miércoles, 31 de julio de 2013

Poesías completas. Arthur Rimbaud.


Si deseo alguna agua de Europa, está en la charca 
negra y fría, en la que en tardes perfumadas,
un niño, acurrucado en sus tristezas, suelta
un barco leve cual mariposa de mayo.

Alguna gente ven en Rimbaud a un rebelde aventurero que un día -demasiado pronto- decidió abandonar la literatura para "convertir su vida en poesía". Todo ese asunto de su eterno viaje como pirata traficando con armas, recorriendo el mundo, casi, mientras negociaba con mercancías y esclavos. El clásico tópico romántico de la libertad del pirata. Incluso tenía una pata de palo, Rimbaud. Pero nada más lejos de la realidad. 

Eso es lo que piensan al menos quienes no aceptan la traición de Rimbaud, el genio que decidió no serlo, y buscan desesperadamente (buscamos) en la segunda mitad de su vida algo que les (nos) recuerde al joven que no podía evitar gritar ¡Mierda! cuando otros poetas recitaban versos. El mismo joven que escribió Una temporada en el infierno, Iluminaciones y las Cartas del vidente, con apenas 17 años.


Ya el director de su colegio dejó escrito la primera apreciación sobre su talante: "nada banal germina en el interior de esa cabeza, será un genio del mal o un genio del bien". Y bueno, decidió ser un tipo bastante mediocre al cumplir los veinte años, cuando dejó de escribir. O algo peor que eso, decidió abrazar la desgracia y el sufrimiento. 

Rimbaud no fue un rebelde, era alguien que sufría. Basta leer sus cartas (divertidísimas en general cuando era poeta, tristes, aburridas y desesperantes en su vida adulta como comerciante) para darse cuenta de que Rimbaud no era feliz. Eso es obvio. Pocos casos hay en la historia de un personaje tan extremadamente descontento. Con todo, con las ciudades, con las personas, con su vida y sus oportunidades. ¡Ais! el bostezo universal. Rimbaud sabía que la felicidad no le estaba destinada y actuó en consecuencia.  

-¡Ah! quisiera hablar de su obra, pero al final acabo escribiendo sobre su vida (pocos datos verosímiles y muchas especulaciones), que en cierto sentido es también una obra literaria. Una vida catártica. Para los demás, no para él-. 

Teorías hay muchas, pero lo que si es seguro es que algo le pasó al joven Rimbaud, algo lo suficientemente importante para hacerle sentir culpable el resto de su vida y no darse cuenta de que lo que le impedía ser feliz no estaba, precisamente, fuera sino dentro de él.

Las pocas imágenes que tenemos del Rimbaud adulto, del Rimbaud "pirata". ¿Recordaría a Verlaine alguna vez?

No sé si alguna vez os habéis sentido mal y habéis empezado a caminar hasta quedar agotados. Algo así debía sentir Rimbaud cuando cruzó Europa caminado o cuando decidía que no tenía más remedio que cruzar el desierto abisinio también andando. Para desgastarse o algo parecido. O para demostrar que tenía razón cuando se quejaba. ¿O no es eso lo que le decía a su familia en sus tristes últimos días: "veis como tenía razón"?.

No debió de ser una vida agradable la de Rimbaud. Más bien una vida desesperante, llena de desconcierto y de todo el catálogo de pesares que puede soportar una persona. En serio. Pocos como Rimbaud. 

Y luego está el asunto de su obra. De cómo alguien pudo escribir algo tan grande. Tan grande que es difícil incluso asimilarla. 

Yo solamente la leo, la leo y la releo.

Clikeando aquí podéis descargaros las traducciones de Ramón Buenaventura y una biografía bastante clara reveladora


Ofelia II 

¡Oh, tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
te habían susurrado la adusta libertad.

Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente transpuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza -son de árboles y noches.

Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo
rompió tu corazón manso y tierno de niña;
y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco miserioso, a tus pies se sentó.

Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca!
Te fundías en él como nieve en el fuego;
tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
-Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.


El corazón robado. (Quizás unos de los poemas mas tristes que he leído nunca)

Mi triste corazón babea a popa,
mi corazón está repleto de tabaco:
lanzan en él chorros de sopa,
mi triste corazón babea a popa:
bajo las burlas de la soladesca
que suelta risotada general, 
mi triste corazón babea a popa,
mi corazón está repleto de tabaco.

Itifálicos y militarescos,
sus insultos lo han depravado.
Pintaron frescos en la víspera
itifálicos y militarescos.
Oleadas de abracadabra,
tomad mi corazón, salvadlo.
Itifálicos y militarescos
¡Sus insultos lo han depravado!

Cuando hayan terminado de mascar,
Oh, corazón robado, ¿cómo obrar?
Cuando hayan terminado de escupir,
se oirán báquicos estribillos, 
tendré sobresaltos estomacales, 
¡Si desprecian mi triste corazón!
Cuando hayan terminado de escupir,
Cómo actuar ¿Oh corazón robado?



Vergüenza

Mientras la cuchilla no haya
cortado este cerebro,
este bulto blanco, verde y graso
de vapor jamás nuevo, 

(¡Ah! ¡Él debería cortarse
la nariz, los labios, las orejas,
el vientre, y abandonar
sus piernas! ¡oh maravilla!)

pero, no, creo, en verdad
que mientras la cuchilla
no haya pasado por su cabeza,
las piedras por su costado

y la llama por sus entrañas,
el niño molesto, la bestia tan tonta,
no debe cesar ni un instante
de engatusar y de ser traidor

como un gato de los Montes Rocosos,
¡de apestar todas las esferas!
que a su muerte, ¡oh Dios!
se eleve alguna oración.

Una temporada en el infierno
Antes, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían. Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. - Y la encontré amarga. - Y la insulté.
Me armé contra la justicia.
Me escapé. ¡Oh brujas, oh miseria, oh odio! ¡A vosotros se confió mi tesoro!
Logré que se desvaneciera en mi espíritu toda la esperanza humana. Contra toda alegría, para estrangularla, di el salto sin ruido del animal feroz.
Llamé a los verdugos para, mientras perecía, morder las culatas de sus fusiles. Llamé a las plagas para ahogarme en la arena, la sangre. La desgracia fue mi dios. Me tendí en el lodo. Me sequé al aire del crimen. Y le hice muy malas pasadas a la locura.
Y la primavera me trajo la horrorosa risa del idiota. Habiendo estado hace muy poco a punto de soltar el último ¡cuac!, se me ocurrió buscar la clave del festín antiguo, donde había tal vez de recobrar el apetito.
La caridad es la clave. - ¡Esta inspiración demuestra que soñé!

"Seguirás siendo hiena, etc.", exclama el demonio que me coronó de tan amables adormideras. "Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales." ¡Ah! Ya aguanté demasiado - Pero, querido Satán, te lo suplico, ¡menos irritación en la pupila! Y mientras llegan las pequeñas cobardías rezagadas, tú que aprecias en el escritor la carencia de facultades descriptivas o instructivas, te arranco unos cuantos asquerosos pliegos de mi cuaderno de condenado.


Noche del Infierno

Me ha tragado una buena buchada de veneno. - ¡Bendito sea tres veces el consejo que me llegó! - Las entrañas me arden. La violencia del veneno me retuerce los nervios, me hace deforme, me arroja al suelo. Me muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. ¡Es el infierno, la pena eterna! ¡Ved cómo se reavivan las llamas! ¡Ardo como es debido! ¡Venga, demonio! Había entrevisto la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. Podía describir la visión, ¡pero el aire del infierno no soporta los himnos! Eran millones de criaturas encantadoras, un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las nobles acciones, ¿qué sé yo?
¡Las nobles ambiciones!
¡Y sigue siendo vida! - ¡Si la condenación es eterna! Todo hombre que desee mutilarse está ya condenado, ¿verdad? Me creo en el infierno, luego estoy en el infierno. Es el cumplimiento del catecismo. Soy esclavo de mi bautizo. Padres, habéis hecho mi desgracia y la vuestra. ¡Pobre inocente! - El infierno no puede atacar a los paganos. - ¡Sigue siendo vida! Más tarde, las delicias de la condenación serán más profundas. Un crimen, de prisa, para caer en la nada, por la ley de los hombres.
¡Calla, calla de una vez!… Éste es lugar de vergüenza, de reproche: Satán diciendo que el fuego es innoble, que mi cólera es espantosamente tonta. - ¡Basta!… Errores que alguien me sopla, magia, perfumes falsos, músicas pueriles. - Y decir que poseo la verdad, que veo la justicia: tengo un discernimiento sano y firme, estoy listo para la perfección… Orgullo.
- Se me reseca la piel de la cabeza. ¡Piedad! Señor, tengo miedo. Tengo sed, ¡tanta sed! ¡Ah! La niñez, la hierba, la lluvia, el lago sobre las piedras, el claro de luna cuando el campanario daba las doce… El diablo está en el campanario, a tal hora. ¡María! ¡Virgen Santa!… - Horror de mi estupidez. ¿No son aquéllas almas buenas que me desean el bien?… Venid. Tengo una almohada tapándome la boca, no me oyen, son fantasmas. Por otra parte, nadie piensa nunca en los demás. Que nadie se acerque. Huelo a chamusquina, eso es seguro.
Las alucinaciones son innumerables. Es eso lo que siempre he tenido: no ya fe en la historia, el olvido de los principios. Me lo callaré: poetas y visionarios se pondrían celosos. Soy mil veces el más rico, seamos avaros como el mar. ¡Qué cosas! El reloj de la vida se acaba de parar. Ya no estoy en el mundo. - La tecnología es seria, el infierno está ciertamente abajo - y el cielo arriba. - Éxtasis, pesadilla, dormir en un nido de llamas.
Cuánta maldad de observación hay en el campo… Satán, Ferdinando, corre con las semillas silvestres… Jesús anda sobre las zarzas de purpurina, sin inclinarlas… Jesús andaba sobre las aguas. La linterna nos los mostró de pie, blanco y con trenzas oscuras, flanqueado por una ola esmeralda… Voy a desvelar todos los misterios: misterios religiosos o naturales, muerte, nacimiento, porvenir, pasado, cosmogonía, nada. Soy maestro en fantasmagorías.
¡Escuchad!…
¡Tengo todos los talentos! - No hay nadie aquí, y hay alguien: no querría divulgar mi tesoro. ¿Alguien desea cánticos negros, danzas de huríes? ¿Alguien desea que desaparezca, que me zambulla en busca del anillo? ¿Alguien lo desea? Haré, con el oro, remedios.
Confiad, pues, en mí: la fe conforta, guía, cura. Venid todos, -hasta los niños, -que yo os consuele, que os divulguemos su corazón, - ¡el corazón maravilloso! ¡Pobres hombres, trabajadores! No pido oraciones; con vuestra confianza solamente me contentaré.
- Y pensemos en mí. Todo esto me hace añorar poco el mundo. Tengo la suerte de no sufrir más. Mi vida no fue más que locuras suaves, qué lamentable.
¡Bah! Hagamos todas las muecas concebibles. Decididamente, estamos fuera del mundo. Ningún sonido ya. Me ha desaparecido el tacto. ¡Ah! Mi castillo, mi Sajonia, mi bosque de sauces. Las tardes, las mañanas, las noches, los días… ¡Qué cansado estoy!
Debería tener mi infierno por la cólera, mi infierno por el orgullo, - y el infierno de la caricia; un concierto de infiernos. Me muero de cansancio. Es la tumba, voy hacia los gusanos, ¡horror de los horrores! Satán, farsante, quieres disolverme en tus encantos. ¡Exijo! ¡Exijo un golpe con la horquilla, una gota de fuego!
¡Ah! ¡Ascender de nuevo a la vida! Poner los ojos en nuestras deformidades. Y este veneno, ¡este beso mil veces maldito! ¡Mi debilidad, lo cruel de este mundo! ¡Dios mío, piedad, escondedme, me comporto demasiado mal! - Estoy escondido y no lo estoy.
Es el fuego quien se reanima con su condenado.







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viernes, 26 de julio de 2013

Mientras agonizo. William Faulkner.



"Mi madre es un pez". 

Mientras el cine se establecía desarrollando los patrones de la narrativa realista del siglo XIX, el modernismo anglosajón (nada que ver con el pomposo modernismo hispano) rompía con las formas establecidas y buscaba nuevos caminos para expresar, sobretodo, conflictos y tensiones que no pueden verbalizarse, que no pueden definirse ni explicarse de otro modo.

La tragedia, el centro y el contrapeso de la narrativa, (lo que, desde un punto de vista teórico, hace avanzar la  trama, y desde otro punto de vista abre puertas que de otro modo permanecerían cerradas) no está en los hechos que acontecen ni en las situaciones.

Como en una de las grandes imágenes de Mientras Agonizo, cuando Addie Bundren, antigua maestra de escuela, yace agonizante  mientras escucha los martillazos de uno de sus hijos construyendo un ataúd para ella. La tragedia, no está en la situación, que por sí sola es suficientemente impactante. Está en la consciencia de cada personaje. En lo que ni siquiera ellos saben de sí mismos y nosotros, lectores, solamente percibimos como una sensación de que algo no marcha del todo bien.

15 narradores diferentes cuentan, en 59 capítulos, la historia de la familia Bundren. El stream of consciousness dirige la novela a través del monologo interior como una sinfonía de conciencias, cada una con sus conflictos no resueltos que se bloquean unas a otras.

Mientras agonizo es una de las grandes novelas americanas y Faulkner es uno de los escritores más importantes del siglo XX, germen de todas las corrientes renovadoras posteriores y modelo de todo lo que se llamó el boom latinoamericano, además de mi novelista preferido.

Estoy deseando escribir sobre una de las novelas que más fuerte me golpeó la cabeza, El ruido y la furia, donde la técnica del stream of consciousness roza ciertos extremos.

En el pasado festival de Cannes 2013 se estrenó una película sobre Mientras agonizo. No la he visto, así que no puedo opinar. Aunque no me da muy buena sensación, hacía tiempo que no tenía tantas ganas de ir al cine. Os dejo el trailer.




Por cierto, la imagen que ilustra esta entrada es una fotografía de Timothy H. O'Sullivan, que bien podría ser la carreta en la que los Bundren transportan a su madre muerta. 



Conque acepté a Anse. Y cuando me enteré de que iba a tener a Cash, comprendí que la vida era terrible y que esto es lo que nos trae. Fue cuando aprendí que las palabras no sirven para nada; que las palabras no se corresponden ni siquiera con lo que tratan de decir. Cuando nació comprendí que maternidad había sido inventado por alguien que tenía que tener una palabra con que llamarlo, porque a los que tienen hijos no les interesa si existe una palabra para llamar eso o no. Comprendí que el miedo fue inventado por alguien que nunca había sentido miedo; y el orgullo, por quien nunca había sentido orgullo. Comprendí que había sido eso, no que tuvieran las narices sucias, sino que nos habíamos tenido que usar unos a los otros por medio de las palabras como arañas que se cuelgan por la boca de una viga, se balancean y retuercen sin tocarse nunca, y que sólo por medio de la vara mi sangre podría mezclarse con la suya en una sola corriente. Comprendí que había sido eso, no que mi soledad hubiese tenido que ser violada una y otra vez cada día, sino que nunca había sido violada hasta que llegó Cash. Ni siquiera de noche por Anse.

También él tenía una palabra. Amor, lo llamaba. Pero yo llevaba mucho tiempo acostumbrada a las palabras. Sabía que esa palabra era como las demás: sólo una forma de llenar una carencia; que cuando llegase el momento preciso uno no necesitaría una palabra para llamarlo, como no la necesitaba para el miedo o el orgullo. Cash no necesitaba decírmela ni yo a él, y yo decía: que la use Anse si quiere. Conque era lo mismo Anse o amor que amor o Anse; no importaba.

Solía pensar en eso mientras yacía junto a él en la oscuridad y Cash dormía en la cuna al alcance de mi mano. Solía pensar también que si se despertaba y lloraba, le daría de mamar. Anse o amor: no importaba. Habían violado mi soledad y luego la propia violación había venido a restablecerla: tiempo, Anse amor, lo que se quiera, fuera del círculo




viernes, 19 de julio de 2013

Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Michel Foucault.


A menudo los movimientos críticos con el sistema político-económico-social que sufrimos en occidente y exportamos al mundo -el capitalismo, la sociedad de consumo y sus diferentes disfraces- se centran en una visión orwelliana del orden social, donde el ciudadano es utilizado por el poder central como una herramienta de producción, no como un individuo. Y aunque en esencia así es, el capitalismo ha afinado sus manipulaciones para vender el control como libertad, el poder político ya no responde a un proyecto ideológico -sea del signo que sea- sino al control de la economía y la cultura queda relegada al entretenimiento masivo.

Quiero decir que la cosa se ha complicado bastante y la oposición critica a este sistema debería también afinarse y adaptarse a los modos de estas nuevas cabezas de la hidra. Por eso me sorprende que la mayoría de manifestaciones opositoras se enfrenten desde postulados ideológicamente simplistas y anticuados o desde la falsamente compleja crítica chomskiana (de Chomsky).

No comprendo por qué se olvidan las teorías y los puntos de vista de algunos pensadores de la corriente críticaemancipatoria. Me refiero a Marcuse, a Walter Benjamin o a los más modernos Baudrillard o Foucault.

Dicho esto, el mundo necesita a muchos Foucaults que vean la historia en perspectiva, que pongan en tela de juicio cada argumento y analicen los problemas de cada institución. Me gusta como el mismo definió su trabajo: "Estudio la historia de como las cosas se convierten en problemas". Lo que pasa que en la práctica nadie lo tiene en cuenta.



En este sentido quisiera transcribir un texto de Deleuze aclarado los postulados en los que se basa la teoría sobre el poder de Foucault. Es tremendamente interesante y actual.


1. Postulado de la propiedad (según el cual el poder el algo que posee la clase dominante). 

El poder no se posee, se ejerce, dice Foucault. No es una propiedad, es una estrategia: algo que está en juego. Sus efectos no son atribuibles a una apropiación, sino a dispositivos de funcionamiento. Dispositivos que no son unívocos, sino coyunturales (el poder no tiene finalidad ni sentido); dispositivos que siempre pueden ser invertidos, en un momento dado. "Este nuevo funcionamiento no niega ciertamente la existencia de clases y de sus luchas, pero dibuja otro cuadro, con otros paisajes, otros personajes, otros procedimientos que aquellos a los que la historia tradicional, incluso marxista, nos había acostumbrado.


2. postulado de la localización (según el cual el poder debe entenderse como poder del estado)

Este espejismo del estado vehícula, por lo menos, dos grandes errores políticos: 

a) plantear la toma del estado como toma de poder; 

B) plantear un contra-estado (el partido, el sindicato) como forma óptima de ejercicio del poder.

3. Postulado de la subordinación (según el cual el poder encarnado en el aparato de estado estaría subordinado a un modo de producción que sería su infraestructura)

Aquí, su réplica al mecanismo comunista se hará enteramente nítida: evidentemente que es posible hallar correspondencias más o menos estrictas entre un modo de producción que plantea unas necesidades y una serie de mecanismos que se ofrecen como solución. Pero hay que evitar el concepto estrecho de determinación, mostrando lo que hay de invento en el modo como se solucionan los problemas infraestructurales. El poder no es una mera sobreestructura. La economía supone unos mecanismos de poder inmiscuidos en ella. Hay que abandonar el modelo del espacio piramidal trascendente por el que de un espacio inmanente hecho de segmentos. "El poder tiene como caracteres la inmanencia de su campo, sin unificación trascendente; la continuidad de su línea, sin una centralización global; la contigüidad de sus segmentos sin totalización distinta:espacio serial".


4. Postulado del Modo de Acción (según el cual el poder actúa por medio de mecanismos de represión e ideología). 

Estás nos son sino estrategias extremas del poder, que en ningún modo se contenta con impedir y excluir, o hacer creer y ocultar. El poder produce lo real. En nuestras sociedades esta producción de lo real va a recibir un nombre: normalización, la forma moderna de la servidumbre. Normalización  es, por supuesto, imperio de lo normal, de la medida estadística, de la somnolencia a lo acostumbrado, pero también quiere nombrarse así la preeminencia de la norma en este ámbito, su proliferación cancerígena que recubre y despuebla todos los espacios abiertos de la ley. 

Foucault estable las siguientes diferencias entre el ámbito de la ley y de la norma: 

a) La ley es binaria (legal-ilegal); la norma está constituida por un sistema de gradaciones. 

B) la ley sólo interviene en caso de infracción; la norma interviene a lo largo de toda la vida. 

C) La ley interviene sólo cuando una institución se hace cargo de ella; la norma se da en un encabalgamiento de instituciones. 

D) La ley actúa al descubierto; la norma actúa en la sombra y por medio de los "normalizadores competentes".


5. Postulado de la legalidad (según el cual el poder del estado se expresa por medio de la ley).

Debe ponerse en juego otra comprensión de la ley: entender la ley no como lo que demarca limpiamente dos dominios -legalidad-ilegalidad-, sino como un procedimiento para gestionar ilegalismos. Ilegalismos que se permiten o se inventan como privilegios de clase. "Únicamente una ficción -dice Foucault- puede hacer creer que las leyes están para ser respetadas, que la policía y los tribunales están destinados a hacer que se las respete. Únicamente una ficción teórica puede hacernos creer que nos hemos suscrito de una vez por todas a las leyes de la sociedad a la que pertenecemos. Todo el mundo sabe también que las leyes están hechas por unos, y que se imponen a los demás. El ilegalismo no es un accidente, una imperfección más o menos inevitable. Es un elemento absolutamente positivo del funcionamiento social, cuyo papel está previsto en la estrategia general de la sociedad. Todo dispositivo legislativo ha articulado unos espacios protegidos y provechosos en los que la ley puede ser violada, con otros en los que puede ser ignorada, con otros finamente en  los que las infracciones son sancionadas. En el límite me atrevería a decir que la ley no está hecha para impedir tal o cual tipo de comportamiento, sino para diferenciar las maneras de vulnerar a la misma ley". 


Perfecto y extremadamente actual Foucault.











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sábado, 13 de julio de 2013

Misterios. Knut Hamsun.



Decía Anaïs Nin que ella era el viajero Johan Nagel. Y la verdad es que es fácil identificarse con el protagonista de esta novela: en realidad, nadie en concreto y a veces un poco todos en nuestros peores momentos. En concreto: un joven de 30 años del que no sabemos nada más que su nombre y su comportamiento, que unos definirían como excéntrico y otros como enfermizo.

En cierto sentido Johan Nagel representa algo que todos hemos querido ser alguna vez en nuestra vida. -estoy seguro-: un punto de partida. "Alguien" a quién le ha pasado "algo" que, en cierto sentido, le permite iniciar un proceso de muerte y resurrección.

Aunque aparentemente nada diga lo contrario, y el discurso sea casi naturalista, Misterios no es una novela sobre los comportamientos sociales de sus contemporáneos, no es la descripción de un modo de vida y sus contrastes. Tampoco es una novela de tesis. No plantea ni propone nada. Misterios es una inmersión en el subconsciente a través del sueño. 



Me explico. 

Cuando Johan Nagel pisa el puerto de un pequeño pueblo Noruego, entra en un mundo de simbolismos y correspondencias que nada tiene que ver con las leyes de la lógica y la física. En este pueblo en el que Nagel ha llegado casi de la nada como un recién nacido, se enamorará, sentirá compasión, odio, felicidad, tristeza y miedo y convertirá cada pequeño hecho cotidiano en un misterio, en una interrogación por resolver. Como en un sueño en el que todo tiene un significado y un por qué y lo sabemos, pero no somos capaces de resolver el enigma. 

Un camino de autoconocimiento. O como mínimo, un viaje al interior de la conciencia con todo lo que eso supone. Pero también podríamos hablar del desgaste de la energía del individuo en una sociedad o un sistema que no le acepta. Y también del misticismo: sobre percibir y entender el mundo como procesos que dependen unos de otros, a veces incomprensibles.    

Por eso, al leer Misterios, de primeras, solamente podemos sentir un extrañamiento, como al despertar de un sueño. Pero no debemos olvidar que la mayoría de las veces los sueños dicen cosas importantes. 


sábado, 6 de julio de 2013

Trópico de Capricornio. Henry Miller.



Problamente la mejor novela de Henry Miller. O en cualquier caso su libro más útil. 

Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza...

Así comienza el libro, la introducción a Historia Calamitatum y continúa reconociendo algo que para muchos es difícil de tragar y para otros solamente socarronería: 

En el fondo de mi corazón anidaba un asesino: quería ver a América destruida, arrasada de arriba a abajo.

Y a medida que seguimos leyendo la confesión, como si Henry Miller estuviera sentado delante de un párroco o en una sala de interrogaciones, es bastante más dura, a veces intolerable desde cualquier ética o moral. Pero sobre todo es como un espejo en el que muchos no quieren verse reflejado y otros se avergüenzan de sí mismos. 

Así, el relato de su juventud y primera madurez es descarnado y aveces terriblemente falso y exagerado, porque el autoconocimiento implica confesar incluso los que nos horroriza de nosotros mismos, para aceptarlo o para cambiarlo. Eso no importa. 

Después llegamos al pasaje más importante de la obra de Miller:

Las estrellas brillan tan claras, serenas, remotas. No se burlan de mí precisamente, sino que me recuerdan la fatalidad de todo. ¿Quién eres tú, muchacho, para hablar de la Tierra, de hacer volar las cosas en pedazos? Muchacho, nosotras hemos estado suspendidas aquí millones y billones de años.

Y el libro cambia de tono. Porque Capricornio no es una llamada de atención como Cáncer, no es un libro para artistas de vanguardia. Es la narración de su despertar espiritual, de su percepción de otro mundo y otras posibilidades. Descubrir el Tao sin saberlo. Había muchas cosas que decir y tenía que decirlo un tipo como Henry Miller, alguien que habría sido medianamente normal, mediocre (un muchacho sin importancia colectiva, solo un individuo, como decía Celine)) de no haberse dado un día un golpe en la cabeza.

Encerrado así durante días y noches sin interrupción, empecé a comprender que el pensamiento, cuando no es masturbación, es lenitivo, curativo, placentero. El pensamiento que no te lleva a ningún sitio te conduce a todas partes: todas las demás clases de pensamiento discurren por canales y, por lejos que lleguen, al final siempre acaban en la estación o en el depósito de máquinas. Al final siempre hay un farolillo rojo que dice !ALTO!

La obra de Miller en su conjunto es un viaje sobre la liberación que comienza con un profundo malestar y desarraigo, los padecimientos de Henry Miller, como los llamaba Jolan Chang, y terminan en una aceptación taoísta del mundo y sus contrastes. Pero Capricornio en particular es la descripción perfecta de cómo su cerebro empieza a pensar de un modo diferente:

A veces, sentado en un parque por la noche, especialmente en un parque cubierto de papeles y restos de comida, veía pasar a una que parecía ir al Tibet y la seguía con ojos desencajados con la esperanza de que empezara a volar, sabía que yo también sería capaz de volar y eso pondría fin a la tarea de cavar y revolcarse. A veces, probablemente a causa del crepúsculo u otras alteraciones, parecía como si volara efectivamente al doblar una esquina. Es decir, que de repente se elevaba del suelo por espacio de unos metros, como un avión demasiado cargado, pero esa simple elevación repentina e involuntaria independientemente de que fuese real o imaginaria, me daba esperanza, me infundía valor para mantener los ojos desencajados e inmóviles. 




Pero el proceso no fue tan sencillo. Lo que mucha gente olvida al referirse a Henry Miller, es que su obra nace en el dolor y el sufrimiento. De la inadaptación.  

Estoy radiante y resplandeciente, entusiasmado con nuevos descubrimientos, pero el centro todavía es de plomo, es escoria. Me echo a llorar... ahí mismo, como un niño. Ahora caigo en la cuenta con toda claridad: !Estas solo en el mundo! Estás solo... solo... solo.... es penoso estar solo... penoso, penoso, penoso, penoso. No tiene fin, es insondable, y es el destino de todos los hombres en la tierra, pero sobre todo el mío. Otra vez la metamorfosis. Todo vuelve a tambalearse y amenazar ruina... Vuelvo a estar en el sueño, el doloroso, el delirante, placentero, enloquecedor sueño de más allá del límite. Me encuentro en el centro del solar vacío, pero no veo mi casa. No tengo casa. El sueño era un espejismo. Nunca había casa en medio del solar vacío. Por eso es por lo que no pude entrar en ella. Mi casa no está en este mundo ni el siguiente. Soy un hombre sin casa, sin amigo, sin esposa. Soy un monstruo que pertenece a una realidad que todavía no existe. Ah, pero existirá, estoy seguro de ello. Ahora camino rápidamente, con la cabeza gacha, musitando para mis adentros...

La liberación de Henry trataba sobre la emoción, por eso la música fue algo tan importante en todo este proceso. La música, que alejada de toda ética, moral, ideología y filosofía, se convierte en un vehículo limpio y puro para profundizar en las emociones y unirnos estrechamente, más allá de los caminos marcados por el pensamiento y la educación de cualquier tipo. 

Si no hubiera habido música, habría acabado en el manicomio como Nijinsky. Lo habían descubierto regalando su dinero a los pobres... ¡lo que siempre fue mala señal! 

Pero el no fue el primero en darse cuenta de algunas cosas. Mucho de lo que nos dice recuerda a Conrand en El corazón de las tinieblas, y al coronel Schultz y a los hombres huecos de T. S. Elliot. Todos los que se llenan con sistemas y cuando descubren su vacío enloquecen de miedo. Dice Miller:

Es terrible ser civilizado, porque cuando llegas al fin del mundo no tienes nada que te ayude a soportar el terror de la soledad. Ser civilizado es tener necesidades complicadas, y un hombre en la flor de la vida no debería necesitar nada. He pasado todo el día atravesando campos de tabaco y sintiéndome cada vez más inquieto. ¿Qué tengo que ver con todo esto? ¿A dónde me dirijo? En todas partes la gente produce cosechas para otra gente y yo soy como un fantasma que se desliza entre toda esta actividad inteligible.

Especialmente sorprendente, por su sensibilidad y belleza, es la coda final final del libro, donde Miller confiesa una primera ausencia en la forma de una mujer que le quiso y desapareció. Un aviso temprano de que la vida idílica y placentera de la sociedad de consumo no estaba destinada a alguien como él. Y después, explica claramente de qué trata el libro: y una vez más, sobre June Mansfield. 






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