viernes, 22 de junio de 2012

Poder Freak volumen 2. Una crónica de la contracultura. Jaime Gonzalo.



Empieza el libro con un joven Bob Dylan cantando para celebrar la primera jornada de una huelga general. La primera huelga que conseguía propagarse a más de una ciudad en EEUU. Curiosa metáfora contracultural: Bob Dylan es también el primer músico que más claro vio los beneficios económicos que supone convertirse en un icono popular. Abrió muchas puertas, Bob Dylan.

Continúa el texto analizando las revueltas universitarias, primero en EEUU con un Allen Ginsberg imposible queriendo fotografiarse con todos y en todos los lugares, para explicar a continuación los brotes reivindicativos que surgieron en las universidades de todo el mundo: desde el mayo francés hasta su versión española. 

También el surgimiento de la nación negra en estados unidos y su estética cool -que es lo que ha hecho que sobreviva hasta hoy- y las reivindicaciones de los indios americanos -más olvidados- y de las minorías chicanas.




El segundo volumen de esta serie de libros sobre la historia de la contracultura se centra en los movimientos políticos y sociales de los años 60 y 70 analizando, con perspectiva y un conocimiento asombroso, las los motivos, las consecuencias y los resultados de la esfervescencia juvenil y revolucionaria de la década del pop y la sicodelia.

A través de muchísimas anécdotas, datos, bibliografía y vivencias el segundo volumen de la colección Poder Freak resulta un material indispensable para quien quiera conocer qué pasó en aquellos años sin el romanticismo al que nos tienen acostumbrados y sin el barniz pop que hace que todo brille.



Más generalista, como La Iliada respecto a La Odisea, parece que el texto hable de masas humanas en perpetuo movimiento, aunque repasa también a los padres ideológicos de estas revoluciones -Marcuse, Foucault- y a los dirigentes y activistas que alentaron  a las masas, desde la ejemplar Angela Davies hasta el televisivo Abbie Hoffman.     

Una historia alucinante con la que entender un poco mejor el estado actual del mundo y de la juventud.






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IsolagnosisEdiciones en Huida (2013)

sábado, 16 de junio de 2012

Antología. W. B. Yeats.


Desde el simbolismo, la obra poética de Yeats avanza en busca del autoconocimento a través de la experiencia personal en un mundo que pretende fijar en su arte. Por el camino plantea unas series de cuestiones que reflejan -de un modo a veces tosco- su frustración, frente a la mujer, en el amor, y la situación del hombre, como género masculino, en la sociedad occidental.

Pero su obra se caracteriza en realidad por el extraño misticismo que profesaba el poeta y que le permitía rechazar tanto la religión tradicional y como el cientificismo. Su abuelo era rector de la Iglesia Irlandesa, pero su padre era un nacionalista irlandés escéptico y ateo. El biógrafo Richard Ellmann escribe al respecto: Eligió una fe excéntrica en algún lugar entre las creencias ortodoxas de su abuelo y los descreimientos no ortodoxos de su padre. Su obra mezcla de una manera a veces confusa cierta relación sensitiva del mundo y otras un marcado intelectualismo.

Sus mejores libros de poemas los escribe incitado por su joven secretario, Ezra Pound, quien llegaría a ser uno de los poetas más importantes del siglo XX y que le descubre la literatura japonesa.  La torre (1928), La escalera de caracol (1933) y Últimos poemas y obras de teatro, que incluye el celebrado «Bizancio», con las que Yeats alcanzó el cénit de su lírica.

Tras conocer a una joven mediumGeorge Hyde-Lees, Yeats se retiró  en una torre normanda en Kiltartan Cross y se casó con ella en 1918 quien le incitó a experimentar con la escritura automática.

Y dice la wikipedia:

Su poesía, a pesar de su espíritu innovador, generalmente se caracterizó por su cuidado formal, el simbolismo y ciertos toques que anticipan el surrealismo.
Yeats consiguió liberar a la poesía irlandesa de la esclavitud a los moldes, géneros y temas de la poesía británica; rompió con la tradición de la poesía victoriana adscribiéndose al simbolismo y profundizó en él en busca de los arquetipos junguianos que subyacen en todas las culturas.

Y dice Yeats:

Un hombre vivo es ciego y bebe su propia gota.
¿Qué importa si las zanjas son impuras?
¿Qué importa si otra vez lo vivo todo?
Soporta ese trabajo de crecer;
la ignominia de la adolescencia, las zozobras
del adolescente transformándose en hombre;
el hombre no formado y su dolor
enfrentado a su propia torpeza.






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jueves, 14 de junio de 2012

El corneta. Rainer María Rilke.


Por fin voy a hablar de uno de mis libros favoritos y no es por lo que dice, sino por todo lo que no explica.

A Rilke le molestaba el enorme éxito de El Corneta, su primera obra, por considerarla un experimento adolescente del que quería desentenderse. Lo cierto es que sus silencios y la capacidad de sugerencia de este largo (o corto) poema sobre uno de sus antepasados -muerto en la guerra en Hungría- abre las puertas a un concepto innovador del arte contemporáneo: el enriquecimiento de la obra en el interior del público que la recibe y la complementa.


El Corneta supone uno de los primeros intentos de acercar a la literatura las técnicas y la filosofía de los pintores impresionistas: la simple traslación verbal de la impresión o sensación que un observador determinado percibe frente a algún objeto o perspectiva panorámica.

Hay muchos ejemplos de literatura impresionista. Desde el pasaje de Proust en el que describe como percibe de distinta manera unas torres de Combray al acercarse a caballo, hasta el estilo fragmentario de William Burroughs intentando individualizar en escenas inconexas las sensaciones que producen, juntas, la impresión total.

Esta manera de trabajar la obra completa desde trazos aislados corresponde a la separación de tonos y colores, pero en el caso literario la materialidad de la pintura se confunde con una mezcla de objetividad y subjetividad que acerca la realidad externa a realidad sicológica del escritor o de sus personajes y del lector. A diferencia de un tipo de literatura más, digamos, explícita, no se comunica nunca directamente esa experiencia vívida o descrita, solo se sugiere permitiendo así al lector utilizarla, compararla, compartirla y complementarla con su propia experiencia.

Aquí os dejo el comienzo del poema:

Cabalgar, cabalgar, cabalgar, a través del día, a través de la noche, a través del día.
Cabalgar, cabalgar, cabalgar.
Y el ánimo se ha vuelto tan débil y la nostalgia tan grande. Ya no hay montaña alguna, apenas un árbol. Nada se atreve a descollar. Extrañas chozas acurrucadas, sedientas junto a fuentes fangosas. En ningún sitio una torre. Y siempre el mismo cuadro. Se tiene dos ojos de más. Sólo en la noche, a veces, se cree reconocer el camino. ¿Acaso desandamos siempre, en horas nocturnas, la etapa que hemos ganado penosamente bajo el sol extranjero? Puede ser. El sol agobia, como entre nosotros en lo más intenso del verano. Pero era verano cuando nos despedimos. Los vestidos de las mujeres lucían largamente sobre lo verde.
Y ahora hace ya tiempo que cabalgamos. Debe, pues, ser otoño. Por lo menos allá, donde afligidas mujeres saben de nosotros.






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lunes, 4 de junio de 2012

Queer. William S. Burroughs.



La literatura de Burroughs es la más peligrosa de la todos los beatniks. La que más cuestiona el modo de vida occidental establecido sin necesidad de reflexionar sobre él. Simplemente exponiendo -sin ningún tipo de censura- su modo de vida, su profunda inadaptación y sus pensamientos más descabellados. Con una biografía a sus espaldas que escandalizaría al más contracultural, es ese gran escándalo -en el sentido más desesperante del término- su importante aportación al pensamiento del siglo XX y XXI.

Queer es un sinónimo de freak, de raro, de diferente, de monstruo. Hoy la palabra define una teoría crítica sobre la construcción de los géneros y la sexualidad que bien se adapta a la vida del escritor, aventurero y adicto a la heroína -y a otras drogas- durante casi toda su larga vida.

Queer es quizás su novela más perfecta y también la más sentimental. Literariamente da un paso adelante con respecto a sus obras anteriores -Yonki y Marica- y adelanta lo que vendrá después, sin caer en los excesos de EL almuerzo desnudo, su novela más conocida. Los personajes instintivos y animalizados de la novela deambulan por un mundo residual de una Ciudad de México medio imaginada, capital mundial del delito, con un cielo de ese tono especial de azul que tan bien combina con los revoloteantes buitres. 


A través de un descabellado viaje a Panamá en busca de la ayauasca, droga absoluta capaz de otorgar el control total sobre las mentes, la novela no es más que una reflexión sobre la posesión en el amor y su frustración inevitable. Una triste historia de romanticismo imposible entre Lee, un alter-ego del autor, y su joven y ambiguo amante, frío, distante e indiferente, que se muestra totalmente inaccesible y cerrado a la comunión espiritual con Lee, con William. 





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