento para ello.
No había otro cuarto para ello.
Sólo el nudo. El nudo de la cama.
Así puse mis manos sobre ella
reclamando sus ojos y su boca
como míos, también pedí su lengua.

¿Por qué me estás pidiendo que decida?
Yo no soy ningún juez ni soy psicólogo.
Eres dueño del nudo de tu lecho. 

Pero aún así mis días y mis noches
son de verdad, con niños y balcones y una buena mujer.
Sí, es verdad, até estos otros nudos,
pero preferiría no pensar en ellos
mientras hablo contigo sobre ella. Ahora no.
Si ella fuera un cucurucho en alquiler, yo pagaría.
Si ella fuera una vida que salvar, la salvaría.
Quizás es que soy un hombre de muchos corazones.

¿Un hombre de muchos corazones?
¿Por qué tiemblas entonces en mi puerta?
Un hombre de muchos corazones no me necesita.

Estoy atrapado en lo más hondo de su tinte.
Te permití atraparme, las manos en la masa,
atraparme con mi frenesí desatado en un reloj salvaje
para mi yegua, mi paloma y mi propio cuerpo limpio.
Quizá la gente diga que tengo serpientes en mis botas
pero te digo que, por una vez, tengo los estribillos,
solo una vez, esta vez, en la copa.
El amor de una mujer está en la canción.
La llamé la mujer de rojo.
La llamé la niña de rosa
pero tenía diez colores
y ella era diez mujeres.
Apenas pude nombrarla.

Yo ya sé quién es.
La has nombrado bastante.

Quizá no debería haberlo puesto en palabras.
Francamente, diría que soy peor besando,
ebrio como un flautista, pateando los restos
y decidido a atarla para siempre.
Porque, ves, esta canción es la vida,
la vida que no puedo vivir yo.
Dios, incluso al pasar,
reparte monogamia como jerga.
Yo quería inscribirla en la ley.
Pero sabes que para esto no hay ley.

¡Hombre de muchos corazones, eres tonto!
Porque este año hay espinas en los tréboles
y le han robado al ganado su fruto
y las piedras del río
han absorbido los ojos de los hombres, hasta dejarlos secos,
estación tras estación,
y ha sido condenado todo lecho
no por la moralidad ni por ley,
sino por el tiempo.






  

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miércoles, 7 de agosto de 2013

La filosofía perenne. Aldous Huxley.



Si me pusiera a explicar el contenido de este libro no encontraría palabras, porque de hecho nadie las ha encontrado todavía. Podríamos entrar en el divertido mundo de las paradojas taoístas y decir que el libro trata sobre el vacío de un cuenco o sobre la acción implícita en la no acción, en fin.

"Puedes nombrar los nombres, pero no el nombre eterno". 

La Filosofía Perenne es un bello y sugerente ensayo sobre el misticismo, un compendio de todas las religiones buscando algo verdadero entre lo que todas tienen en común, la comunión con la naturaleza y algo más, el hecho en sí, difícilmente explicable, de que formamos parte del universo.

Ya he dicho que podía sonar ridículo, pero, ¿No es cierto que ya el mismo Lao Tse o San Juan de la Cruz encontraron problemas para explicarlo? Puedes personificarlo y llamarlo Dios, o simplemente Brahma o Tao, para nombrar aquello que no conocemos, pero me da la impresión de que algunos poetas lo entendieron mejor que nadie:


"La Naturaleza es un templo donde vivos pilares
dejan brotar, a veces, palabras confusas;
el hombre la cruza entre bosques de símbolos
que le observan con ojos familiares".



"Vía Láctea hermana luminosa
de los blancos arroyos de Canaán
y los cuerpos de los amantes
nadadores muertos seguiremos
tu curso hacia otras nebulosas..."

Apolinaire


"Antes de que se apague mi vista
también me gustaría ver-
como otros seres, que tienen ojos
y no conocen otro modo-

pero si me dijeran -hoy-
que podría tener el cielo 
para mí -yo os digo que mi corazón
se partiría, por su dimensión".



"Aquella eterna fuente está escondida".

San Juan de la Cruz.


"Ver un mundo en un grano de arena y un cielo en una flor silvestre, 
tener el infinito en la palma de la mano y la Eternidad en una hora".


(si tenéis ejemplos de otros poemas los podéis poner en los comentarios y los escribo en la entrada) 

Lo cierto es que algunas personas, en todos los tiempos y desde todas las culturas, han llegado a experiencias místicas comunes y las han intentado explicar desde diferentes concepciones ideológicas y culturales. Este punto de encuentro es la Filosofía Perenne y desde que Leibniz hablara de ella, podemos seguir su rastro a lo largo de toda la historia. 

Me reitero: si esto lo explico yo, suena ridículo. Hay que leer los textos sin prejuicios (porque seguramente leerás palabras que no te gusten) y entenderlos con algo más que la razón. Por que todos hemos tenido alguna experiencia de este tipo, aunque sea bañándonos en la playa. 

Huxley lo explica de un modo sencillo: existe una base inmanente (otra vez palabras para nombrar lo que no conocemos) que está fuera de nosotros, pero nosotros formamos parte de esta base al mismo tiempo, aunque nuestra evolución social nos ha alejado de ella, al menos en esencia. La experiencia mística (incluso poética o artística) se produce cuando descubrimos la base inmanente en nuestro interior, algo que es "nosotros" y al mismo tiempo no lo es. Exactamente la misma explicación que ofrecen los conceptos budistas de Atmá y Brahma

Pero todo esto de nuevo no son más que palabras, porque esto no es algo de lo que se pueda hablar.



Dice Huxley sobre la falta de amor, lo que ocurre cuando nos alejamos de la base inmanente, del logos, del Tao.

Nuestras actuales disposiciones económicas, sociales e internacionales están basadas, en elevada proporción, en una organizada falta de amor

Empezamos careciendo de amor hacia la Naturaleza, de modo que, en vez de procurar cooperar con el Tao o el Logos en los planos inanimados o infrahumanos, procuramos dominar y explotar, desperdiciamos los recursos minerales de la tierra, arruinamos su suelo, asolamos sus bosques, llenamos de basura sus ríos y de vapores venenosos su aire.

De la falta de amor respecto a la Naturaleza avanzamos a la falta de amor respecto al arte, una falta de amor tan extrema que hemos matado efectivamente todas las artes fundamentales o útiles y hemos establecido en su lugar varias clases de producción en masa por medio de máquinas.

Con la producción y distribución en masa va el financiamiento en masa, y los tres han conspirado para expropiar un número siempre creciente de pequeños propietarios de la tierra y los equipos de producción, reduciendo así la suma de libertad entre la mayoría y aumentando en una minoría el poder de ejercer un control coactivo sobre las vidas de sus semejantes.

Esta minoría que controla por la coacción está compuesta de capitalistas privados o burócratas gubernativos o de ambas clases de amos obrando en colaboración —y, por supuesto, el carácter coactivo y, por ende, esencialmente falto de amor es el mismo, sea que los amos se llamen "directores de compañía" o "funcionarios del Estado".

La única diferencia entre estas dos clases de gobernantes oligárquicos es la de que la primera obtiene más poder de su riqueza que de una posición dentro de una jerarquía convencionalmente respetada, mientras que la segunda obtiene más de la posición que de la riqueza. A este fondo harto uniforme de relaciones sin amor, se superponen otras, que varían ampliamente de una sociedad a otra, según las condiciones locales y los hábitos de pensar y sentir.

He aquí algunos ejemplos: desdén y explotación de las minorías de color que viven entre mayorías blancas, o de mayorías de color gobernadas por minorías de imperialistas blancos; odio a los judíos, católicos, masones, o a cualquier minoría cuyo lenguaje, costumbres, aspecto o religión difieran de los de la mayoría local. Y la superestructura que corona la falta de caridad es la organizada falta de amor de las relaciones entre Estados soberanos, una falta de amor que se expresa en la axiomática presuposición de que es justo y natural que las organizaciones nacionales se comporten como ladrones y asesinos, armados hasta los dientes y dispuestos, en la primera ocasión favorable, a robar y matar.

Mientras subsista la organizada falta de amor de la guerra y la preparación bélica, no puede mitigarse, con amplitud nacional ni mundial, la organizada falta de amor de nuestras relaciones económicas y políticas. La guerra y la preparación bélica son tentaciones permanentes a hacer las actuales disposiciones de la sociedad, malas y eclipsadoras de Dios, progresivamente peores, a medida que la tecnología se hace progresivamente más eficaz.